La madrugada del 19 de agosto de 2024, frente a la tranquila costa siciliana de Porticello, una brutal tormenta transformó un viaje de celebración en una tragedia devastadora. En apenas 16 minutos, el superyate de lujo 'Bayesian' —propiedad del empresario tecnológico británico Michael Lynch— se hundía con 22 personas a bordo. Siete de ellas, incluido el propio Lynch y su hija Hannah, perdieron la vida.
Ahora, un informe provisional elaborado por la División de Investigación de Accidentes Marítimos del Reino Unido (MAIB, por sus siglas en inglés) arroja nueva luz sobre las causas del naufragio y desvela una cadena de errores de diseño, falta de información crítica y condiciones meteorológicas extremas que resultaron fatales.
Una tormenta, un vuelco y 16 minutos para el desastre
A las 4:06 de la mañana, una ráfaga de viento de más de 130 km/h impactó lateralmente contra el yate de 56 metros de eslora. En menos de 15 segundos, el 'Bayesian' se inclinó violentamente hasta alcanzar un ángulo de 90 grados. Aunque la embarcación tardó 16 minutos en hundirse por completo, la situación fue desde el primer momento “irrecuperable”, como concluye el informe.
El yate, construido por el reputado astillero italiano Perini Navi y botado con la promesa de ser “insumergible”, tenía la quilla elevada y las velas arriadas en el momento del accidente. Pero lo que desconocían tanto la tripulación como el propietario era que esas condiciones aumentaban considerablemente su vulnerabilidad a vientos laterales. Esa información no estaba registrada en el manual de estabilidad del barco, una omisión que resultó mortal.
Las víctimas
Michael Lynch, de 59 años, había organizado el viaje con familiares y amigos para celebrar su reciente absolución en Estados Unidos tras años de batalla judicial por la venta de su antigua empresa, Autonomy, a Hewlett-Packard. Con él viajaban su hija Hannah, de 18 años —que estaba a punto de comenzar sus estudios en Oxford—, el presidente de Morgan Stanley International, Jonathan Bloomer, y su esposa Judy, el abogado Chris Morvillo y su mujer Neda, y el chef del yate, Recaldo Thomas.
Solo 15 personas lograron sobrevivir. Algunos escaparon nadando en la oscuridad; otros fueron rescatados gracias a una balsa salvavidas lanzada desde el 'Bayesian' y recogida por un bote auxiliar del yate Sir Robert Baden Powell, anclado a escasos metros.
Los escalofriantes testimonios de los supervivientes
“Caímos todos. Las luces se apagaron y el agua nos inundó”, relató Angela Bacares, esposa de Lynch, una de las supervivientes. Otros pasajeros contaron cómo utilizaron muebles caídos como improvisadas escaleras para escapar mientras el agua entraba a raudales por las bordas de estribor y las escaleras internas. Cinco personas resultaron heridas y un marinero fue lanzado por la borda.
Lo más escalofriante llegó tras la recuperación de los cadáveres: al menos cuatro de las víctimas no tenían agua en los pulmones, lo que indica que murieron atrapadas en cámaras de aire tóxico mientras el barco se hundía.
La investigación y el oscuro legado
La MAIB encargó a la Universidad de Southampton una recreación digital del accidente, confirmando que vientos incluso inferiores a los registrados esa noche habrían sido suficientes para volcar el barco, dada la configuración de quilla elevada y velas bajadas. Las autoridades italianas, que conducen su propia investigación penal, han puesto bajo sospecha al capitán James Cutfield, al ingeniero jefe Timothy Parker y al marinero Matthew Griffiths. De momento, no se han presentado cargos, pero los tres han sido formalmente incluidos en la causa.
En paralelo, la operación de recuperación del yate —valorada en más 23,5 millones de euros — ha cobrado su propia víctima: un buzo holandés murió en un accidente durante las maniobras de salvamento, supuestamente al intentar desconectar una pieza del mástil con un soplete.
Un barco “insumergible” que se convirtió en tumba
El 'Bayesian' fue descrito por su constructor como una joya de la ingeniería naval. Con 473 toneladas, 56 metros de eslora y un mástil de 75 metros (el segundo más alto del mundo), representaba el colmo del lujo y la innovación. Pero tras su espectacular naufragio, se ha convertido en sinónimo de tragedia, errores fatales y una inquietante sensación de que algo tan sofisticado podía fallar tan rápido.
El plan ahora es reflotar el yate, analizar a fondo su estructura y cerrar definitivamente una investigación que no solo busca esclarecer responsabilidades, sino también prevenir futuras catástrofes.