A sus 65 años, Fernando Sartorius, primo de Isabel Sartorius, ha regresado a España después de décadas forjando una carrera como pionero del fitness en Los Ángeles, donde entrenó a estrellas como Elsa Pataky, Salma Hayek y Tom Cruise. Lo hace tras superar una depresión que lo marcó profundamente y que le enseñó que incluso los más fuertes necesitan reconectar con su esencia. Pero la historia que hoy conmueve al mundo no es solo la de Fernando, sino la de su hermano, cuya vida llega a la gran pantalla en el documental Solo Javier, que se ha estrenado el pasado 12 de septiembre.
Joven promesa del tenis español y graduado en Administración de Empresas en Estados Unidos, Javier Sartorius, fallecido en 2006, decidió dejarlo todo: triunfos, comodidades y fama para entregarse a la vida misionera y contemplativa en Perú y España, convirtiéndose en un ejemplo de entrega, espiritualidad y amor al prójimo. "Éramos prácticamente inseparables", recuerda Fernando (@fitsartorius). "Después de nuestra etapa en Texas, nos mudamos a Los Ángeles, descubrimos el pádel y nos convertimos en campeones de EE. UU. Vivíamos cada día como un juego, entre deporte y diversión. Todo cambió cuando Javier decidió irse un año de misión a Cuzco. Fue la primera vez que nos separamos. Él se convirtió en un atleta del espíritu y yo en uno del cuerpo".
Desde la infancia, su vínculo fue intenso y único: estudios en los Jesuitas, veranos en Zarautz, noches de aventuras y travesuras, hasta la vida universitaria en Dallas, donde ambos compartieron desafíos, alegrías y trabajos inesperados como vender aspiradoras para sobrevivir. Cada experiencia cimentó una relación que trasciende el tiempo y la distancia. Hoy, Fernando vive un renacimiento personal: plenamente recuperado, conectado con su familia y con una nueva visión de la vida, consciente de que la fuerza más grande no se mide en músculos, sino en la entrega a los demás y en la pasión con la que se vive cada instante. La historia de los hermanos Sartorius, entre el cuerpo y el espíritu, ahora está al alcance de todos, lista para inspirar..
Fernando, has sido pionero del fitness en España y referente internacional, pero, en esta ocasión, apareces en los titulares por una historia muy personal. ¿Cómo ha sido para tí ver la vida de tu hermano llevada a la gran pantalla?
Fue totalmente inesperado. Acabo de aterrizar y llevo apenas cuatro meses en España, así que todo me sorprendió por completo. Pero, más allá de la sorpresa, lo que sentí fue un orgullo inmenso porque, además de que sea mi hermano, creo que su historia es hermosa, profunda e inspiradora.
¿Qué sintió tu corazón al verla plasmada en el documental por primera vez?
Pues mira, verlo fue como reencontrarme, 25 años después, con un amor o un ser querido que dejó una huella profunda en mi vida. Todo lo que compartí con mi hermano, que hasta entonces estaba dormido en mí, volvió a florecer con la película. No es que lo olvidara, porque siempre estuvo muy dentro de mí, pero ver su historia en la pantalla despertó de golpe todos esos recuerdos y emociones. Fue, de verdad, increíblemente emotivo.
¿Qué es lo que más te tocó?
Cuando vi la película, pensé que al haber vivido su vida tan de cerca, nada nuevo me sorprendería. Yo temía incluso que me defraudara, como ocurre a veces cuando lees un libro y luego lo adaptan al cine. Pero, para mi sorpresa, su esencia traspasa lo humano. Su historia muestra algo que todos llevamos dentro: ese anhelo de encontrar un sentido más profundo en la vida, algo que va más allá de lo material. Ver cómo él se entregó de manera plena a ayudar a los demás, a vivir con espiritualidad y generosidad, me tocó de manera indescriptible. La película es sencilla, sí, pero su mensaje deja una sensación que perdura, una especie de paz que te invita a querer ser mejor persona.
Tú defines a Javier como un atleta del espíritu y a tí como un atleta del cuerpo. ¿En qué momento de tu vida sentiste con más claridad esa diferencia?
Siempre he visto el deporte como una forma de espiritualidad. Para mí, el gimnasio del cuerpo tiene sus reglas, sus máquinas, su esfuerzo físico. En cambio, Javier encontró su “gimnasio espiritual”: ayuno, silencio, meditación y entrega a los demás. Su transformación no fue de golpe, fue un proceso gradual, un crecimiento constante que comenzó en Los Ángeles ayudando a personas sin hogar, cocinando, acompañando, escuchando… Y llegó un momento en que entendió que esa vida de servicio y desprendimiento era lo que le hacía verdaderamente feliz. Yo, con mi entrenamiento, busco lo mismo: conectar a las personas con ese músculo espiritual que todos llevamos dentro. Por eso nuestros caminos siempre han estado profundamente conectados.
Está claro que entrenadores hay muchos, pero pocos como tú.
Claro. Lo que me distingue es que no se trata solo de entrenar músculos, sino de inspirar y de transmitir algo más profundo. Al igual que mi hermano, busco que la gente descubra su fuerza interior. Cuando entrenas con intensidad y te esfuerzas de verdad, algo cambia en ti. Es una conexión con algo superior que va más allá del cuerpo.
Vuestra vida en Texas y Los Ángeles parece sacada de una novela de aventuras. Pádel, tenis, surf, amigos, trabajo, incluso vendiendo aspiradoras, ¿qué recuerdos guardas como un tesoro?
¡Ah, sin duda lo de las aspiradoras! Teníamos 22 o 23 años, estábamos sin un duro y mi padre nos pedía que estudiáramos. Pero nosotros nos lanzamos a la aventura. Hubo noches que dormimos en el coche y luego vendimos aspiradoras, una experiencia que hoy recuerdo con cariño y humor. Esa etapa nos enseñó resiliencia, a confiar en nosotros mismos y a valorar cada pequeño logro.
Has entrenado a celebridades como Elsa Pataky, Salma Hayek o Tom Cruise. Mientras tanto, Javier eligió una vida misionera en Perú. ¿Cómo mantuvistéis vivo el vínculo?
Porque la esencia es lo que importa, no lo que hagas afuera. Yo llevaba treinta años en Estados Unidos y mis amigos de verdad nunca me juzgaban por mis éxitos o mi fama. Con Javier pasó igual. Aunque sus caminos fueran distintos, siempre hubo una conexión profunda basada en la autenticidad y el cariño mutuo.
¿Qué lecciones te dejó que aplicas en tu día a día, incluso entrenando a tus alumnos?
Que la verdadera fuerza está en el corazón. No se trata solo de tener un buen cuerpo o de aparentar. Mi hermano me enseñó que en la vida lo que realmente deja huella es ser buena persona. Esa es la fuerza que trato de transmitir a quienes entreno: más allá del músculo, quiero despertarles la resiliencia, la bondad y el compromiso con uno mismo y con los demás.
Tras todo lo que vivió y enseñó, ¿cómo cree que reaccionaría Javier al ver que su historia, su legado y su mensaje están inspirando a tantas personas a través del documental?
Javier vivió su vida sin prever la repercusión que tendría. La vivió a su manera, siempre consecuente con su llamada interior. A mí, la verdad, es que me ha sorprendido mucho todo esto: que él y yo estemos aquí, que yo escriba libros sobre esto.
Has comentado que te enseñó que la verdadera fuerza reside en el corazón. ¿Cómo aplicas esa lección en tu vida cotidiana y en tu trabajo como entrenador personal?
Lo que me enseñó es que la verdadera fuerza está en el interior. Todo lo exterior, al final, es mucho postureo. La vida te golpeará, te caerás, pero lo importante es cultivar esa fuerza interior a base de voluntad, disciplina y buenos hábitos. Decía que cuidar el cuerpo está fenomenal: hay que estar en forma, comer bien… pero, por encima de todo, en esta vida estamos llamados a ser buena gente, a ser virtuosos. Como lección vital, para mí esto sigue guiando cada paso que doy. Al final, la gente nos juzgará por lo que somos como personas. En el cementerio nadie dice “ganó mucho dinero” o “consiguió siete Oscars”. Solo dirán si fuiste buena persona o no. Ese es el verdadero legado: lo que has sido, no lo que has tenido.
Cuando Javier decidió dejarlo todo para entregarse a la vida misionera en Perú, ¿cómo tomó la familia una noticia tan inesperada y radical?
Cuando decidió de repente irse a Perú, imagínate la reacción de nuestros padres. Mi madre, como siempre, apoyándonos, pero mi padre pensaba: “¿Ahora qué? ¿Qué se le ha metido en la cabeza?” Y lo recordamos entre risas: era como, si de repente, volviéramos a vender aspiradoras, otra ocurrencia más en nuestra vida.
Y después, ¿cómo fue que la familia asimiló poco a poco su decisión?
Fue tan inesperado y tan, como decirlo, radical, que al principio les costó mucho tomárselo en serio. Sobre todo a mi padre, que siempre tenía un plan establecido y al que nosotros le salimos un poco del guion. Poco a poco fueron comprendiendo que era algo serio, y, aunque al principio parecía una locura, sobre todo para mi madre, fueron aceptando la realidad de su vocación. No fue fácil, pero entendieron que estaba siguiendo su llamada interior y que nada podía detenerlo.
¿Has encontrado también un sentido espiritual propio en tu manera de practicar deporte y guiar a sus alumnos?
Totalmente. Para mí, el deporte no es solo un ejercicio físico, es una experiencia que despierta algo más profundo en quienes lo practican. Recuerdo un día en Santa Mónica, sentado, cuando apareció Antonio Carmona y me dijo: “Tú eres el Paco de Lucía del fitness”. Ese reconocimiento no me define, lo que realmente importa es cómo el esfuerzo físico tiene la capacidad de despertar facultades casi místicas. Cuando estás subiendo una montaña, pedaleando o entrenando intensamente, la mente al principio está llena de pensamientos cotidianos. Sin embargo, poco a poco, se aquieta y empiezas a sentir algo que trasciende lo físico: creatividad, silencio, concentración. Es un estado que conecta cuerpo y espíritu. Eso es lo que intento transmitir a mis alumnos. Cada sesión y cada rutina intensa es una oportunidad de experimentar esa sensación, de conectar con algo superior y de disfrutar del proceso de superación personal.
Tras tantos años cultivando tu carrera internacional, ¿qué motivaciones personales y vitales le llevaron a regresar a España?
Pues mira, te voy a contar algo personal. Fíjate: yo estaba fenomenal en Santa Mónica y te hablo de hace nada, del año pasado. Mis amigos me decían: “Oye, ¿por qué no pruebas estos tratamientos de antiaging, estas hormonas anti-edad que están tan de moda?”. Y yo, a pesar de que me encontraba bien, pensé: “Bueno, si todo el mundo con pasta lo hace…”. Me recomendaron testosterona para ganar vitalidad y lo hice. Pero no me sentó bien. Me dio una alergia y lo dejé de golpe, en frío. Y de repente me entró una depresión que nunca había experimentado en mi vida. Te lo juro, no entendía qué me estaba pasando. Había tenido, como todo el mundo, momentos buenos y malos, pero esto era diferente: estaba fatal. Y encima me encontraba solo en Los Ángeles. Llevaba tres años rumiando la idea de volverme: “Tienes la familia aquí, Los Ángeles está en quinto plano…”. Siempre venía a España, sí, pero hacía mucho que no vivía aquí. Y aquella depresión la tomé como una señal de la vida para regresar. Si no me hubiera pasado, probablemente seguiría allí. Pero mira lo que es la vida. Como dice Santa Teresa, “el sufrimiento pasa, pero el haber sufrido queda”.
Hace una pausa y añade:
Yo siempre he sido un tipo vital, pasional, lleno de energía y, de repente, esa energía se me fue. Y te digo una cosa: quien no lo ha pasado no sabe lo que es. Era otra persona. Y no me da miedo reconocerlo, porque sé cuánto sufre la gente. Mi historia no es solo Javier, ni solo Estados Unidos: también ha tenido golpes. Pero pedí ayuda. Gracias a mi familia y a amigas que estuvieron ahí, recibí un apoyo increíble. Y otra cosa que me salvó fue el ejercicio.Aunque no tenía energía, seguía con mi bicicleta, con mi rutina, aunque fuera al diez por ciento de lo que podía hacer. Eso me ayudó a sostenerme.
¿Ya te encuentras mejor?
Sí, sí, sí. Se nota, ¿verdad? Y ya me quedo aquí definitivamente. Los Ángeles me queda muy lejos y no quiero saber nada de volver. Estoy feliz con mi familia y siento que estoy viviendo lo que podría llamarse un nuevo renacimiento.
Y después de tantos años fuera, ¿cómo te sientes al regresar a España y vivir lo que describes como un nuevo renacimiento, tanto en lo personal como en lo profesional?
En lo profesional sigo activo: estoy trabajando en varios proyectos, quiero escribir un libro y actualmente estoy negociando con Planeta. También doy conferencias y entrenamientos personales uno a uno. Cada vez menos, pero aún hay personas a las que acompaño. Lo más importante ahora es dedicarme a lo que realmente me ilusiona, porque los libros que escribí antes eran demasiado “pop”, centrados en temas superficiales como los abdominales. Esta vez quiero reflejar mi lado más intelectual y espiritual. Quiero transmitirlo porque para mí el deporte y la religión están muy conectados: no se trata solo de creer, sino de practicarlo. Puedes decir que eres católico y cumplir ciertas tareas, pero yo entiendo la religión como una práctica diaria. Mi “religión” es el ejercicio y el deporte: voy a misa todos los días y hago ejercicio todos los días con la misma devoción de un santo. Por eso quiero escribir un libro que aborde la salud mental y el bienestar, intentando compartir lo que a mí me ha ayudado y cómo puede servir a los demás. Todo esto forma parte de este nuevo capítulo de mi vida, de este regreso a España y de mi propio renacimiento personal.