Almudena Ariza es una de las periodistas más reconocidas, y queridas de nuestro país. Desde hace 30 años es una de los grandes referentes de la televisión pública, ha sido corresponsal en destinos clave como Pekín, Nueva York, París y Jerusalén. Y ahora comienza una nueta etapa en Américal del Sur: “Empiezo en mi nuevo destino, en Bogotá, donde cubriré Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador y Panamá. Aterrizo con ilusión... y con un recibimiento lleno de cariño por parte de mis compañeros: tarta, globos y sonrisas”. Gracias a su tono único, su carácter y la personalidad propia de cada una de sus piezas, marcadas por el compromiso con el periodismo de rigor, humano y valiente, ha recibido numerosos galardones, como el Premio Iris (en dos ocasiones), la Antena de Oro, el Premio Margarita Rivière, el Premio Maga de Magas y la Medalla de Oro de la Cruz Roja Española, entre otros. Charlamos con la periodista y corresponsal sobre su intachable trayectoria, su faceta personal más desconocida y su bonita amistad con la reina Letizia, fraguada en los estudios de RTVE y que perdurá hasta la actualidad.
"Me gustaría tener un poco de calma para escribir. No sé qué me deparará el corto plazo, pero voy a tratar de cuidar un poco más lo personal, que a veces, por el ritmo de este trabajo, se queda relegado"
La carrera profesional de Ariza, que no solo ha dado la vuelta al mundo con su micrófono y un cámara, ha pasado por la radio, donde comenzó a los 16 años en Radio Algeciras. Una apasionada de la información que ya marcaba maneras. Ha colaborado también en Los 40 principales y Radio Madrid. Ya en televisión, ha presentado Los Informativos en varias etapas, y ha creado el pódcast Plano Corto, donde entrevista a compañeros y figuras relevantes del mundo de la comunicación. "El trabajo de corresponsal, de reportero, tiene ese punto de incertidumbre, de contacto directo con la vida, que a mí me engancha. Me gusta sentir que estoy ahí donde las cosas ocurren, no solo para contarlas, sino para entenderlas", nos responde sin dudar sobre donde se siente más cómoda profesionalmente.
"A veces los hijos te dan grandes lecciones, y ese día, mi hija me dio una de las más importantes"
Si bien su trabajo es más que conocido, su faceta personal siempre ha estado en segundo plano. Nunca ha ocupado titulares, nunca ha protagonizado ningún reportaje sobre su vida privada, pero en los últimos meses, su fotografía ha estado más que presente en los medios de comunicación generales. Primero, tras conseguir el Premio Iris, donde su hija Paula, gran heredera del don de la palabra como su madre, pronunció un emotivo discurso en nombre de la periodista, que no pudo estar presente en el acto. "Lo vi en el móvil, sola en una habitación de hotel, y se me saltaron las lágrimas. Fue un momento muy potente. A veces los hijos te dan grandes lecciones, y ese día, mi hija me dio una de las más importantes", nos explica muy generosa, recordando ese bonito momento.
Conciliar en su situación no ha sidfo fácil y tampoco lo ha sido el gestionarlo y vivir a miles de kilómetros de su familia "Como muchas mujeres que trabajamos fuera de casa y con horarios imposibles, he cargado durante años con una culpa enorme por no haber conciliado como me habría gustado. Me angustiaba pensar que mi ausencia pudiera haber dejado una herida en ellos. Pero con el tiempo, y sobre todo con gestos como ese, me han demostrado que no lo he hecho tan mal. Que han crecido entendiendo lo que hago, respetándolo…. Son mis mayores aliados", afirma.
No ha sido el único día menorable para Ariza, que hace tan solo unos meses recibía la Medalla de Oro de la Cruz Roja Española, un reconocimiento que va más allá de un simple galardón, representa un homenaje público al compromiso, la solidaridad y la defensa de los valores humanitarios. La corresponsal recibía en el Teatro Romea, en Murcia, este especial obsequio de manos de su amiga y excompañera, la reina Letizia,un tierno reencuentro que fue el foco de todas las miradas. "Fue muy especial. Con Letizia hubo un saludo cálido, un reencuentro de alguien que también ha estado delante de una cámara. Nos entendemos en ese lenguaje no verbal que compartimos los que hemos vivido esa exposición", nos cuenta ahora sobre cómo vivió ese instante.
"(La reina Letizia) sigue siendo tan cercana, afable y trabajadora como cuando la conocí entonces"
Almudena Ariza y Letizia Ortiz coindicieron en la cadena pública desde el año 2000 hasta 2003, cuando se anunció el compromiso del entonces príncipe Felipe con la presentadora de Informe Semanal. Veintidós años después, Almudena, que guarda un especial recuerdo de su exompañera, se ha referido la labor de la Reina con una gran admiración, ensalzando su papel institucional y humano, así como su compromiso social. "Seria, exigente, comprometida. Tiene una forma de estar muy meditada. Se nota que no improvisa, que todo lo que hace lo piensa mucho antes. Y creo que eso es algo que se valora poco, pero que tiene mucho mérito en una figura tan expuesta.
Más de 30 años en TVE, referente no solo para periodistas, sino para todas las mujeres que comienzan en la profesión, ¿qué momento recuerdas con más emoción y cuál quisieras borrar?
Hay imágenes que se me han quedado tatuadas por dentro, pero lo que más me ha tocado, una y otra vez, es el dolor de los vivos tras el fallecimiento de algún ser querido. El momento en que alguien te mira y te dice que ha perdido a su hija, a su madre, a toda su familia… Me estremece especialmente cuando ese dolor es consecuencia de una guerra. Porque son muertes que no tendrían que haber ocurrido. Que podrían haberse evitado. Las guerras se deciden. Y por eso, cada pérdida que retrato en un conflicto me atraviesa con rabia. Es devastador acompañar a alguien en ese vacío. Eso es lo que más me conmueve, y a la vez, lo que más me compromete.
Si pudiera borrar algo… no sería un momento concreto, sino esa sensación de frustración, de impotencia, de no haber podido hacer más. A veces siento que llego tarde o que cuento demasiado poco. Y eso también pesa.
Has tocado varias disciplinas: radio, informativos y corresponsal en diferentes puntos del mundo, ¿dónde se siente más a gusto?
La radio me enseñó a escuchar, a improvisar y a confiar en la palabra. Me parece un medio muy íntimo, muy poderoso. Pero donde realmente me siento más viva es en la calle, fuera de los estudios. Cuando estás sobre el terreno, sin filtros, sin maquillaje, mirando a los ojos de la gente y escuchando sus historias en tiempo real. El trabajo de corresponsal, de reportero, tiene ese punto de incertidumbre, de contacto directo con la vida, que a mí me engancha. Me gusta sentir que estoy ahí donde las cosas ocurren, no solo para contarlas, sino para entenderlas.
¿Cómo se prepara un profesional para un directo que luego dura microsegundos? ¿Tienes algún ritual específico?
Los directos tienen algo de adrenalina y también de disciplina. Yo siempre intento tener muy clara la idea central, lo que quiero que no se pierda. Porque aunque solo tengas treinta segundos, si consigues trasladar una imagen, una sensación, una idea clara… eso ya es muchísimo. No tengo un ritual, pero sí una especie de recogimiento antes de entrar: me concentro, respiro y me recuerdo a mí misma que lo importante no soy yo, sino lo que está pasando detrás de mí. Eso me ayuda a centrarme.
Cuentas cada conflicto desde el lado más humano… ¿Te ha afectado alguna situación a nivel personal?
Claro. Es imposible no verse afectada. No te llevas la guerra en la maleta, pero sí en la mirada. Y eso cambia tu forma de estar en el mundo. Te hace más empática, pero también más vulnerable. Cuando vuelvo de cubrir un conflicto, una crisis, una catástrofe natural y me topo con “los problemas del primer mundo” siento una tristeza enorme por la gran desconexión que tenemos con tantos lugares del mundo donde están muchísimo peor que nosotros. Por otro lado, el vivir esas situaciones te hace también valorar lo esencial, lo pequeño. Y te recuerda por qué haces lo que haces.
¿Y ahora qué, qué le espera a Almudena Ariza en los próximos meses?
Pues seguir contando. Estoy ahora en Jerusalén, cubriendo la ofensiva israelí en Gaza y desde donde estoy narrando, con verdadero horror, los crímenes de guerra que comete Israel. Y denunciando, la inacción de la comunidad internacional: ya son más de 50.000 los muertos, entre ellos 18.000 niños.
Me gustaría tener también un poco de calma para escribir, ordenar tantas historias acumuladas en los últimos meses. No sé, todavía, qué me deparará el corto plazo, pero voy a tratar de cuidar un poco más lo personal, que a veces, por el ritmo de este trabajo, se queda relegado. Volver a mirar hacia dentro, además de hacia fuera.
Comienzas en la televisión pública y formas parte de un grupo de periodistas que han marcado un antes y un después. ¿Cómo recuerdas esos años?
Con ternura, con agradecimiento… y con una sonrisa. Eran años de gente apasionada que vivía por y para la noticia. No teníamos móviles ni redes sociales, pero teníamos una intuición muy afilada y muchas ganas de aprender. La televisión era más artesanal, más de equipo, más de error y ensayo. Y había una vocación que nos atravesaba a todos. Y eso generaba una energía muy especial. He tenido la suerte de trabajar con algunos de los más grandes periodistas y reporteros de la televisión en España.
Hace un mes, recibías la Medalla de Oro de la Cruz Roja de manos de doña Letizia, cuéntanos cómo fue ese momento y si tuvieron tiempo para poder charlar después
Fue muy emotivo. No por el protocolo, sino por lo que simboliza. Recibir un reconocimiento de una organización como Cruz Roja, que trabaja en los lugares más duros del planeta, fue muy especial. Con Letizia hubo un saludo cálido, un reencuentro de alguien que también ha estado delante de una cámara. Nos entendemos en ese lenguaje no verbal que compartimos los que hemos vivido esa exposición.
¿Cómo definirías ahora mismo a la Reina?
Seria, exigente, comprometida. Tiene una forma de estar muy meditada. Se nota que no improvisa, que todo lo que hace lo piensa mucho antes. Y creo que eso es algo que se valora poco, pero que tiene mucho mérito en una figura tan expuesta. Yo… le tengo un cariño especial porque trabajamos juntas en tve hace años. Y nos entendíamos bien. Ella sigue siendo tan cercana, afable y trabajadora como cuando la conocí entonces.
¿Cómo es la Almudena de detrás de las cámaras? A la que nadie conoce
No soy muy distinta a lo que se ve. Soy bastante transparente, muy exigente y rigurosa con lo que hago. Curiosa, despistada, impulsiva…me gusta divertirme. Me encanta bailar salsa y correr. Esas son mis grandes aficiones. He corrido 6 maratones y a ver si logro tiempo para entrenar e ir a por el séptimo.
A través de las redes sociales, hemos podido conocer también tu faceta más privada, ¿cómo se compagina un trabajo con el tuyo con la vida en pareja y madre de dos hijos?
No es fácil. Lo digo sin eufemismos. Requiere un equilibrio delicado, mucha comunicación y también mucha renuncia. Pero creo que mis hijos han crecido sabiendo que este oficio también les ha enseñado cosas: a ser más abiertos, a mirar el mundo con otras gafas. La distancia es dura, claro que sí, pero el amor no se mide en kilómetros. Y cuando estamos juntos, lo vivimos con mucha intensidad. Lo que pierdes por un lado, intentas recuperarlo por el otro.
Llegan las fiestas, te reúnes con tu numerosa familia… ¿eres capaz de cortar por lo sano y centrarte en disfrutar de cada segundo?
Lo intento. Me obligo a dejar el móvil lejos de la mesa, a mirar a los ojos, a escuchar sin interrupciones. Me cuesta, no te voy a mentir. Pero cada vez valoro más esos ratos en los que el tiempo se detiene, en los que no tengo que contar nada, solo estar. Con mi pareja, mis hijos, mis hermanos, mi madre, mis amigos … esa algarabía me da vida. Y me reconcilia con todo lo que me pierdo el resto del año.
El discurso de tu hija en los Premios Iris nos emocionó a todos, ¿cómo lo viviste tú desde Israel?
Me pilló recién aterrizada en Riad, en Arabia Saudí. Lo vi en el móvil, sola en una habitación de hotel, y se me saltaron las lágrimas. Fue un momento muy potente. A veces los hijos te dan grandes lecciones, y ese día, mi hija me dio una de las más importantes. Como muchas mujeres que trabajamos fuera de casa y con horarios imposibles, he cargado durante años con una culpa enorme por no haber conciliado como me habría gustado. Me angustiaba pensar que mi ausencia pudiera haber dejado una herida en ellos. Pero con el tiempo, y sobre todo con gestos como ese, me han demostrado que no lo he hecho tan mal. Que han crecido entendiendo lo que hago, respetándolo…. Son mis mayores aliados. Y saber que valoran no solo mi trabajo, sino también la pasión con la que lo hago, me reconcilia con todas esas ausencias.
Lideraste el proyecto Periolistas, has protagonizado varios pódcast… ¿Hay algún proyecto en mente para los próximos meses más allá del periodismo?
Sí, estoy con un nuevo pódcast sobre Gaza que estrenaré en septiembre. Y también con un proyecto editorial en ciernes. Los dos están en proceso. Arrancando. De momento, no puedo contar más pero lo sabréis pronto.
La televisión evoluciona y, de repente, irrumpen programas como La familia de la tele en TVE, los profesionales emitís un comunicado preocupados por su impacto, ¿cómo habéis afrontado esta polémica desde dentro?
La televisión pública tiene que tener un compromiso con la calidad, con la pluralidad, con la ciudadanía. Entendemos que haya entretenimiento, pero hay formas y contextos. Y no todo vale. El Consejo de informativos emitió ese comunicado porque sentimos que había que levantar la voz, no desde la queja, sino desde la convicción. Es importante no perder de vista para quién trabajamos y con qué propósito. El programa ya ha sido eliminado de la parrilla.
Por último, un consejo a todas esas jóvenes que estudian en la facultad de Ciencias de la Información y que quieren ser la nueva Almudena Ariza
Que no quieran ser la nueva nadie. Que quieran ser ellas mismas. Que se formen bien, que lean, que viajen, que pregunten mucho. Que aprendan a escuchar. Y que no se olviden nunca de por qué quisieron ser periodistas. Este oficio es duro, sí. Pero también es un privilegio. Y si se hace con corazón y con rigor, puede ser una forma hermosa de estar en el mundo.