El esperado desenlace de la tercera temporada de El juego del calamar no ha dejado indiferente a nadie. Con una entrega marcada por el drama, la tensión psicológica y decisiones morales cada vez más extremas, la serie de habla no inglesa más vista de la historia de Netflix se ha convertido en uno de los temas más comentados del momento. Su desgarrador final ha vuelto a poner en el centro de la conversación a su protagonista, Gi-hun, pero esta vez, no solo por su evolución dentro del juego, sino por un giro que ha generado polémica entre los seguidores más atentos. Una decisión que podría haber cambiado la historia por completo y que ha dado lugar a una pregunta: ¿Se trata de un descuido en el guion o de transmitir un mensaje que va mucho más allá?
Dado que vamos a centrarnos en lo sucedido en el último episodio de la serie, te avisamos de que a partir de ahora incluiremos spoilers. Así que, si aún no la has visto y prefieres descubrir qué sucede por ti mismo, te recomendamos que no sigas leyendo. Durante el transcurso de la temporada, la serie introduce un giro inesperado: en medio de la brutal competición, nace una bebé, la hija de Jun-hee, la jugadora 222, un rayo de luz y esperanza en mitad del caos.
Sin embargo, la llegada de la niña añade una dimensión completamente nueva al juego que, hasta entonces, se había centrado en adultos dispuestos a luchar por sus vidas en condiciones extremas. Tras la trágica muerte de su madre, la pequeña se convierte automáticamente en participante, heredando el número de su progenitora sin haber dado su consentimiento y lo que es peor, sin tener capacidad alguna para defenderse.
Esta situación pone a prueba la humanidad de los concursantes y enfrenta a dos posturas irreconciliables dentro del juego: por un lado, quienes, como Gi-hun, hacen lo imposible para proteger a la niña y mantener viva la compasión y los principios en medio del horror; por otro, aquellos como Myung-gi, que están dispuestos a eliminar cualquier obstáculo, por cruel que sea, para alzarse con la victoria.
El episodio final introduce el desafío definitivo: el Sky Squid Game, que se desarrolla en tres enormes plataformas suspendidas en el aire. La dinámica es brutal: los competidores deben eliminar al menos a un compañero para avanzar, pulsando antes un botón que inicia un temporizador. Si alguien muere sin activarlo, esa muerte no se considera válida para superar la ronda. Al comienzo llegan ocho jugadores, pero finalmente solo quedan tres: Gi-hun, Myung-gi —el padre biológico del bebé— y la niña.
Durante esta última fase, se produce un duro enfrentamiento entre el jugadores 456 y el 333, quien está dispuesto a sacar del juego a su propia hija. En la lucha, el protagonista acaba colgado del borde de la última torre, sujetando con una mano su peso y con la otra el cuerpo de su oponente, a quien sostiene agarrado de su chaqueta. Finalmente, la prenda se rompe y Myung-gi cae, pero como ninguno de los dos había pulsado previamente el botón de activación, su muerte no se considera válida.
Con el jugador 333 fuera del tablero y la bebé como única compañera en la plataforma final, Gi-hun se ve obligado a tomar una decisión crucial. Tiene tres caminos: pulsar el botón y eliminar a la niña, asegurándose la victoria y el premio; no actuar, lo que provocaría que el sistema considere incompleta la ronda y active el protocolo de eliminación, causando la muerte de ambos; o sacrificarse él mismo para que la bebé sea la ganadora.
Tras unos segundos de silencio, con la mirada fija en la pequeña, el jugador 456 opta por esta última vía. "Solo somos humanos', dice antes de pulsar el botón y lanzarse al vacío. Un gesto de entrega total que cierra de manera épica su arco narrativo y que, para muchos, reafirma su humanidad. Sin embargo, esta decisión también ha generado polémica entre los seguidores, que consideran que existía otra salida posible que podría haber cambiado el rumbo de la historia y el triste, aunque heroico, final de Gi-hun.
El sacrificio de Gi-hun logra impactar incluso en Front Man que, conmovido por la valiente decisión del jugador 456, decide salvar a la bebé antes de que la isla sea destruida. Pero lo cierto es que el protagonista no tenía ninguna certeza de que, tras su muerte, los organizadores no acabaran también con la vida de la pequeña. Y es precisamente esta incertidumbre la que ha hecho que muchos espectadores vuelvan la vista al reglamento del juego, donde se encuentra uno de los puntos más controvertidos del desenlace: la cláusula número 3 del contrato que firman todos los participantes, una norma que ya tuvo un papel clave en la primera temporada y que vuelve ahora al centro del debate. Este punto establece que “si la mayoría de los jugadores están de acuerdo, los juegos se dan por finalizados”.
Aparentemente simple, esta regla cobra un nuevo significado en el episodio final. Cuando Gi-hun se encuentra como finalista junto a la hija de Jun-hee, la jugadora 222, técnicamente son los únicos dos jugadores que quedan. Sin embargo, al tratarse de una recién nacida sin capacidad para votar, el protagonista hubiera obtenido automáticamente la mayoría o lo que es lo mismo, le habría permitido poner fin a la competición sin necesidad de sacrificarse salvando la vida de ambos.
Este vacío legal dentro de las reglas ha sido interpretado por muchos espectadores como un descuido en el guion o, al menos, como una incoherencia que resta fuerza al impacto emocional del desenlace. Las redes sociales se han llenado de mensajes que cuestionan por qué Gi-hun no recurrió a una cláusula que él mismo ya había invocado en el pasado para tratar de detener los juegos junto a otros participantes. Un detalle que, para muchos, empaña la grandeza de su sacrificio final y deja abierta una incógnita que sigue alimentando el debate entre los seguidores de una serie que más allá de entretener, nos plantea dilemas morales y nos invita a reflexionar sobre el mundo que construimos y el legado que queremos dejar a las nuevas generaciones.