Es una de las estrellas del momento del cine francés y muchos medios de comunicación galos se refieren a ella como la niña mimada del cine. Sin embargo, el camino de Lyna Khoudri para triunfar en la interpretación no ha sido fácil. La novia de Karim Benzemá, con el que ha hecho oficial su relación hasta ahora desconocida en el Festival de Cannes, protagoniza una historia de superación y de reinvención. No ha llegado a lo más alto por una casualidad ni tampoco fue descubierta por un cazatalentos. Hasta conseguir su primer papel en la gran pantalla hubo años de trabajo, de sacrificio, de entrega, además de una traumática experiencia que podría haber truncado todo.
Nacida el 3 de octubre de 1992 en Argelia, la actriz creció en contacto constante con la cultura, ya que en su hogar se consumía en todas sus formas al ser hija de una profesora de violín y de un periodista que estaba al frente de los informativos. Cuando ella tenía dos años, la familia al completo tuvo que instalarse en Francia porque su padre "fue amenazado de muerte por fundamentalistas". Dejaron todo atrás y en su nueva vida, sus padres tuvieron que cambiar de profesión. Pero supieron adaptarse a las circunstancias, valorar las oportunidades y tener una vida feliz en la localidad Aubervilliers. Lo que no esperaba Lyna es que todo se iba a tambalear durante la adolescencia.
La unión de dos culturas forma parte del ADN de la intérprete y es motivo de orgullo para ella, por eso nunca imaginó que podría provocar conflictos. En Femina ha contado que tenía su pasaporte argelino, permiso de residencia francés y que cada verano pasaba unas semanas en el país que la vio nacer. Creció pensando que no tendría problemas con el tema de la inmigración porque era prácticamente un bebé cuando se instaló en Aubervilliers. Pero todo eso cambió cuando obtuvo la nacionalidad gala con 18 años porque fue un proceso desagradable y complicado.
"Cuando me pidieron que fuera a la comisaría a las 4 de la mañana para demostrar que había crecido en Francia, no lo entendí. Acababa de terminar el instituto, iba a la Sorbona, pero tenía que pedir todos mis certificados escolares, desde jardín de infancia hasta el instituto. Me sentí humillada, como si me tomaran por mentirosa, y comencé a cuestionarlo todo", ha explicado. Su reacción fue leer historias de la guerra de Argelia "para asimilar de dónde venía y por qué estaba allí". Catorce años después, reconoce que la rabia adolescente ha disminuido y el enfado ha cambiado. "Estos años de investigación me han permitido comprender mi historia, y la comprensión siempre trae más serenidad", apunta.
Esta experiencia personal influyó a la hora de aceptar su participación en 13 días, 13 noches, película que aborda el trabajo de la Embajada de Francia para ayudar a las personas a huir de Kabul y los talibanes en agosto de 2021. Ha indicado que al leer el texto se vio identificada en el lado bicultural de su personaje, que cuestiona el desarraigo. "¿Cómo puede uno sentirse ciudadano del mundo y, al mismo tiempo, apegado a una tierra? Una bandera, ¿qué significa realmente? Todas estas son preguntas que a menudo me he hecho como inmigrante de segunda generación", ha compartido.
Adora esa parte reparadora que tienen algunas películas, rasgo que le hace enamorarse aún más de su profesión. Y aunque estar en la posición donde se encuentra ahora es un sueño cumplido, para Lyna Khoudri es vital seguir en contacto con el mundo real. Inicialmente, pensaba que tomarse un descanso en un momento álgido como el que ella está viviendo es "de niños malcriados", pero rápidamente se dio cuenta de que el equilibrio era necesario porque ese ritmo estaba pasando factura en su salud física y mental. Así, aprovecha su tiempo libre para dormir, viajar, estar con su entorno y apoyar a su hermano pequeño, al que está muy unida.