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Es Tendencia

Roberto Verino nos descubre su faceta más desconocida como bodeguero: "He aprendido a no trabajar para gustar"


El diseñador del vino, entre costuras y barricas


Roberto Verino en sus viñedos de Monterrei
Luis NemolatoDirector especiales ¡HOLA!
13 de noviembre de 2025 - 9:47 CET

Brad Pitt, Gerard Depardieu, George Clooney, Sarah Jessica Parker, Madonna, Beckham, Julio Iglesias, Arguiñano… y Roberto Verino. Y sin menoscabo de todos ellos, oyes hablar al gallego y te dices a ti mismo: “Es que… era obvio. Mucho estaba tardando…”. Porque “los ocres, los burdeos, los tonos de tierra y de hoja” estaban en sus colecciones y “son colores con alma, con peso, con vida”; porque, como sus patrones estructurados y la finura y limpieza de sus cortes, sus caldos cuentan de donde viene, de esa Galicia que lleva dentro, “sobria, honesta, hermosa en su discreción”, que no regala vinos como “el Godello, que es elegancia contenida” o el “Mencía, que es carácter”; porque lo suyo ha sido comprender la naturaleza de los tejidos y dejar que se expresen para dar lo mejor de sí, el volumen, la caída… ¿cómo no hacerlo con los racimos de uvas?; porque con sus diseños apela a la emoción, a embriagar los sentidos y ¿qué decir del verbo “embriagar”?; porque el que busca darse un lujo con una prenda de Verino sabe perfectamente que lo va a encontrar lacrado dentro de una botella: la fortaleza y eternidad de lo sencillo.

Roberto Verino en sus viñedos de Monterrei© Cortesía de Roberto Verino
Roberto Verino en sus viñedos de Monterrei

En resumidas cuentas, ¿cómo Roberto Verino no se iba a dedicar al vino? Ya no es solo diseñador. Perdón, ya no es solo un maestro de la moda, consagrado en el encanto de la sofisticación sin esfuerzo, sino que también es bodeguero. Descubrimos esa “nueva” faceta del de Verín que de “nueva” solo tiene la demarcación en el tiempo. Porque toda esa sabiduría que ha aprendido con los años, ese bouquet del savoir faire con discreción y esa sensibilidad que llevaba impresa a fuego en su alma, la invierte ahora en sus viñedos de Monterrei. “Gargalo —dice de su cantina— es mi raíz, mi refugio y mi legado. Es donde todo cobra sentido”.

¿Hacer vino no es muy distinto de hacer prendas. ¿Cuál es el hilo invisible que une la aguja de coser con la tijera para vendimiar?

El hilo invisible es el respeto por el proceso y por la materia prima. En ambos casos se trata de crear algo que emocione, que tenga alma. Ya sea un tejido o una uva, lo importante es comprender su naturaleza y dejar que se exprese sin forzarla.

Ambos mundos, moda y vino, “requieren paciencia, respeto y amor por lo que se hace”. ¿Cuál de ellos es más agradecido? ¿O cuál más díscolo o indómito?

El vino es más imprevisible, depende de la tierra, del clima, de factores que escapan a nuestro control. La moda, en cambio, es más disciplinada, pero también más volátil. Quizás el vino sea más sincero; la moda, más exigente.

"Del vino se aprende todo eso a la vez. Te conecta con la memoria de quienes lo cultivaron antes que tú, te enseña a tener paciencia y, al mismo tiempo, a proyectar hacia adelante", afirma© Cortesía de Roberto Verino
"Del vino se aprende todo eso a la vez. Te conecta con la memoria de quienes lo cultivaron antes que tú, te enseña a tener paciencia y, al mismo tiempo, a proyectar hacia adelante", afirma

Si la moda te enseña a “escuchar el presente”, ¿del vino se aprende la memoria del pasado, la vocación de eternidad o la proyección del futuro?

Del vino se aprende todo eso a la vez. Te conecta con la memoria de quienes lo cultivaron antes que tú, te enseña a tener paciencia y, al mismo tiempo, a proyectar hacia adelante. Es un ejercicio de humildad y de confianza en el tiempo.

¿El pasajero de la moda tiene la misma capacidad de despertar recuerdos que una copa de vino?

Sí, aunque de manera diferente. Un vestido puede evocarte un momento de tu vida, una emoción, una persona. Un vino, en cambio, despierta los sentidos y te devuelve al origen. Ambos apelan a la memoria sensorial, a la emoción.

Dices que te consideras un aprendiz a los 80 años. ¿Qué has descubierto recientemente en la vid que te ha sorprendido más que cualquier tendencia de pasarela?

He descubierto que la viña te habla, pero solo si aprendes a escucharla. Cada cepa tiene su carácter, su historia. En la moda aprendí a observar; en la vid, a esperar.

Si un vestido es “un relato de raíces”, ¿qué cuenta de tu identidad gallega el Godello o el Mencía que cultivas en Monterrei?

Cuentan de dónde vengo: una tierra sobria, honesta, hermosa en su discreción. El Godello es elegancia contenida; el Mencía, carácter. Ambos reflejan esa Galicia que llevo dentro.

Media Image© Cortesía de Roberto Verino

¿La excelencia es más fácil de encontrar en un tejido bien cortado o en una vendimia perfecta?

En ninguno de los dos. La excelencia nunca es fácil. Pero cuando llega, se reconoce sin necesidad de palabras.

¿No te genera una presión añadida estar siempre expuesto al juicio de los demás en mundos tan sensoriales?

He aprendido a no trabajar para gustar, sino para ser fiel a mí mismo. La crítica forma parte del camino, pero lo que permanece es la coherencia.

¿La bodega nació por pasión o como una forma de terapia?

Por ambas. El vino me ha enseñado a valorar el tiempo, a saborear los procesos. Me dio una calma que la moda, por su ritmo, no siempre permite.

                               © Cortesía de Roberto Verino

¿Qué te permite decir el vino que no podías expresar con la moda?

El vino me permite hablar del silencio, del origen, de la tierra. En la moda me expreso a través de las formas; en el vino, a través del alma.

Eso de textura, cuerpo, buqué... ¿también se ve en tus diseños?

Siempre ha estado ahí. La textura de un tejido o la estructura de una prenda no son tan distintas del cuerpo de un vino. Ambos buscan equilibrio y armonía.

¿Por qué tantos artistas sucumben al vino? ¿Es el lujo último o la vuelta a la esencia?

Sin duda, la vuelta a la esencia. El vino te recuerda que el verdadero lujo está en lo sencillo, en lo auténtico.

¿Tu prestigio en la moda te abrió puertas o generó escepticismo en el mundo del vino?

Ambas cosas. El reconocimiento ayuda, pero en el vino hay que ganarse el respeto desde cero. Es un mundo que exige verdad.

"Volver a empezar de cero es un ejercicio de humildad maravilloso. Volver a ser aprendiz te mantiene vivo"

Media Image© Cortesía de Roberto Verino

¿Cómo es empezar casi de cero cuando se está en la cima de otro mundo?

Es un ejercicio de humildad maravilloso. Volver a ser aprendiz te mantiene vivo.

¿Cómo se traduce tu máxima de tradición e innovación en el vino?

Buscamos respetar la esencia del terroir, pero con una mirada contemporánea. Igual que en la moda: tradición sin nostalgia, innovación sin ruptura.

¿Qué colección te ha provocado la misma emoción que un buen vino?

Quizás la primera. Porque todo primer logro lleva el sabor de la ilusión y el vértigo del inicio.

¿Cuál es la hora ideal para catar y para diseñar?

Para catar, el mediodía, cuando la luz es más honesta. Para diseñar, la noche, cuando las ideas maduran en silencio.

¿Hay colores del vino que se hayan colado en tus colecciones?

Sí, los ocres, los burdeos, los tonos de tierra y de hoja. Son colores con alma, con peso, con vida.

Su marca Gargalo es elaborada en Galicia © Cortesía de Roberto Verino
Su marca Gargalo es elaborada en Galicia

¿Cuál es la historia que aún te obsesiona y que ni la tela ni la uva han logrado narrar?

La historia de la belleza sencilla. Esa que no necesita adornos para emocionar.

¿Como consumidor, prefieres un vino robusto o fresco? ¿Y como productor?

Depende del momento. Como consumidor, me atrae la elegancia atlántica. Como productor, el reto es encontrar el equilibrio entre fuerza y sutileza.

¿El equilibrio entre ambos mundos te define?

Sí, absolutamente. Es ese equilibrio entre la tierra y la idea, entre la mano y el alma, lo que me sostiene.

¿Qué significa Gargalo en tu vida?

Gargalo es mi raíz, mi refugio y mi legado. Es donde todo tiene sentido.

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