La recepción marcaba el fin de una aventura: la del viaje cultural por el norte de España organizado por la Hispanic Society of America, con James Costos a la cabeza. James fue el embajador de Estados Unidos en España durante el mandato de Obama, pero vivir en nuestro país cambió su vida y su perspectiva y se convirtió en un español de corazón. El flechazo fue instantáneo, como en la canción de Mecano, y su pasión ibérica no ha hecho nada más que crecer durante los años. En este viaje por Galicia y Asturias seguía los pasos de Archer Huntington, el fundador de la Hispanic Society, allá por 1904. Pero era mucho más que un viaje cultural, se trataba de revivir el espíritu con el que nació la institución: la unión de los pueblos a través de la cultura. Algo que ahora cobra más sentido e importancia que nunca: si la política - y los aranceles- levantan muros el arte, la cultura tiende puentes. Para este momento tan especial, Costos quiso reunir en su residencia a sus grandes amigos españoles y de todo el mundo.
En su maravilloso palacete, situado en el madrileño barrio de Chamberí, en el que se respira arte y sofisticación en cada rincón, intelectuales, coleccionistas y amantes del arte se unieron para celebrar, compartir y seguir creciendo en objetivos comunes. Entre magníficas piezas internacionales del siglo XX, obra española contemporánea y paneles ornamentales con historias únicas, el propio Costos nos lo contaba en primera persona.
—El arte construye puentes donde la política levanta muros. ¿Es ahora más necesaria que nunca la Hispanic Society?
—Sí, ahora más que nunca, la Hispanic Society desempeña un papel fundamental para mantenernos conectados. En un momento en el que la política puede dividirnos, la cultura construye puentes. Como ex embajador de Estados Unidos en España y ahora como miembro de la junta de la Hispanic Society, he visto cómo el arte y el patrimonio trascienden fronteras y fomentan el entendimiento. No solo preserva el pasado: nos une en el presente y ayuda a construir un futuro más unido.
—¿Cree que un mecenas del arte puede, a veces, lograr más que un embajador?
—Sí y, en muchos sentidos, están profundamente conectados. Tanto un embajador como un mecenas del arte actúan como constructores de puentes. Uno utiliza la diplomacia, el otro la cultura, pero ambos fomentan el entendimiento, la conexión y los valores compartidos. El arte es una poderosa forma de diplomacia blanda, y cuando ambos roles trabajan en armonía, pueden lograr algo realmente duradero.
—¿Cuál es su papel dentro de la Hispanic Society y hasta dónde le gustaría llegar con sus objetivos?
—Como miembro del patronato, mi papel es ayudar a guiar su visión estratégica, ampliar su alcance y asegurar que su increíble colección y misión sean más visibles y accesibles, especialmente a nivel internacional. Quiero posicionarla no solo como guardiana del pasado, sino como un puente cultural dinámico entre Estados Unidos, España y América Latina. Mi objetivo es verla prosperar como una institución global, una que inspire el diálogo, fomente la colaboración y cuente las historias compartidas que nos unen.
—¿Cuál sería su logro soñado? ¿Cuál es el legado que le gustaría dejar?
—Si hay un legado que me gustaría dejar, es la idea de que el entendimiento mutuo, el intercambio cultural y los valores compartidos son fuerzas poderosas para el bien. Ya sea a través de mi trabajo como embajador o como defensor del arte, quiero que se me recuerde por haber unido a las personas y creado espacios para que las voces, tradiciones e ideas se conecten más allá de las fronteras.
—Hábleme de su amor por España. ¿Cómo comenzó este romance con la cultura española y cómo cambió su vida?
—Mi amor por España comenzó en el momento en que Michael y yo la visitamos por primera vez. Nos sentimos inmediatamente atraídos por su rica historia, su cultura vibrante y la calidez de su gente. Ese primer vínculo se profundizó aún más cuando tuve el honor de servir como embajador de Estados Unidos. Vivir en España transformó nuestras vidas, nos dio un segundo hogar, amistades duraderas y un profundo aprecio por el estilo de vida español. No es solo un lugar que amamos, es parte de quienes somos.
—¿Qué ha aprendido de España y del pueblo español?
—El pueblo español encarna calidez, generosidad y un profundo respeto por la historia y la tradición. He aprendido que la verdadera diplomacia a menudo ocurre a través de experiencias compartidas, conversaciones y cultura.
—¿Consideraría volver a la política?
—Sí. El servicio público, cuando se ejerce con integridad y propósito, es una de las formas más significativas de dejar una huella duradera.