En un día marcado por la emoción, el amor y los recuerdos, Raquel Revuelta, empresaria y modelo que ganó una enorme popularidad tras ganar el título de “Miss España” en el año 1989, vivió uno de los momentos más especiales de su vida: ver a la mayor de sus tres hijos, Claudia Ula, darle el “sí, quiero” a su prometido, Vicente Benítez, rodeada de quienes más la aman.
En el corazón de la iglesia de Zahara de los Atunes (Cádiz), entre flores y miradas cómplices, se tejió una historia familiar llena de belleza, sentimiento y memorias imborrables. En esta entrevista exclusiva, Raquel nos abre las puertas de su alma para compartir, con ternura y sinceridad, cómo vivió desde dentro la boda: un día que quedará grabado para siempre en su corazón y que estuvo marcada por la ausencia de su exmarido, Miguel Ángel Jiménez, fallecido en 2020, a los 55 años de edad.
-Raquel, cuando tu hija hizo su entrada hacia el altar, ¿qué sentiste al ver materializarse ese instante tantas veces imaginado?
-Recuerdo que lo viví con muchísima emoción. La última semana había sido especialmente intensa para mí, y anhelaba ese momento con el alma. Lo había soñado muchas veces, pero cuando sucedió, superó todas mis expectativas. Ella estaba tan guapa, tan enamorada, tan feliz, entrando en la iglesia del brazo de mis dos hijos... ¡Uf!, fue un sentimiento de amor con mayúsculas, de esos que se graban a fuego en el alma.
-¿Qué significó para ti acompañarla en un día tan decisivo en su vida y verla avanzar hacia su futuro?
-Fue un momento muy profundo. Más allá de la emoción evidente, sentí una gran satisfacción interior. Esa sensación íntima de haber cumplido con nota mi responsabilidad como madre. Y también mucho, muchísimo orgullo al verla convertida en una mujer maravillosa, en una mujer 10.
-¿Volvieron a ti recuerdos de su infancia mientras la contemplabas?
-Rotundamente sí. En apenas unos segundos, reviví cada etapa de su vida como en una ráfaga mágica. Desde sus primeros pasos hasta este instante tan trascendental. Fueron unos minutos realmente únicos.
-Tus hijos, Miguel Ángel y Nicolás, acompañaron a Claudia como padrinos. ¿Cómo viviste esa imagen tan simbólica y bella?
-Aunque no era lo inicialmente deseable, ver a mis tres hijos juntos, tan mayores, tan unidos y guapos fue un verdadero regalo del cielo. Esa imagen ya la guardo en mi retina y en mi corazón para siempre. Fue algo inolvidable.
-¿Qué valor le das a que hayan tenido un papel tan especial en la ceremonia?
-Para mí fue una manifestación preciosa de amor, respeto y cariño hacia su hermana. Porque, sinceramente, a ellos no les entusiasma ser protagonistas. Pero entendieron lo importante que era para Claudia y accedieron con amor. Y yo... ¡me morí de amor! Como no podía ser de otra manera.
-¿Hubo algún instante durante la ceremonia que te emocionara especialmente? ¿Algún gesto o palabra que te tocara el alma?
-Estuve emocionada desde el primer instante. Hubo momentos realmente entrañables, pero, uno muy especial, fue cuando durante el "consentimiento" el sacerdote Antonio Romero nos invitó a los padres a acercarnos al altar. Fue un gesto inesperado que nos encantó. Estar tan cerca de ellos en ese instante sagrado fue un privilegio.
-¿Se hizo alguna mención que conectara con la historia familiar o tocara el corazón?
-Sí, todos sentimos intensamente la ausencia de Miguel Ángel, padre de mis hijos. Aunque no estuvo físicamente, estuvo presente en cada gesto, en cada mirada, en cada emoción. Lo llevamos con nosotros en todo momento.
-¿Cómo fue ese instante tan esperado en el que Claudia pronunció el "sí, quiero"?
-Fue precioso y además tuvo una anécdota muy tierna. Vicente, por los nervios del momento, no podía parar de reír... ¡y nos contagió a todos! Fue un momento espontáneo, luminoso, lleno de humanidad.
-¿Y qué sentiste justo después de que se declararan marido y mujer?
-Fue una mezcolanza de sentimientos, todos hermosos. Felicidad, alivio, orgullo, ternura... Todo junto, como una ola de emociones.
-¿Recuerdas ese primer abrazo con tu hija ya convertida en esposa?
-Solo quería sentir su felicidad, abrazarla y fundirme con ella en ese instante tan suyo y tan nuestro. Fue un abrazo que no quería soltar nunca.
-¿Qué palabras compartiste con ella tras la ceremonia?
-Le di la enhorabuena y le dije lo mucho que la quería. No había nada más importante que decirle en ese momento.
-¿Y cómo fue la respuesta de ella?
-Me abrazó fuerte y largo. Fue un abrazo que decía más que mil palabras.
-¿Cómo describirías el ambiente de la celebración? ¿Hubo un momento que guardarás siempre contigo?
-Tengo la certeza de haber vivido una boda realmente especial, la más bonita que he presenciado. Estuvo repleta de detalles llenos de sensibilidad, de momentos emocionantes. Si tengo que elegir uno, me quedo con cuando mi hijo Nicolás tocó el piano y cantó, invitando a Claudia y a Miguel Ángel a abrir el baile. Me emociono solo de recordarlo.
-¿Qué imagen guardarás para siempre en tu corazón?
-Sin duda, la entrada de Claudia a la iglesia del Carmen, acompañada por sus hermanos, mis hijos. Fue una escena de una belleza indescriptible.
-Raquel, ¿cómo ha sido para ti vivir esta boda sin la presencia física del padre de tus hijos?
-Esa pregunta me invita a reflexionar sobre algo que todavía me causa mucho dolor. Te agradecería que me permitas no responderla... aunque creo que es evidente. Su ausencia ha sido tan sentida como su presencia en el corazón de todos.