El expresidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy (70), ha transformado la vivencia más dura de su vida en un testimonio personal en tiempo récord. El próximo 10 de diciembre publicará 'Le journal d'un prisonnier' (El diario de un prisionero), un libro editado por Fayard en el que relata, en primera persona, los 21 días que pasó recluido en la prisión parisina de La Santé. Ahora, el exmandatario ha aprovechado su breve, pero intensa, estancia para la introspección.
La entrada en prisión de Sarkozy, el pasado 21 de octubre, fue un acontecimiento sin precedentes en la historia reciente de Francia. Condenado a cinco años de cárcel y una multa de 100.000 euros por la financiación ilegal de su campaña de 2007 con fondos del régimen libio de Muamar Gadafi.
A pesar de que su encierro se limitó a tres semanas, tiempo en el que le acompañaron diez fotografías de su familia y la lectura de El conde de Montecristo y El Jesús de la historia, el exjefe de Estado reflexiona sobre la dureza del aislamiento, donde, paradójicamente, logró fortalecer su mundo interior. En el prólogo de su obra, avanza el tono sincero y crudo de su relato: “En prisión no hay nada que ver ni nada que hacer. Olvido el silencio que no existe en La Santé, donde hay mucho que oír. El ruido, lamentablemente, es constante. Pero, como en el desierto, la vida interior se fortalece en prisión”.
Desde su celda de nueve metros, Sarkozy también fue objeto de amenazas de muerte y hostigamiento, confirmando que la experiencia no estuvo exenta de riesgos. El miedo a "bromas pesadas o algo peor" por parte de otros reclusos llevó al expresidente a alimentarse solo de yogur durante sus veinte días de encierro, desconfiando hasta del estado de la comida. La tensión de su situación quedó patente durante la vista celebrada por el Tribunal de Apelación para solicitar su puesta en libertad. Pálido y visiblemente cansado, vestido con una chaqueta azul y suéter negro, Sarkozy se conectó por videoconferencia desde la sala de visitas número 3 de la cárcel y compartió unas amargas declaraciones sobre su realidad:
“Jamás imaginé que a los 70 años estaría en prisión. Esta terrible experiencia me fue impuesta, la viví. Es duro, muy duro, sin duda para todos los reclusos, y solo la humanidad del personal penitenciario ha hecho soportable esta pesadilla”.
En la sala del tribunal, su esposa Carla Bruni y sus hijos Jean y Pierre le brindaron su apoyo incondicional. Además, en esa misma conexión, el exmandatario se defendió con vehemencia ante el Tribunal: “Sé que este no es el lugar para discutir el fondo del asunto, pero jamás se me ocurrió pedirle financiación a Gadafi. Escapar de la justicia significaría confesar, y jamás confesaré algo que no he hecho”.
El primer plan tras su puesta en libertad
Finalmente, el 10 de noviembre, el tribunal estimó su solicitud de libertad vigilada al no apreciar riesgo de fuga ni de destrucción de pruebas. Cuatro horas después, abandonó la prisión, siendo el primer expresidente francés en hacerlo. El reencuentro con su familia fue emotivo, siendo su mujer, Carla Bruni, su pilar principal durante todo el proceso. Tras la primera noche en libertad, el matrimonio no dudó en retomar la normalidad con una romántica salida para dos en Le Flandrin, uno de los restaurantes favoritos de las élites parisinas, donde fueron recibidos con una ovación espontánea por parte de los comensales.
A su salida de La Santé, Sarkozy compartió su gratitud con sus seguidores: “Al recuperar mi libertad y a mi familia, quiero expresar mi gratitud a todos los que me escribieron, me apoyaron y me defendieron. Sus miles de mensajes me han conmovido profundamente y me han dado la fuerza para sobrellevar esta dura prueba”. Además, sentenció con firmeza que "se ha aplicado la ley".
El expresidente ha retomado sus rutinas y, a la espera del juicio de apelación que se celebrará en la primavera de 2026, tiene claro su objetivo: “Mi energía está centrada exclusivamente en demostrar mi inocencia. La verdad prevalecerá. Es una lección que nos enseña la vida. El final de la historia aún está por escribirse”.
Además de preparar su defensa y contestar las cientos de cartas de apoyo que recibió diariamente en la cárcel, ahora tendrá tiempo para disfrutar de la reciente paternidad de su hijo Louis. Sus familiares han cerrado filas en esta etapa complicada y a ellos dedicará, con toda seguridad, gran parte de su tiempo. Su mujer y sus hijos Pierre, Jean y Giulia lo esperaban en casa cuando regresó de La Santé. Louis Sarkozy no pudo unirse, probablemente porque está volcado en su reciente paternidad. Y es que cuando el expresidente llevaba tres días en prisión, se convirtió en abuelo de Sylla Nicolas Sarkozy, un niño con el que a partir de ahora podrá compartir todo el tiempo que quiera y que llenará de magia las próximas navidades.
Carla Bruni, su mayor apoyo
Cuando el destino marcó el 21 de octubre como la fecha para el ingreso de Nicolas Sarkozy en la prisión de La Santé, todas las miradas se dirigieron, inevitablemente, a su esposa, Carla Bruni. La ex Primera Dama, con quien comparte diecisiete años de matrimonio, se ha convertido en el rostro sereno que afronta el golpe más duro que ha recibido la pareja en su vida política y personal. Desde el momento del veredicto, ella ha sido la voz de la resiliencia familiar, desafiando la injusticia con un mensaje claro y conciso: "El amor es la respuesta", acompañado del hashtag "el odio no ganará".
Quienes conocen de cerca a la artista, aseguran que Carla ha buscado refugio en su música, en el cariño de su hija Giulia, en su madre y en el círculo de amigos más íntimo. En un gesto cargado de una inmensa ternura, la cantante compartió un vídeo casero en redes sociales donde, guitarra en mano, le dedicaba a su marido la célebre canción Let it be. En aquel momento de calma doméstica, que demostraba su unión absoluta, se la escuchaba preguntar con dulzura: “¿Puedo tocarte una canción, mi amor?”, a lo que él respondía: “El placer es mío". Una muestra de cómo el idilio que nació en 2007 como un "flechazo" —que ella describió porque él la sedujo con su: "Su aspecto, su encanto y su inteligencia”— se ha fortalecido ante la adversidad.
Ahora, con Sarkozy fuera y publicando su diario, Carla asume el papel de compañera de reclusión, madre protectora de la "banda Sarkozy" y apoyo firme en la apelación, mientras él afirmaba: "Dormiré en prisión, pero con la cabeza bien alta. Esta injusticia es un escándalo”. Si bien hace años la exmodelo sentenció que su carrera como Primera Dama “no había sido positiva para mi carrera musical” al empezar a ser vista como una política, hoy ha regresado a la composición, encontrando en ella un espacio vital de refugio y expresión.

















