Fue uno de los intérpretes más destacados de su generación, pero, como decía Malena Alterio en el adiós a su padre, la muerte va con el contrato de la vida y ayer sábado 13 de diciembre despedíamos a uno de los hombres con más carisma del cine, a los 96 años.
Héctor Alterio llegó a España hace muchos años, muchos más de los que conservamos en la memoria colectiva, que tiene el don de acercar los momentos gloriosos y alejar del recuerdo los que dejaron heridas. Era el año 1975 y Héctor Alterio promocionaba en San Sebastián la película "La tregua" (1974), dirigida por Sergio Renán y basada en la novela de Mario Benedetti, cuando recibió la amenaza de muerte de la organización parapolicial terrorista Triple A (Alianza Anticomunista Argentina). “Usted será ejecutado en el lugar donde se lo encuentre”, le advirtieron, y ese incidente marcó el punto de partida de una nueva vida para Alterio que, sin saberlo, había llegado a España para quedarse.
La cinta fue un gran éxito que lo catapultó en España, aunque ya llevaba una larga trayectoria en su país. Su debut en los escenarios se produjo en 1948, cuando protagonizó 'Prohibido suicidarse en primavera', una obra escrita en 1937 por Alejandro Casona. Al finalizar sus estudios de arte dramático, creó la compañía Nuevo Teatro en 1950, que trabajó a pleno rendimiento hasta 1968. Sin embargo, la fama le llegó por sus trabajos en el cine, que empezaron en 1965 con 'Todo sol es amargo', de Alfredo Mathé. A ese título le seguirían otros como 'El santo de la espada' (1969), 'Argentino hasta la muerte' (1970), 'La maffia' (1971) o 'Los siete locos' (1972).
Un exilio familiar
El año 1975 empezó a escribirse un capítulo nuevo en la vida de Héctor Alterio, ya que el actor decidió no volver a su país, consiguió la nacionalidad española y al poco tiempo trajo a su familia a España: su mujer, Ángela Bacaicoa, más conocida como ‘Tita’ y psicoanalista de profesión, y sus hijos Ernesto, que tenía por aquel entonces 4 años de edad, y Malena, de apenas unos meses.
El primer refugio en Madrid de la familia Alterio Bacaicoa fue un hostal en la calle Bravo Murillo, en el barrio de Tetuán. Héctor y Ángela solían dar largos paseos con sus hijos muy pequeños, conociendo la ciudad que ya era su casa y yendo los domingos a El Rastro y El Retiro. Aquella amenaza de muerte marcó el exilio de Héctor a España desde su Argentina natal, y aquí se tejió una carrera que lo fue situando como una de las figuras imprescindibles del cine español.
Sus hijos: su gran legado
Detrás de él, sus hijos siguieron sus pasos en el mundo de la interpretación, convirtiendo a la familia en sinónimo de talento y elevando el apellido Alterio. Ernesto, por su parte, trabajó en películas como ‘El otro lado de la cama’ y ‘Días de fútbol’, títulos ambos que le dieron a conocer como uno de los imprescindibles en la escena cinematográfica, mientras Malena triunfaba con series icónicas como ‘Aquí no hay quien viva’ y, ya más recientemente, en ‘Griselda’, ‘Narcos: México’, y la aclamada ‘Que nadie duerma’. Una saga de actores que en cada trabajo ha mostrado su versatilidad, forjando un nombre clave en el cine y la televisión hispana.
Con más de 150 títulos en su haber y un sinfín de premios, entre los que están la Concha de Plata al mejor actor por ‘A un dios desconocido’, varios Cóndores de Plata y un Goya de honor de la Academia de Cine a su trayectoria, Héctor Alterio no se cansaba de trabajar, y así lo hizo hasta sus últimos días.
Pero si hay un título que nos guardamos en el corazón y la memoria y que fue candidata al Óscar a la mejor película de habla no inglesa es ‘El hijo de la novia’, donde Héctor Alterio nos enamoró con una interpretación magistral de talento y ternura y un carisma que era patrimonio personal del actor.
Su gran premio estaba en su hogar
Y, a pesar de su lista de premios, su éxito estaba en casa, junto a la mujer de su vida, a la que siempre profesó un amor inquebrantable a lo largo de los años, sus hijos, su nieta, Lola, sus amigos. “Con eso ya estoy pagado”, solía decir, en referencia a esa parte personal que nunca ocultó, pero que vivía en la intimidad.
Con motivo de la representación de su última obra, ‘Una pequeña historia’, Héctor contaba cómo deseaba que fuese su despedida: "Un final rápido, no doloroso, que no me dé ni cuenta, a dormir y sin que duela". Y así se fue, según reza el comunicado oficial de la familia tras su muerte el pasado sábado 13 de diciembre, donde comparten con el público que tanto le admiró que el padre, el marido y el actor se marchó de este plano de la vida “en paz”.






















