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Del legado del diseñador al poder de la vulnerabilidad

Fabio Mancini, el 'top model' convertido en budista: "Armani fue capaz de reconocer mi sensibilidad"


Fue la imagen de Giorgio Armani durante 20 años, su modelo fetiche, hoy desde el budismo ayuda a chavales con problemas


Image© @fabiomancini
Luis NemolatoDirector especiales ¡HOLA!
20 de octubre de 2025 - 18:50 CEST

Un rey le enseñó a caminar. Y un santo, a perdonar. Fabio Mancini se convirtió con 18 años en el rostro de Armani en el mundo. Sus ojos felinos devoraban la cámara y sobre la pasarela, se movía como un tigre bengalí: elegante y flemático, salvaje y pendenciero… Con un rostro tan preciso que parecía cortado con cutter y cartabón, fue durante dos décadas uno de los supermodelos más cotizados de la industria sin hablar de que su nombre aparece ya para siempre entre los 25 hombres más sexys de todos los tiempos. Pero todo eso pasó. Y la moda forma parte ya de su pasado. Hubo un punto, no hace mucho tampoco, en que decidió parar en seco. O mejor dicho, ir hacia adelante, sí, pero haciendo un viaje interior. De reencuentro, de reequilibrio, de introspección. Y encontró la senda en el budismo y de la mano del Dalai Lama, su director espiritual. Porque, había cosas —muchas— que sanar, que la belleza no es siempre un salvoconducto a la felicidad sino que a veces muta en un don amargo, solitario y autocomplaciente. Por un lado, Fabio buscó reencontrarse con su padre, con el biológico. Lo hizo a través de un libro 108 volte mi perdono. Dalla solitudine delle apparenze alla pienezza(Me perdono 108 veces. De la soledad de la apariencia a la plenitud). Y por otro, devolver a chavales que necesitan de un faro que los oriente, aquello que él sí tuvo la suerte de aprender a través de su padre adoptivo, il re Giorgio cuando se encontró en esa misma situación de oscuridad y desconcierto. Ese es su actual propósito vital, su proyecto educativo Fabio Mancini European School Project, con el que visita escuelas y universidades de todo el mundo para dar soporte psicológico y formación a adolescentes con problemas. 

Media Image© @fabiomancini

Hablamos con Fabio Mancini porque nadie mejor que él conoció a Giorgio Armani y porque sus palabras conmovieron y paralizaron toda Italia cuando la noticia de su desaparición aún nos tenía conmocionados en medio mundo. El maestro de Piacenza había sido su segundo padre y él lo llamaba de usted con una mezcla de amor y respeto tan equilibrada y emocionante como exótica es la mezcla de la sangre que corre por sus venas: mitad india, mitad pugliese. "Junto a Usted he pasado la mitad de mi vida – dijo mirando a cámara por televisión– Con Usted he conocido el valor del trabajo, de la puntualidad y del estajanovismo. Gracias a Usted he viajado por el mundo donde he conocido nuevas ciudades, tantas culturas y personas nuevas. Gracias a Usted me he enamorado por primera vez, descubriendo el significado de la palabra amor. Por Usted he tomado decisiones en las que el valor del dinero no tenía valor. Con Usted y sus palabras me he acunado en el recuerdo de un padre que no estaba y me faltaba en aquellos años. Con Usted he aprendido a escribir cartas volcando sentimientos sin vergüenza. Con Usted hoy, se va una parte de mí. Gracias a Usted, Señor Armani". Contactamos como él y cuando parecía volver a recomponerse, Fabio perdía a su abuelo, el hombre que se ocupó de él cuando solo era un muchachito antes de emprender su viaje al Norte, a Milán. De ahí que esta entrevista haya tardado en ver la luz. Tenía que encontrar esa llama con la que desvanecer la penumbra. Si leen sus palabras, claramente sabrán de dónde saca la energía: está en su corazón.

Media Image© @fabiomancini
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Fabio, ¿cómo os conocisteis el Señor Armani y tú? ¿Cómo fue ese primer encuentro?

Tenía 18 años cuando en la calle Montenapoleone en Milán me crucé por primera vez con la mirada del Señor Armani, que estaba en una sesión de fotos con algunos fans al otro lado de la calle. Solo 500 metros después, uno de sus colaboradores más cercanos me alcanzó, enviado directamente por el maestro para preguntar por mi profesión y si estaría interesado en ser uno de sus modelos.

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Durante más de 50 años, Armani ha sido parte de la memoria cultural del siglo XX y XXI. Lo hemos visto en pasarelas, en cientos de fotografías... Le debemos parte del mundo que conocemos. Y, al mismo tiempo, fue tu segundo padre. ¿Cómo era de cerca? ¿Qué te enseñó? ¿Cómo te protegió?

Tener la conciencia de haber formado la mitad de su historia entre pasarelas en todo el mundo y haber sido rostro de tantas de sus campañas publicitarias más icónicas es hoy un gran privilegio, pero sobre todo una gran responsabilidad que trato de llevar a cada una de mis apariciones mediáticas, en televisión y redes. Gentileza, respeto, estajanovismo y, sobre todo, valores, son la base de estos 50 años de historia inigualable en la moda.

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El Señor Armani no fue solo tu mentor profesional, sino también personal y emocional. ¿Por qué crees que te eligió a ti? ¿Qué vio en Fabio Mancini?

Fue capaz de reconocer mi sensibilidad, que siempre nos unió, y la humildad que siempre me ha permitido estar cerca de la gente.

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¿Cuál fue la transformación que viviste? ¿Qué aprendiste a su lado?

Aprendí que el éxito y la fama no determinan a una persona, sino que te dan la conciencia de entender cuán afortunados somos en este mundo lleno de dificultades económicas y de relaciones. La parte humana es como un vestido que te pones: es un espejo de tu personalidad.

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Convertirte en la imagen de sus trajes, su rostro para el mundo... ¿Te dio vértigo, responsabilidad? Quizás en ese momento, siendo tan joven, no eras tan consciente pero ¿y ahora?

Siempre me dio una gran responsabilidad, más aún después de su muerte. Hoy, recordarlo con afecto es como una caricia en el rostro, justo como la que me dio en mi primera pasarela. Ese gesto, al igual que su palabra amable, puede cambiar inmediatamente un estado de ánimo y una emoción.

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¿Cuándo fue la última vez que lo viste, que hablaste con él y cómo fue? Imagino que saber de su desaparición fue un duro golpe... No sé si has logrado aceptarlo…

La última vez fue quizás una de las más bellas: le confié la decisión de seguir mi pasión: terminar mis estudios universitarios que había interrumpido en esos primeros años de trabajo y apoyar a las nuevas generaciones con mi Fabio Mancini School Project, un proyecto gratuito que llevo a escuelas de toda Europa para sensibilizar sobre el bienestar psicológico de los estudiantes y los buenos estilos de vida, justo como él me enseñó. A día de hoy, el proyecto ha llegado a más de 160 escuelas. Su muerte, ocurrida de forma repentina, es un dolor que me hace hoy reflexionar sobre lo que significa perder un padre.

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Su visión de la belleza, de la elegancia... ¿de qué manera ha condicionado tu forma de ver el mundo?

En apreciar la sencillez de los pequeños gestos y de las pequeñas cosas que nos regala la vida, justo como un traje suyo: simple, pero subjetivamente enigmático.

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Cuando decidiste dejar la moda y sumergirte en el lado más espiritual de tu personalidad y tu vida, ¿él lo entendió? 

Como un padre, comprendió cada una de mis decisiones, respetando cualquier cosa que me hiciera estar bien.

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¿Por qué ese parón en tu carrera? ¿Había cansancio, hastío, insatisfacción?

Cuando tomas más de 200 aviones en un año y trabajas con los mejores agentes y agencias, y entiendes que fama, éxito y dinero no son las cosas que más te hacen feliz, es ahí donde sientes el deseo de detenerte y descubrir tu nuevo yo.

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¿Cómo es tu vida hoy?

Es una vida en la que el apoyo a las nuevas generaciones me hace feliz. Ser mediador entre familias, estudiantes y profesores con una comunicación sencilla me hace entender cuánto falta la escucha en este momento. Tener la conciencia de unir política, ciencia, sanidad y educación escolar, me permite llevar adelante lo que el Señor Giorgio Armani me enseñó.

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Diriges el Fabio Mancini European School Project, ¿en qué consiste? ¿De qué hablas con los chicos?

Educación, gentileza, valores, tradición y diálogo son la base de mi proyecto, que nació de la exigencia personal de devolver pensamientos positivos a los jóvenes, a menudo desorientados y sin puntos de referencia. Decidí transformar mi experiencia en un mensaje de esperanza y motivación. El proyecto se estructura a través de encuentros gratuitos y sin fines de lucro en las escuelas, en los que hablo con ellos a corazón abierto, como lo haría un hermano mayor. He visitado más de 160 escuelas tratando temas fundamentales como la resiliencia, la conciencia y el valor del talento individual y, en particular, cómo el sueño de volverse famoso puede identificarse con una persona con sanos principios.

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¿Cómo ves a la juventud de hoy? ¿Ha cambiado mucho respecto a cuando eras joven? ¿O los dramas juveniles son siempre los mismos?

Cada época ha tenido sus problemáticas. Lo que encuentro en las escuelas es una generación fenomenal con una inteligencia fuera de lo común, pero que tiene pocos ejemplos positivos que seguir en el ámbito público. Desafortunadamente, no hay nadie que les explique las verdaderas dificultades detrás de mundos patinados, vidas de lujo e imágenes inalcanzables. Los personajes públicos tenemos la responsabilidad de darles la información más correcta posible para ayudarles a no equivocarse.

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Hay una frase que dice: “La juventud duele”, ¿a ti te dolió?

No, me enseñó a crecer, a comprender la resiliencia y a no lamentarme, y sobre todo, hoy, a entender lo afortunado que soy. Uno de los recuerdos que tengo es justo en Barcelona y Madrid, donde colaboré con las agencias más grandes, incluyendo Sight Management y View, que me representaron y me hicieron tener las primeras experiencias en países lejanos. Es por esto que nutro un fuerte lazo con España y con los agentes que aún hoy me gestionan, y les agradeceré siempre.

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¿Por qué el budismo? ¿Da una respuesta mejor a los dramas humanos que otras religiones?

El budismo no da una respuesta mejor; simplemente, al ser una filosofía, agudiza la capacidad reflexiva. Me enseñó a escucharme, a vivir con conciencia, a perdonarme y a no tener prejuicios.

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El Dalai Lama fue el otro hombre que marcó tu vida…

Encontrar al Dalai Lama fue un momento profundamente conmovedor. Gracias a él, comprendí el valor de la palabra perdón y compasión. Su humildad contribuyó a reforzar mis fragilidades del momento y a sostener mi pensamiento de bondad hacia el prójimo y, en particular, hacia las nuevas generaciones.

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En el libro 180 veces Me perdono, ¿te desnudas de verdad? ¿Fue un modo de exorcizar los fantasmas? ¿Cuál fue la peor cosa que has tenido que perdonarte o hay algo que aún no consigues perdonarte?

Probablemente la relación perdida con mi madre durante estos 20 años. Un hijo nunca debe olvidar a su propia madre.

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Durante veinte años no quisiste volver a hablar con tu madre y tu padre. ¿El éxito fue una compensación? 

En esos años, el éxito fue compensatorio a la ausencia física de mis padres, pero la educación que ellos me habían enseñado me ayudó a no perderme jamás.

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Un escritor español, Terenci Moix, escribió una novela titulada El don amargo de la belleza, ¿para ti fue así? O como decía Truman Capote, ¿la belleza fue un látigo y ese látigo sirvió solo para autoflagelarse?

La belleza me abrió tantas puertas, pero si no hubiera tenido el alma y la percepción integral de lo que estaba haciendo, habría podido tomar decisiones equivocadas.

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Ser bello, ¿hasta qué punto te sirvió o fue un hándicap? ¿Tuviste que demostrar más que los otros? ¿Hubo prejuicios?

El prejuicio es la actitud más frecuente entre nosotros, y si no hubiera sido el supermodelo de Armani, mucha gente probablemente no me habría dado el crédito justo.

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¿Dónde reside la verdadera felicidad o la verdadera belleza?

Una de las frases más célebres de Dostoievski es: “La belleza salvará al mundo”, pero la pregunta que siempre hago a los estudiantes es: “¿Qué tipo de belleza salvará el mundo: la del corazón, la del alma, la económica o la estética?”. Una afirmación que nos lleva a todos a una reflexión más profunda.

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¿En qué medida la belleza es belleza si no hay un buen corazón detrás?

Siempre hay una conexión entre la belleza estética y la del corazón. Personalmente, hay un hilo rojo que las une, pero no siempre es captado.

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