El expresidente francés Nicolas Sarkozy ha vuelto a ocupar titulares con la publicación de Diario de un prisionero, este miércoles 10 de diciembre. Su relato, íntimo y descarnado, cuenta cómo fueron los 21 días que pasó en la cárcel parisina de La Santé. La obra, editada por Fayard, se ha convertido en un fenómeno editorial desde su lanzamiento, con largas colas en librerías y un eco mediático que trasciende lo político para adentrarse en su lado más humano.
En apenas tres semanas, Sarkozy acumuló suficientes vivencias como para llenar las 212 páginas de un libro que ya es un éxito de ventas incluso antes de llegar a las librerías. Bajo el número de recluso 320.535, relata con detalle cómo transcurrieron aquellos días en La Santé, compartiendo espacio con “violadores, terroristas islamistas, asesinos y narcotraficantes”. Un entorno hostil que él describe con ironía como un “hotel barato, salvo por la puerta blindada y las rejas”.
El fenómeno editorial se reflejó también en la primera firma de ejemplares celebrada en la librería Lamartine de París, donde las colas fueron tan largas que llegaron a colapsar el barrio. Cientos de admiradores esperaron durante horas para conseguir una dedicatoria del expresidente, en un ambiente que mezclaba fervor ciudadano y curiosidad mediática. Entre los asistentes se dejaron ver dos políticos franceses, Benjamin Haddad, el viceministro para Europa, y Jeremy Redle, alcalde del distrito 16 de París, cuya presencia subrayó la dimensión política que rodea a Diario de un prisionero, donde incluso acusa a los jueces de actuar con motivaciones políticas para encarcelarle.
Sarkozy recuerda la dureza de su llegada, marcada por el estrépito nocturno de un recinto que nunca duerme y por la hostilidad de algunos reclusos. Su día a día era austero y repetitivo: se alimentaba únicamente de yogures y barritas de cereales, convencido de que era la única forma de evitar que manipularan su comida; se agachaba para afeitarse en la diminuta celda número 11, de apenas doce metros cuadrados; y se enfrentaba a una ducha que apenas dejaba caer un hilo de agua sobre un colchón “más duro que el del servicio militar”.
En medio de esa rutina, Sarkozy encontró refugio en el afecto que llegaba desde fuera. Más de 22.000 cartas le recordaban que no estaba solo: mensajes de ciudadanos anónimos conmovidos por su situación y también de figuras como el escritor Michel Houellebecq. Sin móvil ni tableta, y con severas restricciones para comunicarse por teléfono, se aferraba a la lectura de Le Figaro y L’Équipe, los únicos periódicos que pedía. Y entre tanta privación, hubo un pequeño respiro que él mismo celebra: la televisión de su celda le permitió seguir los partidos del PSG en Canal+, su equipo del alma.
Sin rastro de Carla Bruni, pero muy presente
La ausencia de Carla Bruni en la presentación de Diario de un prisionero no pasó desapercibida, pero la cantante y exprimera dama francesa quiso estar presente de otra manera. A través de sus redes sociales, compartió con sus casi millón y medio de seguidores cómo fueron los días de prisión de su marido. Un relato cargado de emoción, en el que confiesa el vacío en el corazón, la angustia constante y las noches sin sueño que vivió mientras él estaba encarcelado.
En su texto, Bruni subraya que la escritura fue el salvavidas de Sarkozy: “Escribiste como quien se obliga a respirar, para no volverte loco, para no caer en la oscuridad, para no morir de indignación y rabia”. Para ella, el libro es mucho más que un testimonio político: es una obra de humanidad y ternura, un tesoro de sensatez y vitalidad que refleja la lucha interior de Sarkozy y su necesidad de mantenerse conectado con el mundo, con su familia y con quienes lo aman.
“Este libro es una urgencia, una especie de necesidad; te permitió conservar el vínculo con tu alma, con tu existencia, con tu familia, con quienes te aman, e incluso con los demás”, expresó la cantante en su mensaje. Y concluyó con una frase que resume a la perfección el espíritu de la obra: “Este libro es una maravilla de humanidad y ternura, un verdadero tesoro de sensatez y vitalidad, de profundidad y sabiduría”.
Carla, quien se casó con Sarkozy el 2 de febrero de 2008 y que ha encontrado refugio en la música y en su hija Giulia, ha sido el rostro sereno de esta difícil etapa. Durante el proceso judicial acompañó a su marido en el tribunal y compartió mensajes de resiliencia y amor, recordando que “el odio no ganará”. Su apoyo se ha convertido en un pilar fundamental, aportando la dimensión íntima y familiar que rodea a Diario de un prisionero.
Por qué entró en prisión y qué ocurrió con su familia
El 21 de octubre de 2025, Nicolas Sarkozy ingresó en la prisión parisina de La Santé tras ser condenado a cinco años de cárcel por corrupción y financiación ilegal de su campaña presidencial de 2007 con fondos procedentes del régimen libio de Muamar Gadafi. Aunque la sentencia era más larga, su estancia se limitó a tres semanas, hasta el 10 de noviembre, cuando fue liberado bajo control judicial con la condición de no abandonar el país ni mantener contacto con personas implicadas en el proceso.
Durante aquellos días de encierro, la vida de Sarkozy siguió transformándose más allá de los muros de La Santé. Apenas tres jornadas después de su ingreso, su hijo Louis Sarkozy se convirtió en padre y dio la bienvenida a su primer hijo, Sylla Nicolas Sarkozy. El expresidente vivió desde su celda la emoción de convertirse en abuelo, un acontecimiento que recuerda en su libro como uno de los momentos más significativos de aquella etapa.
Louis, el único hijo que Sarkozy tuvo con su segunda esposa, Cécilia Attias, no solo le dio la alegría de convertirlo en abuelo, sino que también decidió seguir los pasos de su padre en política. Durante el tiempo en que el expresidente permanecía entre rejas, Louis anunció su candidatura a las elecciones municipales francesas, previstas en dos vueltas —como marca la tradición en el país galo— los días 15 y 22 de marzo de 2026. El joven ha elegido Menton, una ciudad costera de unos 30.000 habitantes situada en la frontera italiana con Mónaco, como el lugar para iniciar su carrera pública.
Así, mientras Sarkozy vivía la dureza del encierro, su hijo comenzaba a escribir su propia historia política, un contraste que refleja la crudeza de la prisión frente a la continuidad de la vida familiar, que avanzaba con nuevos retos y esperanzas incluso en su ausencia.
El reencuentro con Carla Bruni y sus hijos tras su puesta en libertad fue especialmente emotivo. La familia celebró con una cena en el restaurante Le Flandrin de París, donde fueron recibidos con una ovación espontánea de los presentes. Para Sarkozy, ese momento simbolizó la fuerza de los lazos familiares y el apoyo incondicional que lo sostuvo durante su breve pero intenso paso por prisión.
En las últimas páginas, el expresidente llega incluso a compararse con el caso Dreyfus, el militar francés condenado injustamente por espionaje, y acusa a los jueces de actuar con motivaciones políticas. Un final que refleja la mezcla de indignación y desafío con la que Sarkozy afronta esta etapa de su vida.


















