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Han pasado ya algunos años, pero aquel testimonio sigue grabado en la memoria de todos. Era el año 1995 y el mundo del arte aún no se había repuesto de una doble tragedia sin precedentes: la muerte de Lola Flores, la Faraona, y tan solo catorce días después, la de su hijo, Antonio Flores. En medio de ese huracán emocional, Antonio González, 'El Pescaílla', accedía a conceder una entrevista a ¡HOLA! desde la más profunda tristeza. En silencio y con la mirada perdida, nos dijo una frase que aún hoy estremece: “Dicen que de pena nadie se muere, pero yo me siento muerto por dentro”.
© ¡HOLA!
© ¡HOLA!Durante casi cuatro décadas, Antonio y Lola fueron inseparables. Vivieron una historia de amor marcada por la pasión, el arte y una familia que se convirtió en estandarte de la cultura española. El Pescaílla, siempre en un segundo plano, encontró en su guitarra el refugio perfecto, mientras Lola iluminaba escenarios. Pero cuando ella se apagó, también se apagó algo dentro de él. “No puedo dormir. Me levanto cada día buscando su voz, su risa, sus pasos por la casa… y no están”, nos confesaba en las páginas de nuestra revista.
La muerte de Antonio, el benjamín, fue un golpe del que nunca se recuperó. Su hijo, tan sensible, tan parecido a su madre, se fue sin avisar, como si su corazón no pudiera soportar tanto dolor. “Se me ha ido el niño...”, repetía El Pescaílla, con ese temblor de voz que solo tienen los padres rotos. Fue una entrevista difícil, íntima... No había cámaras, no había luces. Solo él, su pena y un silencio que dolía más que cualquier palabra.
© ARCHIVO ¡HOLA!
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© ARCHIVO ¡HOLA!Aquel verano fue un tiempo suspendido. Sus hijas, Lolita y Rosario, intentaban sostenerlo, mantenerle anclado a la vida, pero él ya no era el mismo. Se había convertido en una sombra, ausente, navegando en sus recuerdos.
La entrevista con ¡HOLA! fue una de sus últimas declaraciones. Fallecería cuatro años después, en 1999, en la misma casa donde Lola cerró los ojos por última vez. Y con él, se fue también una parte de nuestra historia. Pero nos queda su música, sus silencios, y aquella frase que aún resuena en nuestros corazones: “Yo me siento muerto por dentro”. Una declaración de amor eterno.
