Diez días después de que Isabel Preysler presentara Mi verdadera historia, sus esperadas memorias, la primera reacción significativa ha llegado desde el entorno familiar de Mario Vargas Llosa. Álvaro, el hijo mayor del Premio Nobel peruano, ha concedido una entrevista a El País en la que, sin mencionar directamente el libro de la socialité, ofrece una visión íntima de los últimos meses de vida de su padre.
La coincidencia no pasó desapercibida. El 22 de octubre, mientras Isabel Preysler reunía a más de un centenar de periodistas en el hotel Ritz de Madrid para presentar su autobiografía, Álvaro se encontraba en Cáceres inaugurando la VI Bienal Mario Vargas Llosa, celebrada por primera vez en España. Allí, ante las preguntas sobre el libro, se mostró evasivo. Ahora, en cambio, su relato es diferente: habla abiertamente de la enfermedad de su padre, del reencuentro familiar y de los gestos cotidianos que marcaron su despedida.
En Mi verdadera historia, Isabel Preysler dedica un capítulo completo a su relación con Vargas Llosa, que se prolongó entre 2015 y 2022. “Lo más importante que tengo que comentar sobre esa relación es desmentir todas las falsedades que se han dicho”, declaró en una entrevista a ¡HOLA! con motivo del lanzamiento. En ese último capítulo, reproduce varias cartas de amor que el escritor le escribió durante su noviazgo y defiende su publicación como testimonio directo: “Esas cartas reflejan la realidad de mi historia con Mario, sin intermediarios ni interpretaciones. Ahí están las cartas, y que el lector decida”. Durante la presentación oficial, acompañada por su hija Tamara Falcó, Preysler quiso despejar cualquier polémica sobre el momento elegido para compartirlas: “No he esperado a que falleciera. Las cartas son mías y puedo publicarlas”, afirmó con firmeza.
Aunque Álvaro no entra en polémicas durante su entrevista, sí reivindica otra narrativa: la de la familia reunida en torno a Vargas Llosa, la reconciliación con su madre Patricia Llosa y los momentos de intimidad que marcaron el final de la vida del escritor, quien falleció el pasado 14 de abril. “Siempre fuimos una familia, pero en ese tiempo nos convertimos en una tribu”, confiesa. “Aunque viviéramos desperdigados por el mundo, todos convergíamos hacia él”, asegura.
El momento más conmovedor, reconoce, fue el reencuentro entre sus padres. “La reconciliación con mi madre fue lo más hermoso que ocurrió en la etapa final de su vida”, afirma. Para Álvaro, fue un acto de amor silencioso, limitado por el deterioro físico y mental del escritor, pero no por ello menos elocuente. "Ya no se podía expresar de la misma manera que antes", recuerda su hijo, porque ya se encontraba en "aquella cárcel que lo limitaba esencialmente y mentalmente". Según su primogénito, sus gestos hablaban por él y transmitía gratitud y ternura, además de una deuda emocional que necesitaba saldar. Patricia, su madre, respondió con generosidad "estaba muy conmovida".
También recuerda los paseos diarios que daba con su padre como “una forma de ayudarle a morir feliz”. Era una especie de rutina que compartían todos los días, cuando llegaban las dos de la tarde y "acabábamos de comer, y ya quería salir. Era el momento cumbre del día”, recuerda con nostalgia.
Sobre la última novela que escribió el Nobel, Le dedico mi silencio, Álvaro confirma que fue escrita “en perfecto estado de memoria”. Después, Vargas Llosa intentó iniciar un ensayo sobre Sartre, pero ya no pudo. “Me di cuenta de que eso no ocurriría”, confiesa.
La entrevista también deja espacio para una reflexión sobre los medios. Sin hacer alusiones directas, Álvaro reconoce su escaso aprecio hacia lo que denomina “prensa del corazón”, pero prefiere no hablar "mal de los colegas" porque él también es periodista. Tal vez el tratamiento mediático de la relación entre su padre e Isabel Preysler durante los ocho años que estuvieron juntos, tenga mucho que ver con este 'resentimiento' que pueden destilar sus palabras. Lo cierto es que en este cruce de relatos, la figura de Mario Vargas Llosa emerge como el centro de dos memorias: la íntima y familiar, tejida por su hijo, y la sentimental y pública, narrada por Isabel Preysler. Dos versiones que conviven, aunque no se reconcilien, y que revelan desde ángulos distintos la vida de uno de los escritores más famosos de los últimos tiempos.













