En un entorno tan especial para ella como Zahara de los Atunes y bajo el cielo azul intenso de la costa gaditana, con el Atlántico como telón de fondo y rodeados del cariño de familiares y amigos, Claudia Ula, la mayor de los tres hijos de la empresaria y modelo Raquel Revuelta, de 29 años y Vicente Benítez, un analista de inversión de 30, sellaron su historia de amor.
La pareja congregó a 340 invitados, un número que refleja no solo la alegría con la que han querido compartir este gran paso, sino también el cariño que despiertan. “Nos hacía muchísima ilusión que viniesen todos y sabíamos que organizarlo en Zahara suponía un esfuerzo extra para muchos, pero lo cierto es que todos tenían muchísimas ganas de este plan”. Y así fue: la mayoría de los asistentes llegó desde el miércoles por la noche, aprovechando que el jueves 19 de junio se celebraba el Corpus Christi, para disfrutar de una experiencia que fue mucho más que una boda.
Oficiada por el sacerdote y amigo de la pareja, Antonio Romero Padilla, la boda se celebró este sábado 21 de junio, en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, la única iglesia de Zahara de los Atunes, un templo que la familia conoce y aprecia profundamente.
Uno de los momentos más emotivos de la ceremonia llegó de forma espontánea, cuando el novio, Vicente Benítez, visiblemente emocionado, se adelantó al ritual y pronunció un rotundo "sí, quiero" antes incluso de que el sacerdote terminara de formular la pregunta. La emoción del momento pudo con él y, con risa nerviosa, se ganó no solo a la feliz novia sino al resto de los invitados presentes en la iglesia. Un gesto sincero que dejó claro que no tenía ninguna duda: quería compartir su vida con Claudia Ula.
Mientras Claudia Ula y Vicente posaban emocionados para las fotos en el interior del templo, ya convertidos oficialmente en marido y mujer, comenzaron a sonar los acordes de la banda sonora de la película Gladiator. Una elección tan inesperada como poderosa que dotó al instante de una atmósfera épica y muy emotiva. La melodía envolvió a todos los presentes.
Minutos después, la pareja cruzó el umbral del templo bajo una lluvia de pétalos blancos (las flores blancas son un símbolo de pureza, elegancia y serenidad y son ideales para celebraciones de este estilo). Una imagen cargada de belleza y significado que marcó el inicio de su nueva etapa juntos. A continuación, Claudia Ula y Vicente se subieron a un jeep descapotable, perfectos para el entorno y el carácter relajado de la celebración, y pusieron rumbo al lugar donde tendría lugar el banquete nupcial.
Entre los rostros conocidos que acudieron a la ceremonia religiosa para acompañar a los novios en su gran día se encontraban Fiona Ferrer y Pilar Vera, Eva Pedraza o los creadores del vestido de novia: los diseñadores Vittorio & Lucchino.
La organización del enlace ha estado en manos de La Madrina Weddings, la reconocida firma especializada en bodas exclusivas liderada por Alejandra Lacida, una auténtica referencia en el sector nupcial. Su sello distintivo quedó patente también en la reciente boda de Patricia Cadaval, hija menor de César Cadaval (de Los Morancos), celebrada el pasado mes de mayo. En esta ocasión, el equipo ha acompañado a los novios durante todo este año para que todo salga perfecto en su gran día: desde los primeros esbozos de la celebración hasta el último detalle de hoy. Un trabajo integral de asesoramiento y coordinación que ha dado como resultado una boda como Claudia Ula y Vicente habían soñado.
El secreto mejor guardado: el traje de la novia
Para el gran día, Claudia Ula, que llegó al altar del brazo de sus dos hermanos, Miguel Ángel y Nicolás, confió en un diseño absolutamente personal y lleno de simbolismo de Vittorio & Lucchino: un vestido confeccionado en crep con superposiciones de gasa cristal francesa y tul, que emulaban el encaje con una delicadeza exquisita. De corte sirena, el vestido fue concebido pensando en el entorno natural del enlace, dotando al conjunto de ligereza y movimiento. La idea creativa incluía una transformación sutil tras la ceremonia, lo que le permitía a la novia disfrutar del resto de la celebración con comodidad, sin perder ni un ápice de elegancia.
Su velo, también firmado por Victorio y Lucchino, aportó un aire diferente, quizás menos “clásico”, pero mucho más “novia”. Uno de los elementos más personales fue el ramo, una composición en cascada, de estilo desestructurado y natural, fiel al espíritu de la celebración. Con esparraguera plumosa y ammi majus como protagonistas, incluía también romero y lavanda, junto a astrantia, narcisos, una azucena de mar y el imprescindible mirto, flor tradicionalmente asociada al amor duradero y la fecundidad. Claudia completó su look con dos pares de zapatos. Para la ceremonia, eligió unos Jimmy Choo Azia 95 en tono Rosa Ballet. Llevaba con ella a cuatro damitas, de siete, cuatro y dos años, hijas de sus primas Ade y Cristina. Acompañado por su madre y madrina, Beatriz Bachiller, el novio también cuidó cada detalle de su atuendo con discreción y elegancia, luciendo un chaqué gris oscuro y una corbata cuidadosamente elegida.
Por su parte, Raquel Revuelta brilló con un outfit diseñado por José Luis Zambonino, un conjunto de tres piezas en un vibrante color azafrán, compuesto por un maxi pantalón fluido y un body con escote halter, confeccionados en seda natural con un sutil hilo metalizado que aportaba un delicado brillo. Completó el look con una gabardina ligera de gasa de seda natural en un tono similar, que envolvía la silueta con vuelo y movimiento.
El conjunto se remató con un cinturón artesanal de José Rivas, realizado en piel de vacuno con forro depekari, adornado con un motivo floral labrado y cincelado a mano, un detalle de exquisita artesanía. Sus joyas aportaron el toque final de elegancia: pendientes de lunas de diamantes blancos y un brazalete con pavé de diamantes blancos, que brillaban con cada movimiento.
Un recuerdo muy especial para el padre de la novia
Uno de los momentos más emotivos de la jornada fue el recuerdo constante al padre de la novia, Miguel Ángel Jiménez, fallecido en febrero de 2020, a los 55 años de edad, cuyas cenizas descansan en Zahara de los Atunes. Su presencia se sintió en cada detalle y, durante la ceremonia, sonaron melodías que solía escuchar a diario como un tributo, silencioso y profundo, a su figura. Tras la ceremonia, Claudia Ula, su ya marido y sus invitados — entre los que se encontraban familiares cercanos, amigos de la infancia, y rostros conocidos del mundo empresarial y cultural andaluz— se han trasladado para la celebración al Trafalgar Polo Club, un espacio abierto que permitirá disfrutar del aire libre y el paisaje natural, siempre que el viento lo permita, hasta casi el amanecer.