Silvia Grijalba (Madrid, 1967) es la actual directora del Instituto Cervantes de Alburquerque (Estados Unidos) y con anterioridad estuvo al frente de los centros de El Cairo y Alejandría. Periodista musical de referencia, Silvia dejó hace tiempo atrás su faceta de reportera para centrarse en la gestión cultural y en la literatura. Así, en 2011 resultó ganadora del Premio de Novela Fernando Lara con su tercera novela, Contigo aprendí y ha publicado también diversos ensayos sobre el mundo de la música y sus protagonistas. En su última novela recién publicada, Aquellas noches eternas (Ediciones B), la autora recrea los años dorados de la Costa del Sol a través de la figura de Maite, una mujer que se reinventa en un mundo fascinante y muy diferente a su Oviedo natal, hasta llegar a convertirse en una referencia de la noche marbellí de los años 60 y 70.
- ¿Cómo surgió la idea de escribir Aquellas noches eternas?
Es un libro que llevaba tiempo pensando en escribir porque yo me crie en la Costa del Sol, había escuchado historias de esos años y veía que no había muchos libros publicados sobre esta época. Le di muchas vueltas antes de afrontarlo y tuve muy en cuenta lo que siempre escuché decir a mi madre de cuando llegó a Torremolinos: le pareció un lugar fascinante porque en su casa no podía ponerse pantalones ni fumar y allí podía incluso usar bikini. Ese punto de vista me pareció un punto de arranque interesante para que mi protagonista, una mujer que acaba triunfando como empresaria de la noche, narrara como fue ese Torremolinos y aquella Marbella de entonces.
También ha sido fuente de consulta fundamental todo lo que publicó la revista ¡HOLA! en esa época sobre mujeres como Gunilla o Ira de Fustenberg, personajes que aparecen en mi novela y que también me inspiraron para construir a mi protagonista, Maite, una emprendedora como lo fue la propia Ira de Fustenberg con el Marbella club. Este libro también es un homenaje a esas mujeres, aparentemente frívolas, pero que fueron muy revolucionarias.
"Ha sido fuente de consulta fundamental todo lo que publicó la revista ¡HOLA! en esa época sobre mujeres como Gunilla o Ira de Fustenberg, personajes que aparecen en mi novela y que también me inspiraron para construir a mi protagonista"
- ¿Había más Maites, entonces, de lo que pensamos?
Totalmente, la propia Costa del Sol lo propiciaba. Era un lugar muy especial para que las mujeres se sintieran más libres, no sólo en España sino en todo el mundo. Ahí tenían su espacio propio, su hueco especial.
Estaba Menchu, una mujer del norte de España que tenía un bar y que también me inspira en parte para el personaje de Maite, la citada Ira de Fustenberg, que promovió la imagen de Marbella y atrajo a muchos personajes relevantes que conformaron la famosa jet set y, también, la mujer de José Banús, Pilar, que tanto influyó en el desarrollo, promoción y éxito del propio Puerto Banús.
- ¿Torremolinos era mas hippy y Marbella más exclusivo?
A comienzos de los años sesenta Torremolinos era más famoso y ahí se daba una mayor mezcla de gentes: desde lord Willoughby, que aparece en el libro, hasta playboys que venían de Suecia y hippies que vivían prácticamente en la playa.
Fue en los años setenta cuando Marbella despegó con más fuerza, atrayendo más a las estrellas del cine y a la aristocracia: Sean Connery y su esposa Diane, Gunilla, Jaime de Mora, Ira de Fustenberg, etc.
Torremolinos era más canalla y casual que Marbella, donde se asentó la jet set y el lujo.
- Pilar Banús es una mujer importante de esas décadas y que aparece en tu novela…
La incluí en el libro porque quería mencionarla, pero luego el personaje fue creciendo más de lo que pensaba y ocupando más espacio en el libro. Me alegro de que haya sido así, ya que con ello rindo un pequeño homenaje a esta mujer, esposa de José Banús, el constructor y promotor del famoso Puerto Banús.
Fue una mujer fascinante que realizó una labor muy interesante en la sombra, como ocurría entonces con casi todas las mujeres de la alta burguesía. Gran apasionada del arte y las vanguardias, quería contar las reuniones que organizaba en la calle Monte Esquinza de Madrid y cómo, pese a su carácter conservador, se movió muy bien en esa Marbella pujante y ecléctica, convirtiéndose en todo una referente. Me sirvió también para encontrar paralelismos con la madre de Maite, la protagonista de mi libro.
- ¿Qué papel jugó la revista ¡HOLA! en la expansión global de esa imagen festiva y de glamour de las noches marbellís?
La revista ¡HOLA! potenció el misterio y glamour de esos personajes de entonces. Son imposibles de olvidar las fotos de Gunilla descalza en un sofá blanco o las de Ira de Fustenberg. ¡HOLA! tiene la capacidad de crear sueños y potenció muchísimo que conociéramos sólo la faceta agradable, la parte buena de todos esos personajes, que es la única forma de tener misterio y de seducir. Con el rollo que tenemos ahora con las influencer, donde vemos prácticamente todo lo que hacen, desde lo que comen hasta cuándo van al baño, se pierde todo el glamour y el misterio.
En ese sentido, la revista ¡HOLA! sigue siendo el adalid del misterio y de contar el lado bueno de las cosas, se ha mantenido en esa línea. Precisamente esa estela es la que yo he querido seguir en este libro, centrándome en contar lo positivo y obviando o dejando en un segundo plano aspectos más negativos que seguro había entonces.
- En tu novela, la vida de Maite en esa Costa del Sol abarca de 1963 a 1983. ¿Acababa entonces una época?
Coincide con el periodo que yo quería abordar, el más auténtico de la Costa del Sol, antes de que se convirtiera en otra cosa menos especial y delicada, debido fundamentalmente al urbanismo masivo. En este sentido, la protagonista va huyendo precisamente de eso, de la masificación y también de una vulgaridad no reñida con el dinero, ya que hubo gentes que llegaron a partir de los años 80 a Marbella con muchísimo dinero. Esos años de entrada masiva de millonarios y de nuevos ricos, los oros y los mega yates, ya no me interesaban tanto.
Me quedo con las pequeñas villas y sus buganvillas, ese lujo sencillo por el que siempre abogaba Hohenlohe, un mundo de discreción y elegancia. De ello se ha escrito poco hasta ahora.