Nos vamos a la cama antes, la jornada laboral es más flexible y muchas personas incluso duermen la siesta. Sin embargo, el verano se ha convertido en una de las estaciones donde más crece la sensación de agotamiento, fatiga mental y bajo rendimiento. ¿La razón? Dormir más no siempre significa dormir mejor. El problema invisible: más calor, menos oxígeno.
El verano de 2025 ha vuelto a batir récords de temperatura. Según la AEMET, España registra cada vez más noches tropicales (más de 20 °C) y tórridas (más de 25 °C), especialmente en zonas como Valencia, Murcia, Sevilla o el litoral andaluz.. Para analizar todos estos datos hemos hablado con la doctora Sofía Rodríguez Moroder, odontóloga experta en medicina dental del sueño, que nos aclara todas nuestras dudas.
¿Por qué, a pesar de dormir más horas en verano, muchas personas se sienten más cansadas?
La temperatura es un factor crucial para conciliar y mantener un sueño de calidad. Durante las noches más calurosas del verano, es común que el descanso se vea interrumpido, ya que el cuerpo no se encuentra cómodo con temperaturas elevadas. Aunque se duerma durante más horas, el sueño puede ser fragmentado, lo que reduce su efectividad y hace que nos sintamos más cansados al despertar.
¿El aumento de las temperaturas podría cambiar de forma permanente nuestros hábitos de sueño?
Sí, definitivamente. Entre las recomendaciones básicas para una buena higiene del sueño —como mantener poca luz ambiental, reducir el ruido, evitar pantallas y comidas copiosas antes de acostarse, así como no hacer ejercicio intenso en las horas previas al descanso— también se incluye el control de la temperatura del dormitorio.
¿Qué señales deberían alertarnos de que no estamos descansando bien, aunque creamos que dormimos lo suficiente?
La señal más clara es despertarse con sensación de cansancio, incluso tras haber dormido muchas horas. Esto suele indicar un sueño fragmentado, en el que nos despertamos varias veces durante la noche, aunque no seamos conscientes de ello. En esos casos, no se completan correctamente los ciclos de sueño, lo que afecta directamente a la calidad del descanso.
¿Qué recomendaciones daría para dormir mejor en noches tropicales o tórridas sin recurrir siempre al aire acondicionado?
Lo ideal es recurrir a métodos tradicionales, como hacían nuestros abuelos: mantener la casa bien ventilada y provocar corrientes de aire para refrescar las estancias. No obstante, hay noches —especialmente con viento de poniente, como decimos en el Levante— en las que es prácticamente imposible enfriar el ambiente. En esos casos, se puede usar el aire acondicionado, pero recomiendo no bajar la temperatura del dormitorio por debajo de los 24 o 25 °C.
¿Cuál sería su recomendación principal para quienes sufren de fatiga crónica en verano, pero no saben por qué?
En estos casos, es fundamental revisar la calidad del sueño. Existen otras patologías del sueño que pueden manifestarse en verano y cuya causa no es exclusivamente el calor. Es recomendable realizar una evaluación adecuada para descartar alteraciones más profundas en el descanso.
¿Cree que deberíamos replantearnos nuestra idea de “descansar bien”?
Sin duda. Muchos pacientes acuden a consulta por otros motivos y, al explorar su descanso, me comentan que duermen solo seis horas desde hace años y que lo consideran normal. Sin embargo, dormir mal no debería convertirse en la norma. El buen descanso debe ser la regla y no la excepción. Dormir poco o mal debería estar asociado únicamente a situaciones puntuales, como periodos de estrés, preocupaciones o cambios excepcionales. Una vez superadas estas circunstancias, es fundamental restablecer un sueño reparador de al menos ocho horas.