El balcón del Palacio de los Grimaldi, protagonista, de nuevo, de un acontecimiento histórico

Por hola.com

Se asomó, por primera vez, al balcón del Palacio de Grimaldi, un 19 de noviembre, día de la Fiesta Nacional de Mónaco, siendo tan sólo un bebé que acababa de llegar al mundo. Y, desde entonces, cuando han pasado ya 47 años, el príncipe Alberto Mónaco jamás ha podido permitirse vivir alejado de esta dependencia, desde la cual hoy saluda a sus conciudadanos, por primera vez, como Soberano. De nuevo, ha sido protagonista de un acontecimiento histórico ese pequeño rincón con balaustrada, que ha formado y formará siempre parte de la existencia de los Grimaldi, aunque el mundo no lo descubriera hasta que no se hicieron en las primeras fotografías de Raniero y Grace, poco después de la celebración de su boda... Un reducido mirador desde el que la familia del príncipe Alberto ha hecho partícipes al mundo de sus alegrías y tristezas.

Un mirador con mucho que contar
A través de los años, ha sido retrato de la alegría de la llegada de los hijos y los nietos de Raniero -un dato significativo es que han ido apareciendo en él sucesivamente todos los hijos de Carolina y, sin embargo, ninguno de los hijos de Estefanía-; retrato, con las ventanas cerradas a cal y canto, del dolor por la pérdida de seres queridos (Gracia, Stéfano Casiraghi...); retrato de la nostalgia por las ausencias... Y, efectivamente, continuará siendo siempre, con motivo de la Fiesta Nacional de Mónaco, cada 19 de noviembre, fiel reflejo de la vida de la [Familia Real monegasca].

Como hoy lo ha sido de la felicidad del príncipe Alberto, que arropado por sus hermanas, las princesas Carolina y Estefanía, y sus sobrinos Andrea, Carlota y Pierre Casiraghi -hijos de la Princesa de Hannover-, ha comenzado oficialmente su reinado. Antes de asomarse al balcón, con el himno nacional, los aplausos de sus conciudadanos y un mar de banderas rojas y blancas -los colores nacionales- ondeando en la explanada de la plaza del Palacio de Grimaldi como telón de fondo, el Príncipe había pasado revista a las tropas en un acto castrense, en el que le fue entregado el estandarte con sus insignias, una doble A entrelazada, mientras las de Rainiero le fueron presentadas por última vez a la guardia principesca. Es el inicio de una nueva etapa en la vida de los Grimaldi, de la que seguro el mirador palaciego nos tendrá al corriente.