"La felicidad consiste en vivir cada día como si fuera el primer día de tu luna de miel y el último día de tus vacaciones". La frase no es de Mr. Wonderfull, sino de León Tolstói. El mismo que escribió Guerra y paz y el comienzo irrepetible de Anna Karenina: "Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera". Carla Goyanes volvía la semana pasada al paraíso. A Ibiza. Y no para olvidar. Seguro que no, pero sí para crear nuevos recuerdos. Porque, al fin y al cabo, los recuerdos son la clave. No del pasado, sino del futuro. Y porque, antes de volver a las obligaciones y responsabilidades laborales, quería alargar el verano. Este, sí. Que el verano no debería ser nunca ni triste, ni frío, ni gris. Va contra natura. Es más, la vida debería ser siempre mucho mejor en verano. Bajo el cielo azul y con el agua cristalina mojando tus pies descalzos. Pero, por desgracia, no siempre es así. Y Carla lo sabe mejor que nadie, porque un destino nada venturoso quiso que todo cambiara para siempre.
Viajaba con su marido y sus hijos a Ibiza. A disfrutar del mar, de las risas... o del silencio, da igual, pero siempre, uno y otras, se mecen al ritmo de las olas. Porque se cumplía, justo el mismo fin de semana en el que están tomadas estas imágenes que ilustran este bonito e idílico reportaje, un tristísimo aniversario que, además, seguía a otro no menos triste. Hace un año, su hermana, Caritina, se marchaba para siempre. Y ya no quedaba aliento, porque lo hacía tres semanas después de que su padre también la abandonara. Cómo olvidarlo, cómo hacerle frente... Quizá, no hace falta nada de eso. Quizá, solo consiste en dejarse fluir y que coja el timón la vida por sí misma.
Ibiza, que no Marbella, ya fue el lugar donde arrancó sus vacaciones el pasado 31 de julio, cuando lo anunciaba con un improvisado posado familiar y un lema: "Goodbye Ibiza… Tiempo en familia. Familia feliz. Bengus 2025. Lo que ha costado este año una foto familiar...". Habían transcurrido doce durísimos meses, repletos todos de primeras veces y vestidos de prendas oscuras y de agotamiento, porque eso de hacer "de tripas corazón" pierde sentido cuando te duelen tanto las entrañas que te gustaría arrancártelas. Pero Carla es fuerte. Mucho.
El pasado 7 de agosto, la empresaria volvió a la Costa del Sol y rindió homenaje a su padre. En Marbella, donde lo perdió, para recordarlo y honrar su memoria. Organizando, además, la primera edición del Torneo de Pádel Carlos Goyanes, al que se dedicó toda la primavera en cuerpo y alma para mantener así viva su memoria y, al mismo tiempo, hacer del trabajo una terapia de sanación. Y, como siempre, con la familia a cuestas. Con su marido, Jorge Benguría; sus tres hijos, Carlos, Santi y Beltrán; también junto a su madre, Cari Lapique, y sus sobrinos, Pedro y "Mini Cari", que son quienes le dan fuerza y motivación para seguir adelante y, al mismo tiempo, son su razón para no desfallecer.
Con motivo de la celebración, habló con ¡HOLA! y nos contó cómo es su vida ahora. Una vida con "momentos mejores y peores, tratando de mantenernos positivos, disfrutar de los que nos quedan aquí". Desde aquí, Carla, nos alegra infinito volver a verte sonreír rodeada de quien más te quiere.