No es una exposición, es un viaje en el tiempo. Un recorrido que detiene las agujas del reloj y nos transporta a los años de esplendor de la Roma clásica y sus grandes emperadores. Cartier y los Mitos en los Museos Capitolinos (que se puede visitar hasta el 15 de marzo de 2026) es un original diálogo entre la alta joyería y la historia del arte.
O lo que es lo mismo: joyas para la eternidad combinadas con milenarias obras en mármoles ancestrales de la antigua Roma con un resultado que fascinó. Con una apuesta artística tan fuerte, para la presentación era imprescindible la presencia de lo más parecido a una diosa en la tierra. Y ahí hizo su gran aparición la quintaesencia del glamour italiano, Monica Bellucci (ella en sí misma ya es un mito).
La Bellucci, que no envejece, sino que petrifica su belleza, caminaba sobre los adoquines que en su día pisaron esas otras diosas descendidas del Olimpo y que ocupaban los grandes espacios de la exposición. Pero no estaba sola. Si Monica encarnaba a una Afrodita, el actor Rami Malek se erigía como un elegante Zeus, irradiando una sonrisa de presentes y futuros éxitos (quizás incluso el brillo de un Oscar por su actuación en Núremberg).
Pero había otra gran estrella en ascenso que pedía paso: Deva Cassel Bellucci, hija de Monica. La nueva princesa de la pantalla, que domina cinco idiomas y la pasarela, ya ha dado el salto a la actuación en la adaptación de El gatopardo. Un gesto valiente que demuestra que no teme a la sombra de los gigantes y que su verdadero desafío es mostrar que la belleza, cuando se combina con talento y un apellido icónico, es para ella el punto de partida. Esta constelación de estrellas brillaba con las creaciones de Cartier, y nos recordaba que el cine es nuestro panteón de mitos contemporáneos, y la joyería es el arte que captura esa aspiración a la eternidad en la luz y piedras preciosas.







