Guiza vivió anoche una de las veladas más deslumbrantes de su historia reciente. Bajo el cielo estrellado de Egipto, entre las majestuosas pirámides de Keops, Kefrén y Micerino, el país celebró la esperada inauguración del Gran Museo Egipcio (GEM), un megaproyecto faraónico que llevaba más de 20 años gestándose. La ceremonia combinó tecnología punta con referencias al Antiguo Egipto en un espectáculo visual sin precedentes: cientos de drones y espectáculo pirotécnico iluminaron el cielo, mientras una orquesta amenizaba el acto y actores caracterizados como antiguos egipcios escoltaban el recorrido de los invitados.
La ceremonia comenzó alrededor de las 19:00 hora local con la llegada de los invitados de honor al recinto exterior del museo, entre ellos 39 jefes de Estado, reyes y príncipes, como Felipe VI en representación de España, Felipe de Bélgica, Rania de Jordania o Mary de Dinamarca, además de delegaciones de otros 40 países. Unos ultraligeros sobrevolaron el recinto con el mensaje “Bienvenidos a la tierra de la paz”, mientras los líderes posaban para la foto de familia antes de ingresar al escenario principal de la celebración.
El presidente egpicio, Abdelfatah Al Sisi, anfitrión de la noche, quiso imprimir al evento una dimensión internacional. “Estamos escribiendo un nuevo capítulo de la historia del presente y del futuro de este antiguo país”, proclamó ante una audiencia global que seguía en tiempo real la ceremonia de inauguración. Además, quiso resaltar la importancia de este museo, que "debe ser el faro para quienes creen en la vida y en el valor de la cultura", señaló. Acto seguido, colocó simbólicamente la última piedra del edificio, que se iluminó como símbolo de futuro.
La ceremonia, retransmitida en directo y conectada con ciudades como Tokio, París, Río de Janeiro y Nueva York, arrancó con una orquesta japonesa —país que financió parte del proyecto— y continuó con enlaces a enclaves emblemáticos de Egipto: Luxor, Asuán, el barrio copto de El Cairo y el corazón islámico de la capital. Todo bajo la premisa de que “el poder se mide en ideas, no en armas”.
Uno de los momentos más impactantes fue el espectáculo pirotécnico, que iluminó el cielo de Guiza con fuegos artificiales sincronizados con música y proyecciones aéreas. Las explosiones de luz se reflejaban sobre la fachada del museo y las pirámides, creando una atmósfera mágica que evocaba la grandeza de los faraones. Sin duda, este espectáculo visual fue apoteósico. Cientos de drones dibujaron en el cielo nocturno figuras de dioses como Isis y Osiris, pirámides flotantes, los colosos de Ramsés II, las barcas de Keops o la palabra PEACE aparecieron flotando en el cielo de la noche egipcia.
La música en directo acompañó cada escena y el cierre lo protagonizó la imagen de la máscara de Tutankamón proyectada sobre Guiza, seguida de una lluvia de fuegos artificiales que iluminó las pirámides y la fachada del GEM. De hecho, su máscara mortuoria de oro puro y el resto de su ajuar funerario se exhibirán de ahora en adelante en el Gran Museo Egipcio como pieza central en la historia de la egiptología. Después de semejante espectáculo, comenzó la visita privada de las autoridades al museo, fuera de la vista del público.
Pero más allá del espectáculo, el GEM representa un renacimiento cultural para Egipto. Situado a apenas dos kilómetros de las pirámides, en la orilla occidental del Nilo, el museo ocupa 500.000 metros cuadrados —el doble que el Louvre y dos veces y medio más que el Museo Británico— y alberga más de 100.000 vestigios del Antiguo Egipto, lo que lo convierte en el mayor museo del mundo dedicado a una sola civilización. Entre sus joyas, destaca la colección completa de Tutankamón, descubierta en 1922 en una tumba intacta del Valle de los Reyes. Sus cerca de 5.000 objetos funerarios se reúnen por primera vez en un mismo espacio, con la máscara mortuoria de oro como pieza central.
El ministro de Turismo y Antigüedades, Sherif Fathi, estimó que el GEM podría atraer hasta cinco millones de visitantes al año, consolidando a Egipto como referencia mundial del turismo cultural, del que depende en gran parte su economía. La entrada costará entre tres y 26 euros para adultos extranjeros, y el museo abrirá al público el próximo 4 de noviembre.
Sin duda, la ceremonia de anoche dejó imágenes para el recuerdo: el juego de luces sobre la fachada, la estatua de 11 metros de Ramsés II dando la bienvenida, y los drones sobrevolando la meseta de Guiza como si fueran mensajeros de los antiguos dioses. Una noche en la que los faraones volvieron a reinar, esta vez entre flashes, diplomacia y ovaciones.

























