De doña Rogelia al pato Nicol, los inolvidables muñecos creados por Mari Carmen

Con una impresionante habilidad y una gran vis cómica ha dado vida a personajes que ya forman parte de la cultura popular española

Por Lucía Fernández

Maria del Carmen Martínez-Villaseñor fue una auténtica pionera en una época en la que el humor estaba copado por nombres masculinos, salvo por el de la gran Lina Morgan. Amante del guiñol, fue el padre de José Luis Moreno, otro de los ventrílocuos más conocidos de España, quien la inició en un oficio en el que demostró que podía hacer reir, pero no solo ella, también doña Rogelia, Daisy, el pato Nicol y el león Rodolfo. Sus muñecos se conviertieron en su alter ego, en la segunda parte de su nombre artístico y en su legado más inolvidable. 

Pocas señoras mayores se han ganado el corazón de los espectadores como lo ha hecho doña Rogelia y no precisamente siendo una abuelita entrañable, sino gastando mucho, pero que mucho mal genio. Con pañoleta y vestido negro, encarnaba a una mujer tradicional, probablemente manchega, como Mari Carmen, que tiraba de acento para dar vida a una señora que gesticulaba a más no poder mientras remataba sus frases con la coletilla 'leñe'. Los cascarrabias es frecuente que acaben siendo los personajes más queridos y en esto, doña Rogelia fue también una pionera, tanto que conquistó incluso a la reina Sofía.

También contestona pero en versión adolescente era Daisy. Esta joven de trenzas rubias y excesivo maquillaje no tenía pelos en la lengua y el público reía con sus ocurrencias, como cuando decidió que se quería casar con Alberto de Mónaco, cuando este aún era un príncipe soltero. Mari Carmen y sus muñecos hacía magia con su voz y sus personajes, que por cierto se llevaban muy mal entre sí, eran completamente diferentes, aunque les unía en su mayoría la absoluta irreverencia.

El pato Nícol encarnaba al típico chulo de los años 80 y 90, una especie de 'macarra' muy castizo que era duro por fuera, pero un patito por dentro. Este no era el único animal que tenía en su repertorio, el león Rodolfo era también uno de los muñecos más queridos. A diferencia de Nícol era mucho más sensible, lo que le hizo ganarse el corazón de muchos espectadores, pero tampoco tenía pelos en la lengua. 

Para Mari Carmen, sus muñecos eran algo más que objetos. Les dio vida y los cuidaba como si, en efecto la tuvieran. Se dice que no dejaba a nadie tocarlos, excepto algunas de las personas que más admiraba, como los reyes Juan Carlos y Sofía y Julio Iglesias. Desde hace años vivía en la ciudad tinerfeña de Puerto de la Cruz, donde tristemente ha fallecido, y con ella guardaba a sus queridos muñecos que tantas horas de televisión regalaron a los hogares españoles en la década de los 90 y que la acompañaron en su retiro hasta el último día.