Alejandra Prat y su sorprendente sueño: se prepara para las olimpiadas de París

©Javier Alonso

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Nos encontramos con la hija del recordado Joaquín Prat en la hípica a la que acude a entrenar cada día, en pleno campo y en las inmediaciones de Vilanova y la Geltrú, a media hora de su casa de Barcelona. Allí se trasladó la presentadora a vivir tras su boda, en 2007, con el empresario Juan Manuel Alcaraz y juntos se convirtieron en padres de familia numerosa. Sus tres hijos: Adriana, de doce años; Alejandro, de once, y Amaro, de nueve, son su prioridad y, tal y como nos cuenta, también los “culpables” de que le entrara de nuevo el gusanillo de volver a montar.

“He sido campeona de España, la mejor clasificada de Europa... Pero, al casarme y tener a mis hijos, lo tenía abandonado. Ahora me he reenganchado a tope”

—Alejandra, qué sorpresa que hayas recuperado esta afición y esta faceta tuya.

—Sí. ¡Estoy encantada! Yo he sido campeona de España, la mejor clasificada de Europa, mi caballo fue olímpico... Pero, al casarme, venirme a vivir a Barcelona y tener a mis hijos, lo tenía abandonado. Ahora me he reenganchado a tope.

—¿Cuántos años llevabas sin practicar?

—Unos dieciséis años.

—¿Cómo surgió que quisieras volver a la doma clásica?

—Fue por mis hijos. Ellos empezaron a decir en verano que querían montar a caballo. Así que comenzaron a ir a las clases, les encantó y se aficionaron. Empecé a acompañar a los niños y ya cuando se lo tomaron más en serio, en septiembre, me decidí yo también a volver a montar. La verdad es que lo añoraba mucho, sobre todo el contacto con el animal. Tuve la suerte de dar con el profesor que me entrena, Jordi Domingo, que me dejó un caballo para empezar otra vez, para probar si quería lanzarme o no, y nada, al final me enganché otra vez, hasta el punto de que ya me he comprado un caballo. Se llama ‘Jailer’.

Llevaba dieciséis años sin subirse, literalmente, a un caballo, “porque a mí lo que me gusta es competir. Montar para dar cuatro vueltas no te apetece ni te motiva”

—¿En todos estos años no habías vuelto a montar, ni siquiera para dar un paseo?

—No, porque a mí lo que me gusta es competir. Si llevas tiempo trabajando a alto nivel y lo dejas, subirte a un caballo para dar cuatro vueltas no te apetece ni te motiva ni te hace ilusión.

—¿Tu objetivo es volver a la competición?

—Sí, estoy emocionada. Mi objetivo es participar en los Juegos Olímpicos de París. Yo voy a dar el máximo para intentar conseguirlo y voy a poner de mi parte todo lo que pueda. Es difícil, porque hay mucha gente muy buena.

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—Pero ¿tienes posibilidades? ¿Crees que podrás hacer realidad este sueño?

—A mí me encantaría. La verdad es que el caballo es una maravilla y mi entrenador, también. Por lo menos, voy a intentar ir a tope. Como decía, hay mucha gente buena, muy bien preparada, que lleva muchos años. Pero, de momento, esa es mi meta.

—¿Es un deporte que no se olvida?

—Bueno, tengo que recuperar un poco la sensibilidad en algunas cosas, pero no me puedo quejar. Mi profesor, Jordi, es muy bueno, es olímpico también, y él es el que me va ayudar a encauzarme ahora.

—¿Cuál es tu rutina de entrenamiento?

—Entreno todos los días en Vilanova y la Geltrú. Todo el mundo me dice que está muy lejos, pero, claro, aquí en Barcelona no están acostumbrados a las distancias que tenemos en Madrid, donde veinticinco minutos en coche no es nada. Además, hago el camino feliz cada día, porque, además de que voy a una actividad que me encanta, voy por la carretera viendo el mar.

“Me encantaría hacer realidad este sueño, voy a dar el máximo para intentar conseguirlo. Hay gente muy bien preparada, pero, de momento, esa es mi meta”

—¿Cuánto tiempo le dedicas?

—Una hora, más o menos, como decía, todos los días. En realidad, es una hora de entrenamiento, pero al final aquí me paso unas dos horas, entre que preparas al caballo, le haces mimos, le paseas y todo eso.

—¿Tu familia te apoya?

—Sí, bueno, no sé si mi marido está tan contento (ríe), porque mi hijo el pequeño también se ha aficionado muchísimo y también está compitiendo en saltos. Hace unos días quedó fenomenal, primero y segundo. La mayor se ha aficionado a la doma y el mediano es el único que no, pero ya veremos... Mi madre está encantadísima de que lo haya retomado, tanto ella como mi padre disfrutaban muchísimo cuando yo competía. Mi padre ahora sería el más feliz.

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—¿Cuál es el camino hasta llegar a las olimpiadas, tendrás que participar antes en concursos en España?

—De momento, lo primero que estoy haciendo es trabajar mucho la base, porque podía haberme quedado un caballo maestro, que ya ha adquirido toda la técnica, pero me he decidido por un caballo más joven. Así que tengo todo este año para que nos pongamos los dos un poco a punto. De aquí a verano me gustaría empezar a competir, pero quiero ir viendo cómo evoluciona el caballo y cómo evoluciono yo. Voy a ir al máximo de lo que pueda ir y tal vez en un par de meses ya me anime a concursar.

—Desde que empezaste a montar, ¿has tenido algún problema debido a las restricciones sanitarias por la COVID?

—Los deportistas de algunas disciplinas tenemos un permiso especial para entrenar. Y, además, al ser un animal, hay que ocuparse de él diariamente. Son muy inteligentes y sensitivos y hay que ser muy constante con ellos. ¡Además de ser también como un deportista de élite! Necesitan una preparación y cuidados similares.

—Necesitarás patrocinadores.

—¡Claro! Todos los patrocinadores que vengan bienvenidos serán. La doma clásica es una disciplina elegante y muy exigente, y no se le dedica todo el espacio que se merece. Además, la equitación es el único deporte olímpico mixto. No distingue hombres y mujeres.

—Estás en plena forma física, ¿qué otros deportes practicas, sigues corriendo como antes, entrenas, bailas...?

—Bailo cada semana unas tres horas, además de tener a Fitgemma, que es mi entrenadora personal. Me prepara cada semana unas rutinas de trabajo enfocadas a mejorar mi físico para la doma. Y, cuando tengo tiempo, sigo yendo a correr. Con el clima que tenemos en Barcelona, es un privilegio poder hacerlo al aire libre, y más con la pandemia que nos hace anhelar la libertad...

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