Lo que iba a ser un desfile aniversario, un momento para celebrar y celebrarse después de medio siglo en la moda, marcando las líneas maestras y puras de la elegancia y la sobria sofisticación, se convertía, sin embargo, en el epitafio de un diseñador que, paradójicamente, está más presente y vivo que nunca. Giorgio Armani, "il re Giorgio", nos decía adiós a principios del mes de septiembre, a los 91 años. Lo hacía muy pocos días después de dar las últimas puntadas al que ha sido este, su último desfile: más de 120 diseños que, de manera póstuma, daban forma a una de las colecciones más visionarias y, a la vez, más genuinamente Armani de todos los tiempos.
Ocurría este fin de semana, en Il Cortile Napoleonico de la Pinacoteca de Brera, con una pasarela en forma de cruz, escrita sobre un mar de farolillos de papel de arroz. Como aquellos que rodeaban su féretro, durante su multitudinario velatorio. Y como entonces, cuando un desfile de invitados llegados de todo el mundo y vestidos de riguroso negro rindieron homenaje al genial "stilista".
Testamento y futuro
Este era también un tributo, un recuerdo sentido y solemne ante el hombre que enseñó a vestir a América, que se inventó las alfombras rojas de los Oscar, o que regaló el gris y los trajes cruzados a las mujeres, pero era también un testamento vital, una mirada hacia el futuro, hacia el horizonte. Un horizonte tan azul como el que circunda los límites de Pantelleria, su refugio, o dibuja los Alpes detrás de la torre Pirelli de Milán. Porque de eso iba su última colección: de su ciudad elegida y de su escondite en los confines del Mediterráneo, rodeado de palmeras y viñedos. Azules índigo, azules profundos, grises perla, grises pizarra, morados exóticos, morados rosáceos... Y mientras Ludovico Einaudi tocaba al piano Nuvole bianche, algunos de los diseños más emblemáticos del piacentino dialogaban con los lienzos de los padres del Renacimiento en las salas del museo. Como aquel azul eléctrico que lució Juliette Binoche en la Croisette de 2016 y que, cara a cara, se batía en duelo con el mantón lapislázuli de una Madonna de Bellini.
Renacimiento y estrellas
Sobre las tablas, algunos de los modelos fetiche del diseñador de mirada de acero y habitual "t-shirt" negra: Nadege, Daniela Peštová, Agnese, Markus Vanderloo… Y en las butacas, más de 700 invitados rendidos a la magia. Amigos íntimos, muchos; estrellas del arte y la cultura, todos. Desde Cate Blanchett, la última de sus musas, que era incapaz de verbalizar la poesía del espacio que Giorgio Armani había dejado por escrito, para que su sobrina, Silvana Armani, y su socio y compañero sentimental, Leo Dell’Orco, lo pusieran en pie a una de sus primeras embajadoras, Lauren Hutton. "Este momento, esta atmósfera hablan por sí solos, hay muchos recuerdos que se agolpan en mi cabeza esta noche", declaró la actriz de Carol.
Tampoco Richard Gere, su eterno "American Gigolo", quiso faltar a la cita, de esmoquin y acompañado de Alejandra, su mujer; ni maniquíes y amigas, o al revés, como Eugenia Silva, Valeria Mazza o Antonia Dell’Atte, y por supuesto actores como Samuel L. Jackson, Glenn Close, James Norton, Toni Servillo, Miguel Ángel Silvestre, Zhang Ziyi, así como Anna Wintour, Laura Mattarella, primera dama de Italia, o el director Spike Lee, que no tuvo duda en calificar a Armani como alguien "irrepetible: un hombre del Renacimiento".