Siempre ha llamado la atención por su físico. Ya desde niña, tanto por su cara angelical como por sus preciosos ojos claros, Martina Klein no pasaba desapercibida . Sin embargo, fue cuando su familia se mudó a finales de los 8 de su Argentina natal a Barcelona –sus padres eran los dos arquitectos y participaron en la construcción de su villa olímpica–, cuando Martina empezó a trabajar como modelo. A partir de ahí, comenzó su carrera meteórica, hasta deslumbrar en las pasarelas de todo el mundo.
Ahora que tiene 48 años , Martina repasa su vida “top”, mientras posa con Verónica Blume, Laura Sánchez y Ariadne Artiles para ¡HOLA!. También nos habla del amor , de la maternidad y del momento que vive junto a Àlex Corretja, con el que acaba de cumplir 15 años de historia de amor. Junto al extenista, la modelo tuvo a su hija, Erika, en enero de 2017 , aunque ya fue madre en enero de 2005 de Pablo, fruto de su relación con el músico Álex de la Nuez, el que fuera cincuenta por ciento del dúo musical Álex y Christina.
—Antes de nada, ¿cuándo te diste cuenta de que eras guapa o, al menos, contabas con un físico que llamaba la atención?
—Cuando tenía 5 años, había una casa de fotografías en Punta del Este (Uruguay) , el sitio donde veraneábamos. Hacían fotos familiares en blanco y negro y tenía el escaparate lleno de cuadros de gente guapa. Un año, l e pidieron a mis padres si podían poner ahí mi retrato … Verme ahí me encantó (ríe).
— ¿Cómo empezaste como modelo?
—Nosotros, mi familia, llegamos a vivir a Barcelona cuando yo tenía 12 años. En Argentina, había tenido una profesora de teatro que les había dicho a mis padres que yo tenía condiciones. Me encantaba actuar, bailar, cantar… Era muy payasa y fotogénica. Me llevaron a un casting de un anuncio, en el que cogieron a mi hermano pequeño.
—Pero el modelo de la familia serías tú…
—Ya una vez en España, me gustaba la idea de tener mis propios ahorros en tiempos en los que la economía familiar no estaba muy boyante y mi hermano y yo entendíamos que la energía estaba en molestar lo menos posible. La hija de unos amigos de mis padres hacía catálogos infantiles y anuncios, así que me apunté a una agencia, donde nunca me llamaron. Al año siguiente, ya con 14 años, acompañé a una amiga mía de instituto a que ella probara suerte y, ahí, en la propia agencia, es cuando me pararon en las escaleras para preguntarme si quería ser modelo.
— ¿Qué contestaste?
—Dije que ya me había apuntado, pero que no me habían llamado… Tuve una conversación con la dueña de la agencia. Me dijo que mi vida podía cambiar y me reí.
—No mentí. ¿Tenías algún referente de las pasarelas en esos primeros años?
—Judit Mascó . Me parecía guapísima. La seguía en todas las revistas y en todas las campañas. Y mi hermano tenía un póster suyo en su habitación.
—Cuando empezaste no había teléfonos móviles ni redes sociales. ¿Cómo era trabajar como modelo en esa época?
—Los primeros años para mí fuero n muy intensos y bastantes cómodos, tengo que decir. En Barcelona se hacían todos los anuncios . Mi agencia nos daba mucha seguridad, y la prioridad de que yo fuera al instituto era clave. Iba a los castings cuando salía de clase y, si me salía un trabajo, me acompañaban mis padres. La suerte y la comodidad era en que Barcelona se hacían cosas muy bonitas y había mucho talento: Outomuro, Ferrater, María Espeus, Solanes…
— ¿Cuándo empezaste a trabajar fuera?
— Pasada la selectividad, es decir, el examen de acceso a la universidad, que era condición sine qua non para poder seguir trabajando como modelo. Los años que tuve que empezar a trabajar fueron un poco más difíciles.
— ¿Por qué? ¿Qué era lo que más te daba miedo o lo que más te preocupaba?
—No era tanto por no tener móviles, porque siempre me he manejado muy bien en las ciudades, sino porque encontrar mi sitio en el extranjero. Eso no me resultaba fácil y siempre quería volver. A nivel de organización, la agencia nos mandaba un fax cada mañana al departamento de modelos en el que estuvíamos y teníamos que hacer los castings por la ciudad con un mapa desplegado enorme , llegando puntuales y monas. Había que llamar a la agencia un par de veces al día, para contar qué tal había ido y ver si alguna de las citas había dado fruto. Cuando no pasaba nada, día tras día tras día, podía ser muy frustrante.
— ¿Cuál es el recuerdo más especial que guardas de aquella época?
—Recuerdo con especial cariño e ilusión de haber trabajado con Peter Lindbergh para Vogue Italia, en un par de rodajes en los que juntaban a un grupo de 'new faces', cuyas carreras estaban a punto de despegar.
— ¿Tiene sentido la rivalidad entre modelos a lo largo de tu carrera?
—La verdad es que no . Siempre he tenido la sensación de que había mucho trabajo y que cada una de nosotras estaba muy sola. Por lo tanto, mis compañeras, más que mis rivales, eran cómplices de un estilo de vida bastante difícil. Por lo general, coincidir con ellas en los desfiles de Barcelona y Madrid solía ser el momento del año más divertido y potente.
— Posas para ¡HOLA! con otras supermodelos: Verónica Blume, Laura Sánchez y Ariadne Ariles. ¿Podrías compartir alguna anécdota con ellas?
—Verónica siempre ha sido mi espejo a lo largo de mi carrera. Siempre hemos estado en lugares bastante cercanos, nos han pasado cosas similares, hemos sido madres en la misma época y hemos podido ser cómplices de situaciones que nos han marcado en momentos parecidos. A día de hoy, aunque no nos veamos a diario, nos seguimos teniendo muy cerca, y los momentos en los que coincidimos sentimos una conexión enorme . Nos conocimos en un casting cuando teníamos 15 años y, desde entonces, tenemos un hilo que nos une a lo largo de los años ya lo largo de nuestras carreras.
— Te has realizado profesional y personalmente, que has formado una familia. ¿Cómo vive la profesión de modelo actualmente?
—La profesión ha cambiado tanto y mi vida es tan distinta, que me parece sorprendente seguir dedicándome a ello después de más de 35 años. Siempre me ha parecido que la moda y yo tenemos una relación de respeto en el que no estamos hechos el uno para el otro al cien por cien, pero, de alguna manera, podemos entendernos. Mi vida a mi edad, con mi familia, me deja un espacio limitado en el que la moda se sigue colando y dándome muchas satisfacciones. Soy muy afortunada.
—La verdad es que, cada vez, es más habitual que los modelos tengan una carrera más longeva. Antes no.
—Creo que tenemos muchísima suerte de haber sido modelos y haber formado una generación tan fuerte que es la profesión la que se adapta y crece con nosotras. Creo que no hubo una generación de modelos antes ni la habrá después, que haya podido vivir de la moda durante tantos años.
— Ahora tus dos hijos pueden ver tus trabajos. ¿Qué les sorprende a sus hijos de su madre modelo?
—Creo que no les sorprende demasiado, porque ambos se han criado con esta madre así de peculiar (ríe). Lo que a lo mejor sí les puede llegar a sorprender es lo diferente que es la mamá de casa a la mamá disfrazada de modelo… O de princesa. Somos muy diferentes. De hecho, esa mamá con tacones prácticamente no sabe ni caminar. Ha perdido la costumbre (ríe).
— ¿Te hubiera gustado que alguno de tus dos hijos hubiera seguido tus pasos?
— No me hace mucha gracia , la verdad. Me encantaría que descubrieran su pasión en un ámbito en el que dependan de ellos mismos, no tanto de una estética externa y un capricho ajeno a su talento. Me gustaría que su esfuerzo sea proporcional a los logros y no fruto de las tendencias o de un golpe de suerte.
— Acabas de cumplir 15 años con Àlex Corretja. ¿Cómo ha sido comparar el amor con una carrera internacional? ¿Crees que algunas relaciones no llegaron a fructificar por tu profesión?
—Creo que el amor ha llegado en el momento en que podía encajar con mi vida . Mi primer hijo llegó cuando era necesario. Y mi relación con Àlex [Corretja] e implantar nuestra familia se produce cuando ya no hay tantos viajes y cuando mi carrera me deja poner mi vida como prioridad. Creo que lo demás es cuestión de comparar y sabernos organizar en equipo.
— ¿Te ha costado encontrar a una pareja que entiendiera tu profesión?
—Parte de lo que nos une y nos gusta el uno del otro con Àlex es que, en muchos sentidos, su carrera y la mía han sido muy parecidas. Hemos tenido que gestionarnos bastantes solos, hemos viajado mucho por el mundo, hemos tenido que lidiar con el éxito y el fracaso siendo muy jóvenes… También hemos tenido que reciclarnos colocando la juventud en un sitio sano. Nos encontramos en un momento en el que nos entendimos muy bien.
— Antes te preguntaba por el paso del tiempo. ¿Cómo vives el paso del tiempo habiendo sido el físico tan importante para ti? ¿Te miras mucho las arrugas en el espejo?
—A veces, me cuesta entender que mis valores son tan diferentes a los que veo en las redes sociales. Mi fuerte, como personaje público y también como modelo, creo que ha sido la naturalidad, tanto básicamente como personalmente . Siempre ha habido una dosis de honestidad, que choca con la mujer escaparate que finge no envejecer a los cincuenta. Me cuido, hago ejercicio, como bien y no quiero entrar en una lucha estéril contra el tiempo. Hago esfuerzos para gustarme y quererme sin competir con mi 'yo' de veinte años. No quiero estar atada a los tratamientos, quiero una relación sana con mi cuerpo. Si miras las redes sociales, eso no es fácil. Creo que necesitamos referencias más sanas.
— ¿Qué es lo mejor de cumplir años? ¿Qué has aprendido y valoras más?
—Probablemente, lo mejor de cumplir años es la certeza de las cosas que vas aprendiendo, lo que no volverías a repetir . Cumplir años también significa ver cómo crece nuestro proyecto familiar, cómo nos vamos acompañando y cómo seguimos construyendo juntos. Ver cómo nuestras profesiones también florecen y nos hacen más sabios. Ser consciente de que, para que una cosa te salga bien, es probable que vayas acompañado de varios fracasos anteriores . El fallo forma parte del aprendizaje . Luego, conocer gente nueva, nuevas amistades, ilusionarte con nuevos proyectos, sacar partido de lo que ya has aprendido. Contamos con un cajón lleno de experiencias que van ayudar a construir las cosas que vienen a continuación.
— ¿Tiene sentido de edadismo en su profesión?
—Creo que lo más cruel de nuestra profesión, más que la edad, está en las tallas. Las mujeres delgadas encuentran un hueco, aunque tengan el pelo blanco y la cara más surcada de arrugas. Creo que la moda venera la delgadez por encima de todas las cosas.
— ¿Y en tu día a día? ¿Sientes edadismo?
—Es probable que los siguientes años sean clave para tener un punto de vista más formado de cómo actúa la sociedad a partir de los cincuenta con la mujer. Por el momento, creo que soy muy afortunada de formar parte de una generación que está cambiando las cosas . No competimos con las mujeres más jóvenes, sino que nos complementamos. Nosotras tenemos una sabiduría que ellas no tienen, así que seguimos teniendo mucha fuerza. Es como la inteligencia artificial: si la sabes utilizar, tienes una herramienta muy importante en tu poder.