Este fin de semana, Victoria Ortiz Martínez-Sagrera ha puesto el broche de oro a una historia de amor alejada del foco mediático pero cargada de simbolismo personal. La diseñadora cordobesa, conocida por su trayectoria en moda, ha contraído matrimonio con Jaime Serra Díez, empresario y jugador de polo, en Palma del Río, una ciudad situada en Córdoba, en una celebración que ha reunido elegancia, tradición y profundas raíces familiares. El enlace ha tenido lugar en la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, un imponente templo barroco con un retablo dorado que ha servido de marco solemne a una ceremonia íntima y cuidada al detalle.
Victoria, vestida con un diseño de líneas depuradas y románticas, ha llegado del brazo de su padre, radiante y fiel a su estilo refinado, con el sello de elegancia natural que la caracteriza. Pero si algo ha destacado en esta boda ha sido la presencia de su círculo más cercano, formado por mujeres elegantes y discretas que, con sus estilismos y complicidad, han acompañado a la novia en su día más especial.
Tanto por su trabajo en IQ Collection como por su selecto grupo de amistades, la lista de invitados contó con rostros de categoría. Entre ellas, Claudia Osborne, quien mantiene una amistad muy estrecha con la novia desde hace años. Claudia ha brillado con un vestido vaporoso en tonos oscuros con toques dorados, de estética mística y favorecedor escote en pico, que acompañó con una gargantilla dorada de inspiración joyera y ondas suaves en el cabello. Un look de diez que no pasó desapercibido y que aportó sofisticación al evento.
También se dejaron ver otras mujeres fundamentales en la vida de Victoria, como Ana Gallardo Molina, que volvió a hacer gala de su estilo vibrante con una combinación de colores tan arriesgada como acertada en tonos naranja y verde; la diseñadora Blanca Astolfi, una de sus amigas más cercanas; y Julia Bolaños, hija del empresario Luis Bolaños, quien también estuvo presente en la pedida de mano. La reconocida arquitecta África Serra y Díez, muy próxima a la pareja, volvió a acompañarles en esta jornada inolvidable, como ya hiciera meses atrás durante el compromiso.
Entre las asistentes también destacó Paz Linares Lago de Lanzós, gran amiga de la novia, que apostó por un estilismo en rojo vibrante, atrevido pero absolutamente sofisticado, ideal para una celebración de verano. Junto a ella, Teresa Baca, modelo y colaboradora habitual en medios de moda y estilo de vida, eligió un vestido ligero, femenino y muy veraniego, que capturaba a la perfección el espíritu alegre y elegante del enlace. Ambas aportaron frescura y personalidad a una jornada marcada por el buen gusto y la cercanía.
Tras la ceremonia religiosa, los recién casados se dirigieron al cortijo Monte Alto, una finca familiar centenaria situada en plena Sierra de Hornachuelos, reformada por la bisabuela de Victoria en los años sesenta y actualizada con cariño por las mujeres de su familia. Un lugar cargado de historia y emoción donde se celebró el convite al aire libre, bajo un cielo iluminado por guirnaldas de luces, mesas vestidas con esmero, flores frescas y una atmósfera que reflejaba la esencia andaluza.
“Es un sitio muy especial para mí porque, cada vez que vengo, siento que regreso a mis raíces. Encuentro la serenidad y la paz”, confesaba Victoria a ¡HOLA! semanas antes del enlace. Y así fue. La boda no solo ha marcado el inicio de una nueva etapa para la diseñadora, sino que también ha sido una oda a sus orígenes, a su tierra y a las personas que han formado parte de su vida.