En España ya hay más perros censados que niños menores de 14 años: unos 9,3 millones de perros frente a 6,4 millones de menores, según datos de REIAC y el INE. Y no es solo cuestión de números. Cada vez más personas deciden no tener hijos y, en su lugar, crían a sus mascotas como miembros plenos —e incluso prioritarios— de la familia. Este fenómeno tiene nombre: pet parenting.
¿Qué es el 'pet parenting'?
Se trata de una forma de vinculación afectiva en la que los perros (y otros animales) reciben cuidados, atenciones y trato similares a los de un hijo humano. Implica vacunas, alimentación de calidad, juegos, guarderías, paseadores, cumpleaños… y mucho, mucho amor.
Un estudio elaborado por IO Investigación en España revela que el 49 % de las personas convive con al menos un animal, y que 8 de cada 10 lo considera parte de la familia. Este vínculo ha transformado incluso el lenguaje: ya no se habla de 'dueños', sino de 'tutores' o incluso de 'dogmothers' (madres de perros).
¿Y qué pasa con la natalidad?
La relación es clara: mientras aumentan las cifras de adopción y gasto en mascotas, las tasas de fertilidad caen en España, Europa, China y América Latina. El fenómeno es global. En la UE, los nacimientos han bajado de 5,2 millones en 2014 a 3,67 millones en 2023, según Eurostat. En paralelo, el número de perros ha crecido de forma sostenida y supera ya los 68 millones, según la FEDIAF (Federación Europea de Alimentos para Animales de Compañía).
¿Qué dice la ciencia?
Una reciente revisión publicada por las etólogas Laura Gillet y Enikő Kubinyi, de la Universidad Eötvös Loránd (Hungría), en la revista European Psychologist, analiza el auge de los 'perrhijos' y lo que implica para el concepto de familia en Occidente. Las autoras plantean que "los humanos podrían haber evolucionado para cuidar a otros independientemente de la especie", lo que explicaría por qué tantas personas canalizan su deseo de amar, proteger y sentirse acompañados hacia sus mascotas. En un contexto donde escasean los vínculos humanos estables —ya sea por soledad, cambios sociales o decisiones personales—, los animales de compañía se han convertido en una alternativa afectiva real. Para muchos, cuidar de un perro o un gato no es solo una opción práctica, sino una forma de dar sentido a su vida cotidiana y mantener vivo ese impulso natural de cuidar... incluso si el destinatario no es humano.
Pero también matizan:
"Contrario a la creencia popular, solo una minoría de tutores trata realmente a sus mascotas como hijos. La mayoría las elige justamente por no serlo".
Cuidar a un perro, más barato (y emocionalmente más sencillo)
Criar un hijo se ha convertido en un reto cada vez más costoso. En Estados Unidos, el gasto ha aumentado un 35 % solo en los dos últimos años, pero en España la tendencia es similar. Según Save the Children, el coste medio mensual de un hijo asciende ya a 758 euros, lo que se traduce en más de 9.000 euros al año. A largo plazo, algunas estimaciones sitúan la cifra total en más de 330.000 euros hasta su emancipación.
En cambio, aunque tener un perro también conlleva responsabilidad y ciertos gastos, muchas personas lo perciben como una carga más manejable. En España, el gasto mensual medio por mascota oscila entre los 80 y 117 euros, lo que supone entre 1.000 y 1.400 euros al año, según datos de la Real Sociedad Canina. Esta cifra incluye alimentación, productos de higiene, revisiones veterinarias y otros cuidados básicos.
Y más allá de lo económico, cada vez más personas encuentran en sus mascotas una forma de compañía emocional estable y reconfortante. Los perros no sustituyen a los hijos, pero sí ofrecen un vínculo afectivo distinto: no juzgan, no se rebelan en la adolescencia y están siempre ahí. Para muchas personas, representan un tipo de amor incondicional que encaja con su estilo de vida y prioridades actuales.
¿Es esto malo?
No necesariamente. Los expertos coinciden en que los perros no están reemplazando hijos, sino que llenan un espacio afectivo en una sociedad que cambia: más urbanización, más hogares unipersonales, más presión económica y menos red social. El pet parenting es una respuesta emocional, no una patología.
Eso sí, la clave está en el equilibrio. Gillet advierte que no debemos sustituir completamente los vínculos humanos, sino construir relaciones más amplias, multiespecie, conscientes y respetuosas.