Aunque parezca obvio, no podemos olvidar que el árbol de Navidad es el elemento más significativo y pomposo del tumulto de oropeles y demás cachivaches que en estas fechas cambian el aspecto de las casas (comedores, salones, terrazas…).
Y otro punto es que, vale, vestir el árbol de Navidad es un ejercicio de decoración efímera, sí… ¡pero permanece ahí, como poco, un mes o más! Así que durante ese largo tiempo nuestro hogar va a ser víctima de un intruso que más vale que se ‘lleve’ bien con el resto de los elementos decorativos y estilísticos.
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El primer paso es decidir qué tipo de árbol escoger: natural (para luego devolverlo y replantarlo) o sintético. Si optamos por el artificial (el más difundido), el catálogo es infinito en texturas (espumillón, plumas, cristal, cartón, plásticos, madera…), colores, concepto (los hay que constan tan solo de una plancha triangular, minimalista y sencillo a más no poder).
El segundo escalón a solventar es el tamaño. Los hay liliputienses, expresión mínima del árbol navideño que, colocado en el recibidor y con apenas un par de luces, ejerce sus funciones con total efectividad y, sobre todo, discreción; y los hay mastodónticos, geniales para ‘aclimatar’ a todo un señor jardín exterior.
Entre medias existe un buen rosario de longitudes que dependen, en todo caso, de la magnitud de la estancia en donde se vaya a situar. Y aquí, la moderación es una virtud.
Una vez solventados los pasos anteriores, hay que enfrentarse a la decoración propiamente dicha, es decir, a embutir el árbol de bolas, angelitos, papás noeles, espumillones… y una panoplia interminable de figuritas y elementos. Eso sí, si lo quieres iluminar, sitúalo cerca de un enchufe. E intenta no mezclar más de dos colores (a lo sumo tres)… que tenga personalidad propia.
Una buena regla es, cada año, favorecer un tono (uno a base de dorados, otro de platas, otro rojos, otro blancos y verdes…).
Comienza por las luces, siempre desde el interior hacia fuera. Los tonos más fuertes de las guirnaldas y bolas (colocadas de arriba abajo en zigzag), también más afuera. Huelga decir que las proporciones son fundamentales: un árbol pequeño requiere adornos pequeños; uno grande, adornos de buen tamaño.
A partir de aquí entra en juego la imaginación, sin olvidar que los niños juegan un papel muy importante a la hora de decorarlo. Puedes optar por tematizarlo, tanto en colores (plata y verde, amarillos, naranjas y dorados…) como en argumento: campestre (piñas, guirnaldas de arándanos, rafia), sofisticado-elegante (lazos de terciopelo, raso, abalorios brillantes), gastronómico (bastones de caramelo, bellotas, racimos de uvas, utensilios de cocina), religioso (angelitos, estrellas, figuras del belén, cruces), japonés (con grullas de origami y otras figuras de papel), infantil (cajas de regalos, chuches, algún playmóvil).
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Leroy Merlín, por ejemplo, propone una gama de árboles que satisfacen todos los gustos y tamaños. Desde el de sobremesa escocés (45 cm), Al Allison nevado (de 1,8 m). Aki también tiene donde elegir. Sus distintos modelos de abetos se pueden adquirir a partir de 39,95 €, en medidas que van desde el metro y medio a los 2,10 metros. Por su parte, los adornospara árbol se encuentran desde 0,95 €; y en las siguiente tendencias: Black & Silver; Blue Dream; Chocolate; Nature Essence; Sensation; y Traditional Spirit.
Carrefour Home es otra de esas grandes superficies que dispone de todo un ejército de árboles de navidad acompañado de los sets decorativos pertinentes dependiendo del estilo elegido: Magic Frost (blancos, dorados y metalizados); Precious Nature (piñas, hojas, ramas, nueces…); Nordic Christmas (con todo el universo de Papá Noel); y Arty Christmas (fucsias, corales, un mundo de fantasía). A nosotros nos gusta, por el ahorro energético, su apuesta por las iluminaciones navideñas a base de LED.
Más información:
www.aki.es
www.leroymerlin.es
www.carrefour.es
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