No seremos nosotros quienes digamos que este reportaje no es extraordinario. Lo es. Y mucho. Bertín Osborne, posando con su hijo David en brazos, al más puro estilo ¡HOLA! Pero… precisamente por eso, porque nos debemos a una historia y a un prestigio, no nos gusta faltar a la verdad. Y aquí habría que matizar eso de "extraordinario". Primero, porque no es la primera vez que este coloso de la canción se fotografía para nosotros (por cierto, a punto de despedirse de los escenarios, pero ese es otro tema). Es más, todos sus hijos han aparecido en nuestras páginas como si fueran parte de su álbum familiar. Y segundo, porque esta estampa paternofilial —y otras, como bañarse con su pequeño en la piscina, montarlo a caballo o pasar un fin de semana entero jugando con él— forman parte de su vida desde hace año y medio. No sabemos si a diario, pero sí con cierta regularidad. En la intimidad, claro. Que tampoco hace falta que los periodistas nos enteremos de todo.
Para evitar elucubraciones y, sobre todo, para romper con el mantra de "lo que no se ve no existe", Gabriela y Bertín han decidido darle normalidad. Ni el niño está escondido ni la relación entre padre e hijo es algo extraño.Normalidad, vaya. O "normalidad mediática", seamos exactos. Bertín nos cuenta que esto de ponerse bajo el foco no lo hace por nadie. Lo hace… porque está en la vida del niño. Fin. Y con ese "estar" nos referimos a todas las acepciones del verbo. Sentía que no le tocaba ser padre a estas alturas, pero su hijo es una monada y, oye, ¿por qué no? Resumiendo: que no le busquemos tres pies al gato. Él tiene su vida. Gabriela, la suya. Y este es su hijo en común. Ni una nueva concepción de familia ni un "retomar la relación". Solo dos personas con una responsabilidad y un amor que se llama Arian David. Y sí, es precioso. Más allá de eso, sería un pastelón. Y Bertín está "fit fit". Fuera de bromas, ¿qué dice Gabriela? Su perspectiva está tamizada por el dolor. O por el desengaño. O la soledad. Y también por ese instinto tan primario como el de la maternidad y el sacrificio.
Para ella, no hay duda que valga: antepone a su hijo frente a todo y todos. Y, por supuesto, ante ella misma. Quizá, si no hubiera un niño de por medio, tras la ruptura con Bertín, todo se habría resuelto con el corazón roto, sí, pero con un "adiós, muy buenas. Ahí se queda usted, caballero", también. Como en tantas y tantas relaciones que tenemos todos los seres humanos a lo largo de nuestra vida. Pero el niño estaba, Bertín es cariñoso y bueno y ella no tuvo un padre. Esa figura paterna no estuvo en su vida, así que quién mejor que ella para saber lo que esa carencia significa. Y Gabriela no quería eso para su hijo. Quería normalidad, quería relación, quería que padre e hijo se conocieran. Qué no haría ella por su David… Por cierto, nombre bíblico donde los haya. El que venció al gigante Goliath de una pedrada, el que se convirtió en rey de Israel, "el amado por Dios".
Así de querido es este bebé, como nos lo dice su madre, pero también podemos advertirlo en este reportaje: tiene la misma sonrisa pícara del papá. Pero escuchémosles a ambos. O a los tres, mejor dicho, que David alguna palabra ya dice. "Papá", por ejemplo, y alucina cuando su padre le enseña de cerca a "Olivia", el águila harris hawk con la que Bertín cazaba a caballo hace más de 20 años y a la que supone una oportunidad ver en estas páginas, porque es un ejemplar único de la cetrería española. Y parece que David lo sabe. Si los ojos son el espejo del alma, la suya, con esos pestañones de marco, es muy pero que muy bonita. Y aventurera. ¿Qué pasa por el corazón de sus papás cuando lo ven? Como decíamos, ellos nos lo abren sin ambages, aunque ya no les pertenezca, porque está en las manos rechonchas del pequeño. Empezamos por Bertín, que con él, ya saben, no hacen falta ni las preguntas. Es un torrente y punto.
—Mira, te lo explico muy sencillo. Con el tema de Gabi… Yo me llevo bien con todo el mundo, incluidas las personas que han pasado por mi vida. Es raro que me lleve mal con alguien o con mis ex. Y Gabriela, lo he dicho siempre, es una mujer estupenda, discreta, trabajadora, responsable. Cuando las cosas no salen bien y se acaban, pues se acaban. Yo le dije en su momento que no buscaba esto. ¿Que lo soy? Pues sí, lo soy. Por circunstancias… por lo que sea. Para mí, por un lado, ejercer de padre es complicado a estas alturas de mi vida. Y por otro, el niño no tiene culpa de nada. No tiene culpa de los errores que hayamos podido cometer sus padres.
—Entonces…
—Entonces, lo que le dije a Gabriela fue: "Mira, vamos a arreglar lo nuestro porque, al fin y al cabo, quiero ver al niño. Quiero conocerlo, que me conozca, estar y que sepa quién es su padre". Pero esto no es un pastelón de telenovela. No lo es. Yo tengo mi vida y Gabriela, la suya. Y ahora mismo no tengo pareja ni intención de tenerla. Estoy encantado de estar solo, de hacer mi vida, trabajar lo que me apetezca y las horas que quiera, sin dar explicaciones a nadie.
—...
—Y yo creo que me llevo bien con Gabriela. Con ella tengo una buena relación por mi parte. Lo que pasa es que en este país hay una legión de personas que, en vez de ocuparse de su vida, opinan de la de los demás, sepan o no. Y cuentan historias que he tenido que escuchar y morderme la lengua. Por ejemplo, no sé cuántas novias me han adjudicado en los últimos tres meses… hasta con nombres. Están todos muy ociosos.
—Pero tú no haces caso nunca…
—Yo ni los veo, ni los oigo, ni los leo. Procuro no hacer daño a nadie, y si alguna vez las cosas no han salido bien, he intentado arreglarlo para que nadie sufra. Lo hice con Sandra, lo he hecho con Fabiola y lo haré con cualquiera que haya sido parte de mi vida, igual que con mis hijos. Siempre procuro ayudar en lo que pueda.
—Pero vayamos a tu hijo…
—Con el niño estoy encantado. Estoy muy contento de conocerlo, de compartir con él momentos. Y estas fotografías son para que no sea un niño escondido. El niño es una monada, cariñosísimo, un amor. Las cosas tienen su proceso.
"Siempre he respetado a Gabriela y lo que ocurrió entre nosotros no lo he contado. Y Gabriela también ha sido suficientemente señora como para no contar nada"
—Tiempo al tiempo, ¿no?
—No puedo pedirle a mi familia ni a nadie que, de repente, hagan la ola. Todo lleva su proceso. El primero que debe dar el paso soy yo, y lo estoy haciendo porque creo que es lo justo. Y también porque… ¿por qué no? Si es mi hijo. Quiero demostrar que lo he normalizado y que le tengo un gran cariño. Gabriela vive en Madrid, tiene su trabajo y su vida; yo vivo en otra ciudad e iré a verlo cuando pueda, como ya hemos hecho varias veces. El niño pasó el fin de semana conmigo: piscina, caballo… y lo disfrutamos muchísimo. Lo que quiero es darle normalidad a una situación que es complicada, porque tener un niño pequeño a mi edad es algo con lo que no contaba. Pero ha pasado y asumo mi responsabilidad y mis obligaciones.
—Me estás diciendo que no le demos más vueltas…
—Es que no las tiene. Yo no buscaba esto y así son las cosas. Ahora ayudaré a que el niño tenga sus estudios y viva lo mejor posible y le ayudaré en lo que pueda.
—Estarás presente, vaya.
—Cuando pueda estar, estaré. Lo que no puedo es inventar una película que no existe. Gabi tiene su vida, yo la mía y la respeto mucho. Me sorprende lo bien que ha aguantado el vendaval, aunque ya le advertí que ocurriría. Ella quiere trabajar, que la dejen tranquila, sacar su vida adelante y cuidar de su niño. Y yo también. Estaré ahí todas las veces que pueda y necesite y punto.
—Hablando de trabajar, ¿ese adiós a la música…?
—Lo que he dicho es que necesito aflojar. No puedo dedicarme en cuerpo y alma a una profesión a la que he entregado 40 años. Ahora mismo estoy centrado en la televisión, porque me están saliendo varios proyectos, además del que ya tengo en Canal Sur, que es una maravilla. Y la semana que viene, probablemente, cerraré una gira importante para el año que viene. ¿Será la última? Pues probablemente sí.
—Y dentro de cinco años tendrás mono y…
—En cinco años… quién sabe dónde estaré (risas). Estoy con mi empresa de alimentación, que está creciendo muy fuerte. Muchos viajes, muchas visitas, muchos clientes, y yo en primera persona en todo. El día tiene las horas que tiene y no puedo machacarme como en los últimos tiempos. Hay que parar y tomarse las cosas con calma. He tenido momentos de tensión y eso es estrés y no merece la pena. La vida hay que vivirla de otra manera.