Forau de Aigualluts, la cascada secreta de Huesca

En el valle de Benasque, al pie de los Pirineos, las aguas recién fundidas del glaciar del Aneto saltan en cascada para luego tragárselas la tierra. Luego aparecerán en otro valle, el de Arán, en Lleida. Como por arte de magia. Para llegar a este espectacular salto hay que andar menos de dos horas por un camino sencillo y bien señalizado.

Por ANDRÉS CAMPOS

No existe en España paisaje de montaña más grandioso que el del valle de Benasque, o del río Esera, en cuya cabecera se alzan el 80 por ciento de los picos de más de 3000 metros de la península ibérica, incluido el Aneto, el techo del Pirineo, con 3404 metros. Estos gigantes se rodean de glaciares (la mitad de todos los que hay en nuestro país), lagos de montaña y un sinfín de cascadas, como la que se precipita al abismo y luego desaparece bajo tierra en el Forau de Aiguallut.

CÓMO LLEGAR

La excursión a pie (1 h y 45’) para explorar este formidable paisaje comienza en Llanos del Hospital, que está a 13 kilómetros de Benasque, subiendo por la carretera A-139. Se puede estacionar el coche en el aparcamiento privado que hay junto al hotel Hospital de Benasque (llanosdelhospital.com) –un antiguo refugio medieval para los peregrinos del Camino de Santiago que atravesaban los Pirineos–, el cual está regulado los fines de semana (hay que pagar 3 €), o en el público y gratuito que hay 600 metros antes.

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EL RECORRIDO

Desde el aparcamiento saldremos caminando por el sendero de Aiguallut, que discurre en todo momento por el fondo del valle. Como a una hora del inicio, alcanzaremos el área de la Besurta, a la que también puede accederse en coche en ciertas épocas del año y acortar la excursión una hora en cada sentido. A través de un bosque de pinos negros, y rodeados de esbeltas montañas, entre las que se encuentra, a nuestra espalda, la redondeada cresta del Salvaguardia, llegaremos, 45 minutos después, ante el forau u hoyo, grande como un estadio, donde las aguas recién nacidas de los hielos de la montaña (arriba veremos el glaciar del Aneto) se cuelan bajo tierra tras una estrepitosa cascada. Lo más curioso de este sumidero kárstico es que no devuelve las aguas al mismo valle, sino que las envía bajo tierra al vecino de Arán, en la vertiente atlántica, siendo las únicas del Pirineo aragonés que no van al Mediterráneo a través del Ebro. Un truco magistral.

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POR SI QUIERES ALARGAR LA RUTA

Si el paseo hasta el forau sabe a poco, se puede rodear por la izquierda el verde llano (aquí lo llaman plan) que queda a espaldas de la cascada y cruzar el primer arroyo que salga al paso (el barranco de la Escaleta) para subir por su margen contraria siguiendo un sendero marcado con hitos.

En media hora, arribaremos a una nueva planicie, más pequeña, donde el camino vira decididamente a la izquierda para trepar en fuerte repecho al collado de Toro, balcón privilegiado sobre el recoleto ibón de Toro y sobre el valle de Arán, donde, misteriosamente, aflora el agua (color azul hielo) que se tragó la tierra en el Forau de Aiguallut. Si se lleva comida en la mochila, es el momento de disfrutarla, contemplando las cumbres circunstantes y el espejo acuático del ibón.

BENASQUE, EL REMATE FINAL

Después de andar por la montaña, puedes rematar un día perfecto paseando al atardecer por la villa de Benasque, que conserva un encantador núcleo antiguo de callejas angostas, casas blasonadas de piedra gris y tejados de pizarra gruesa como las de las calzadas romanas. Alrededor de las plazas Mayor y del Ayuntamiento, abundan los escudos heráldicos, las arcadas góticas, los restos renacentistas… Destacan la iglesia de Santa María, el palacio de los condes de Ribagorza, la solariega casa de Faure y la infanzona de Juste.

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CASONAS SOLARIEGAS EN ANCILES Y CERLER

Noble y hermoso es también el vecino caserío de Anciles (a solo 2 kilómetros de Benasque). Un diminuto pueblo medieval de calles empedradas, hermosas casonas solariegas e iglesia de origen románico con sus señoriales casas Barrau y Suprián, así como los de Eriste, Sahún, Liri... Y a todo esto se ha de añadir una docena de templos románicos diseminados por el valle. Iglesias o ermitas que, combinadas con su espléndido entorno, hacen casi obligatoria su visita, como las de Chía, El Run, Renanué, Eresué, Sesué, Villanova...

A solo 6 kilómetros de Benasque está Cerler, que muchos piensan que solo es una estación de esquí tan famosa e ignoran que también es un pueblo, un viejo y encantador pueblecito de piedra y pizarra, el más alto del Pirineo (1540 metros), con una iglesia del siglo XVI, algunas casas blasonadas y calles estrechas donde el sol apenas entra.

DÓNDE DORMIR

En plena naturaleza y punto de partida de la excursión al Forau, el Hospital de Benasque (llanosdelhospital.com) es un tres estrellas rebosante de madera a 1750 metros de altura. En Benasque, dos buenas opciones son el hotel Ciria (hotelciria.com), con habitaciones abuhardilladas y uno de los mejores restaurantes del lugar, y el hostal Parque Natural (hostalparquenatural.com), arquitectura típica de montaña, sobre un altozano que domina el valle.

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DÓNDE COMER

En el pequeño pueblo de Anciles, en el restaurante Ansils (restauranteansils.com), que ofrece cocina de nueva creación junto a recetas tradicionales como el recao, patés caseros y platos de caza. El Fogaril (hotelciria.com) es el restaurante del hotel Ciria, donde sirven platos tan ricos como los pimientos de piquillo rellenos, el lomo de corzo en salsa de trufa o un espectacular chuletón de buey. También en Benasque, en La Llardana (lallardanabenasque.com), con magníficas vistas, sobre todo desde la terraza voladiza y especialidades como las carnes a la brasa y la paletilla de ternasco asada.