No sé si es porque estoy más blandita de la cuenta, pero últimamente reflexiono mucho sobre cómo debería ser la amistad verdadera y este fin de semana Dani Martín me ha dado la respuesta.
En plena cima profesional, ante un Movistar Arena a reventar, el cantante ha tenido la delicadeza de no olvidarse de lo verdaderamente importante: el dolor de dos de sus mejores amigos, el músico Raúl Gutiérrez, más conocido como Rulo, y María Amaro, que acaban de perder a su hijo Andy, de tan solo tres años.
Y lo ha hecho sin ruido. A través de un emotivo cartel con un corazón en el que se lee Andy en rojo y "esta gira está dedicada a la memoria de Andy Gutiérrez Amaro, nuestro ángel favorito", y subiendo al escenario al hijo mayor de la pareja, Oliver.
Junto a él ha cantado Volverá, protagonizando un momento que, a más de uno, y me incluyo, nos ha hecho llorar. Mientras el niño tocaba emocionado, Dani le miraba de reojo con un amor que las palabras no alcanzan a explicar.
Le estaba regalando una experiencia inolvidable, haciéndole el niño más feliz del planeta y, por consiguiente, haciendo feliz a sus grandes amigos. Haciendo que ellos volvieran a sentir que la vida sigue siendo bonita aunque a veces se despiste.
Pasaron muchas más cosas sobre el escenario, pero yo me quedo con este instante fugaz que refleja la belleza de la amistad más pura. Una amistad forjada hace años, gracias a María, pareja de Rulo y jefa de la oficina de Dani.
Una amistad entre dos grandes artistas que, fuera del escenario, son simplemente dos amigos de los buenos, de los que siempre están y estarán.
Por desgracia, no todo puede empezar siempre de cero, pero ejemplos así demuestran que tener un buen amigo cerca, aunque solo sea uno, es la verdadera suerte de la vida.







