El viernes 10 de octubre, el Palacio Vistalegre de Madrid se llenó de aplausos, lágrimas y recuerdos. Miles de fans acudieron al último concierto de Andy y Lucas, la cita que puso punto y final a más de dos décadas de éxitos, giras y complicidad. Fue una noche de emociones encontradas: la celebración de una carrera y el adiós definitivo de uno de los dúos más queridos del pop español. Desde primeras horas de la tarde, los alrededores del recinto se convirtieron en una auténtica fiesta. Carteles, camisetas, banderas de Cádiz y mensajes de agradecimiento recordaban que aquella no era una noche cualquiera.
A las 21:30, los dos artistas aparecieron entre una gran ovación. Con una banda impecable y un montaje lleno de luces y efectos, arrancó el espectáculo Nuestros últimos acordes, un recorrido por los grandes temas que marcaron su historia. Sonaron himnos como Son de amores, Tanto la quería o La niña de mis ojos, coreados por un público que no dejó de cantar.
Sin embargo, la emoción no logró disimular del todo la tensión entre ellos. En varios momentos, la distancia era evidente. Las últimas semanas habían estado marcadas por declaraciones cruzadas y cancelaciones. Andy había confesado en entrevistas que estaba pasando un momento personal complicado y que, de haber sido por él, “incluso habría suspendido la gira”.
Aun así, sobre el escenario afloraron también los gestos de cariño. Lucas tomó el micrófono y, visiblemente emocionado, se dirigió a su compañero: “Mi compañero, mi hermano de vida... gracias por cada canción, por cada risa y también por cada momento difícil, porque los hemos tenido”. Su voz se quebró entre los aplausos mientras continuaba: “Hemos crecido juntos, hemos compartido sueños y los hemos hecho realidad. Hoy cerramos un ciclo —o nunca se sabe—, pero lo hacemos con el corazón lleno”.
El público respondió con una ovación que duró varios minutos. Andy, más contenido, prefirió agradecer en silencio, con una mirada cómplice que resumía todo lo que quizá ya no hacía falta decir. Fue entonces cuando ambos se fundieron en un abrazo que muchos interpretaron como una tregua y un broche sincero a su historia.
En las gradas, se encontraban rostros conocidos. La periodista Nieves Herrero, emocionada, compartió sus impresiones con Semana: “Me da muchísima pena, les he visto nacer. Es un momento muy emotivo, el fin de la carrera de un grupo al que yo he querido y he seguido mucho. No ha sido el mejor de los finales, pero son como hermanos, se conocen desde el instituto. Creo que cuando pase este momento tan tenso y tan difícil, van a recuperar su amistad. Es imposible que esto acabe”.
El concierto avanzó entre recuerdos y guiños a su trayectoria. Ambos rememoraron los inicios en Cádiz, allá por 2003, cuando dos adolescentes soñaban con vivir de la música. En el Palacio se sintió ese mismo espíritu, aunque matizado por el desgaste de los años.
Y es que los roces recientes habían sido evidentes. En una entrevista el pasado septiembre, Lucas comentó que había asumido la gestión económica del grupo porque Andy “no valía para eso” y se definió como “el macho alfa” de la formación. Aquellas palabras desataron una oleada de reacciones y la réplica de su compañero, que publicó mensajes en sus redes sociales interpretados como indirectas. Días después, Lucas intentó aclarar la situación: “Todo lo dije desde el respeto, la admiración y el cariño”.
A pesar de las diferencias, los dos artistas lograron ofrecer una despedida a la altura de su legado. “Es una pena que nuestra despedida se esté enturbiando tanto”, confesó Andy en un momento del concierto. Pero aquella noche, entre aplausos y lágrimas, lo importante era el público, ese que los acompañó durante veinte años y que coreó cada verso como si fuese la primera vez.