Falta de documentación. O ausencia absoluta de ella. Bertín Osborne es contundente. Y categórico. Ni pone a la venta una mansión de mil metros cuadrados, ni se ha valorado en 4,5 millones de euros, ni está en La Florida, ni está especulando, ni está buscando comprador, ni se puede ver en el Idealista, ni mobiliario de lujo y última tecnología. Todo falso. “Mentira”. Nada de eso es, ni está pasando. Ni tampoco es posible que suceda en un futurible cercano. O lejano. Nada. Y todo, sencillamente, porque esa casa, que sí, que existe, no es de Bertín Osborne. No le pertenece.
La noticia, como todo aquello que tiene que ver con el cantante de Como un vagabundo, se hacía viral en cuestión de minutos. Un clickbait de manual. Porque Bertín, para bien o para mal —incluso mejor para mal, que la negatividad de las informaciones se estudia en las universidades de Periodismo—, tiene tirón. Todo lo que le rodea puede ser susceptible de noticia. Ya sean verdades como templos, ya sea buscándole tres pies al gato y haciendo retruécanos con sus declaraciones o, en este caso, echando mano de errores o informaciones incompletas, que no seremos nosotros quienes digamos que se actúa de mala fe. Pero sí que, con cuatro trazos, hay veces que se pueden construir buenas historias. Otra cosa es que sean ciertas. Ya sabes “no dejes que la realidad te destroce un buen titular” ¿no? Pero es que a veces la falsedad es muy fácil de demostrar. Basta con ir a la fuente. O al Registro de la Propiedad, vaya.
Que el titular era demoledor. “Bertín Osborne pone a la venta su casa” y los detalles que se daban a continuación tenían toda la verosimilitud del mundo. Que si se trata de la vivienda en la que rodaron diferentes capítulos del programa Mi casa es la tuyaque si se ubica en La Florida, una de las colonias más exclusivas del norte de la capital, que si tiene más de mil metros de vivienda construidos, que si posee todo tipo de comodidades y la última tecnología, que si cuenta con una parcela de 2.500 metros, con una master-suite de 44 metros cuadrados con baño completo, dos vestidores independientes, una cocina enorme (que la veíamos en la tele) un jardín, una piscina… Otra cosa muy distinta es que, siendo todo esto cierto, respondiera a la verdad última (o primigenia).
Y es que esa casa no es de Bertín. Nunca ha sido suya. Ni antes, ni durante, ni después. Fin. Ergo, tampoco responde tampoco a ningún movimiento especulativo, ni se produce tras un acuerdo de manutención con la madre de su hijo Arian David, Gabriela Guillén… Nada. Es más, Bertín ya no entra a seguir ahondando en explicaciones que, ya saben, si aclaras, oscureces. “Ni idea de ese tema”, dice el artista. “Esa casa no es mía”. Y la apostilla no deja resquicio a la duda.








