Sosegada, emocionada y con esa mezcla de dulzura y madurez que la maternidad ha potenciado en ella, Cristina Pedroche vive con ilusión y emoción su segundo embarazo. Tras el nacimiento hace casi dos años de Laia, su primera hija, la presentadora ha redescubierto lo que significa ser madre desde una perspectiva mucho más real y emocional. “Deja de ser una idea teórica y se convierte en algo real, palpable”, confiesa en la sincera entrevista que ha concedido a ¡HOLA! de forma desinteresada. “Antes, mi percepción estaba basada en lo que había leído en libros, lo que me contaban amigas o las típicas historias de madres. Porque yo pregunto, leo, estudio... Intento estar siempre al día”, explica. Sin embargo, reconoce que por mucho que una se prepare, hasta que no lo vives en primera persona, no es lo mismo.
Fue Laia quien despertó en ella una sensibilidad especial y un cariño inmenso por los más pequeños. “Me encantó tener un bebé en brazos, aunque también tuve muchos miedos. Pero todo lo bueno superaba con creces cualquier temor”.
Aquel vínculo tan fuerte con su hija la llevó a imaginar un futuro con otra niña. De hecho, durante los primeros meses de su segundo embarazo, estaba convencida de que sería otra pequeña. “Ya le hablaba al bebé en femenino”, recuerda entre sonrisas. Por eso, cuando llegó el resultado de los análisis y supieron que era un niño, fue un auténtico shock. “Siempre he deseado tener una hija. Como soy hija única, pensaba que con una niña me bastaba. Pensé: ‘Perfecto, para mí eso es suficiente", cuenta con total honestidad. “Creo que educar a un chico es, en muchos aspectos, más complicado que hacerlo con una niña”.
Aun así, Cristina no oculta su entusiasmo: está feliz, ilusionada y más preparada que nunca para recibir a su hijo. Aunque hay un pensamiento que se repite a menudo en su cabeza: ¿cómo vivirá Laia este cambio? “Pienso mucho en mi hija y en lo que a veces la gente comenta, como eso de que la voy a ‘destronar’. Pero no, en absoluto. En casa no se destrona a nadie: el trono se amplía y se comparte”, afirma con rotundidad. “Queremos que nuestros hijos crezcan sabiendo que el cariño no compite, se comparte. Y que cada uno tiene su lugar único e irremplazable en la familia”.
En esta dulce espera, Cristina cuenta con el apoyo incondicional de Dabiz Muñoz, su marido y compañero de vida. Él vive el embarazo con calma y alegría, sin importar si el bebé es niño o niña. “Para él lo importante es que el bebé y yo estemos bien, que todo transcurra con salud y felicidad. Nosotros no hacemos distinciones. Deseamos una familia unida y feliz”.
Ambos están comprometidos con una crianza basada en la igualdad. “Desde que anunciamos que esperábamos un niño, mucha gente empezó con comentarios del tipo: ‘¡Ah, pues ya podrás irte con él a buscar animales!’. Y yo pienso… ¿pero en qué siglo vivimos?”, reflexiona. “Criamos desde la igualdad. Vamos a educar a nuestros hijos con los mismos valores, sin importar su género. Es fundamental intentar que los chicos también sean feministas. No se trata solo de preparar a las niñas para protegerse, sino de formar a los niños para que sean buenas personas: buenos amigos, buenas parejas, buenos hijos, buenos maridos...”.
Aunque aún no han tomado una decisión definitiva sobre el nombre del bebé, Cristina confiesa que tienen algunas ideas sobre la mesa. “Hay dos o tres que nos gustan mucho, pero creo que esperaremos a verle bien la carita para decidirnos. Me haría muchísima ilusión que fuese Laia quien escogiera el nombre de su hermano, aunque todavía es muy pequeñita para eso”, comenta con una sonrisa llena de ternura.
Lo que sí tiene claro es el estilo que le atrae: nombres cortos, con personalidad y, sobre todo, de raíces vascas. “Me encanta el País Vasco: su cultura, su gastronomía, su gente… y también sus nombres. Tienen una sonoridad que me parece preciosa”, nos explica. De hecho, cuando eligió el nombre de Laia pensaba que era vasco, aunque después descubrió que también es catalán y menorquín, algo que le pareció simplemente perfecto.
Entre las opciones actuales, barajan un nombre claramente vasco y otro que, aunque no está confirmado que lo sea, tiene ese aire que tanto le gusta. Pero si hay una posibilidad que le arranca una carcajada, es la de repetir el nombre del padre: “No soy muy fan de que los hijos se llamen como los padres, me parece algo anticuado… ¡pero llamarse Dabiz Pedroche sí que me haría mucha gracia! Porque, eso sí, yo le pondré mi apellido el primero”, afirma divertida, fiel a su sentido del humor y a esa personalidad tan auténtica que la define.