Admitámoslo: todos hemos pasado por ese momento incómodo. Mandas una nota de voz por WhatsApp, te da por escucharla y un escalofrío te recorre la espalda. ¿Pero quién es esa persona? ¡Yo no sueno así! Suena más aguda, más metálica, menos tú. Te lanzas a culpar al micrófono… o a la vida. Pero tranquilo: no es que hables raro, es que nunca antes habías escuchado tu voz real. Y la ciencia lo explica.
¿Por qué nos suena tan diferente?
Cuando hablas, no escuchas tu voz como la oyen los demás. Lo que tú oyes es un concierto privado con sonido envolvente:
Por un lado, oyes tu voz como cualquier otro sonido: a través del aire, desde tu boca hasta tus oídos.
Pero también, y esto es clave, las vibraciones de tu voz viajan por los huesos del cráneo y llegan directamente al oído interno.
Esa conducción ósea actúa como un filtro de lujo: le añade graves, calidez y profundidad. Es como tener un ecualizador interno que le sube los bajos a tu propia voz. Por eso tú te escuchas más suave, más diferente… más tú.
El 'shock' de la grabación
Cuando escuchas una grabación, todo ese refuerzo desaparece. Lo único que se graba es lo que viaja por el aire. Es decir: la voz que realmente sale de ti, sin maquillaje acústico. De ahí que suene más fina, más nasal, más… “rara”.
No es que suenes mal. Es que suenas diferente a lo que tú habías escuchado toda tu vida.
¿Y por qué nos incomoda tanto?
Porque tu voz es parte de tu identidad. Al igual que cuando te ves en un vídeo y piensas “¿así me muevo yo?”, o en una foto con un ángulo traicionero, escuchar tu voz grabada produce un pequeño cortocircuito psicológico.
Ese choque entre la identidad vocal que crees tener y la que realmente proyectas se llama "confrontación con uno mismo". Y encima, el cerebro no ayuda: al oír tu propia voz grabada, se activan zonas relacionadas con la autocrítica. Por eso piensas “qué mal sueno”, aunque nadie más lo vea así, ya que tu entorno está acostumbrado a oírte siempre así.
Entonces… ¿cuál es tu verdadera voz?
Técnicamente, la grabación es la voz que oyen los demás. Esa que a ti te incomoda es la versión pública de ti. Pero ojo: no es peor, solo es externa. Tus amigos, tu familia y tus compañeros la escuchan cada día, y les suena perfectamente normal.
Con el tiempo, mucha gente (locutores, actores, podcasters) acaba reconciliándose con esa voz externa. Porque cuanto más la escuchas, más familiar se vuelve. Al final, solo es cuestión de costumbre.
Bonus: ¿te suena lo del “efecto contestador”?
Existe un fenómeno llamado “desincronía auditiva”, que explica por qué elementos como la entonación, el ritmo o la respiración también nos suenan raros en una grabación. Es como cuando te ves en vídeo y no reconoces tus gestos. Tu cerebro, básicamente, se sorprende al verte (u oírte) desde fuera.
Esa voz rara en tu nota de voz sí eres tú. Solo que desde otro ángulo. No es un fallo, no es vanidad: es pura biología. Así que la próxima vez que te escuches grabado y pienses “uff, qué mal sueno”, recuerda: no suenas mal. Suenas real.