Los vestidos de novia de Beatrice Borromeo

Vistió dos Valentino para su primer 'sí, quiero' en la glamurosa ceremonia civil en Mónaco y dos Armani para este segundo 'sí' en la idílica y exclusiva celebración religiosa en el isolino de San Giovanni en el Lago Maggiore

por hola.com

Dejó el listón alto en su enlace civil en Mónaco, pero ayer fue el sueño de una novia de verano. Radiante, como manda la tradición, la bella Beatrice Borromeo lució un lírico traje de manga larga color marfil hecho a medida de Armani (se confirmaban de nuevo las predicciones) para su segundo sí, quiero a Pierre Casiraghi en la idílica boda religiosa en el isolino de San Giovanni, la isla privada de la familia Borromeo. Puso todo el mimo en la elección del diseño y se reservó el color de la novia para el que iba a ser, por tradición y por decisión propia, su vestido más especial.

De nuevo, Beatrice escogió un vestido creado por un compatriota para pasar por el altar, y si el día de la boda civil el monopolio estilístico fue de Valentino, esta vez ha sido Giorgio Armani quien ha copado el vestuario nupcial de Beatrice Borromeo.

Beatrice Borromeo wore a custom-made ivory #GiorgioArmani Privé gown to her wedding with Pierre Casiraghi held earlier today in northern Italy.

La propia firma ha compartido en sus redes sociales la imagen en la que podemos ver a Beatrice, junto a Pierre, luciendo el primero de los vestidos que ha llevado en su boda italiana. Porque de nuevo hubo cambios de vestuario. Mientras el traje que llevaba por la mañana era tradicional, sobrio, de lo más apropiado para una ceremonia religiosa, para la celebración nocturna, la aristócrata volvió a apostar por Armani luciendo en esta ocasión un espectacular vestido en tul de seda de tirantes, con escote en pico, de un blanco radiante y con fajín satinado en la cintura.

Dos Valentino en la Boda Real de Mónaco
La maison de Valentino había sonado con fuerza como posible atelier del primer vestido nupcial de todos, y los pronósticos también se cumplieron: Beatrice acudió con una creación de la firma italiana a su primer sí, quiero en el salón de los Espejos del Palacio del Principado de Mónaco. No era de extrañar, teniendo en cuenta que el modisto, que tiene un largo historial de creación de vestidos para novias reales, guarda una estrecha relación con la familia Borromeo -el imperio textil Marzotto, propiedad de los abuelos de la novia, Marta y Umberto Marzotto, ha sido dueño de la marca durante varios años-, además de encontrarse entre los diseñadores favoritos de Beatrice.

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La propia casa Valentino confirmó su autoría en las redes sociales con una imagen de la espectacular creación: "Nos complace anunciar que Beatrice Borromeo Arese Taverna vistió un vestido de Valentino Alta Costura diseñado por los directores creativos Maria Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli, creado especialmente para su boda civil con Pierre Casiraghi el 25 de julio en el Palacio Real de Mónaco", anunciaba la firma acompañando al boceto. El Principado de Mónaco se quedó con las ganas de ver a Beatrice de blanco, pero la novia dio la campanada vistiendo el color femenino por excelencia y el más optimista. Un vestido rosa pálido con capa en chiffon con bordados florales blancos salpicando la caída de la falda y la parte inferior, definido como una "evolución del look 30-A16 de la colección Primavera-Verano 2015", que adornó con una tiara floral en la misma gama. Porque la vida (y especialmente la de recién casados) es más bonita in rose.

Como en una nube de felicidad se sentía Beatrice tras su boda civil, y así se vistió en una nueva metáfora estilística en la posterior cena de gala en el Hotel de París, donde los recién casados celebraron junto a sus invitados su matrimonio civil. Beatrice se dejó ver fugazmente, en su transitar por el séptimo cielo, con un vestido blanco y plateado, otra adaptación expresamente para ella de un diseño Couture de Maison Valentino, con una voluminosa falda de tul con estampado de esponjosas nubes. El colmo de la exquisitez era una espalda al aire con finos tirantes cruzados. Otro sueño romántico. Y probablemente nos quede algún vestido nupcial más para despertar.


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Los vestidos ¡de fiesta!
Pero en el mundo de las bodas reales, hay veces que un solo día de celebración (con su traje o sus varios trajes de novia) sencillamente no es suficiente. Y, entonces, al gran día le preceden y le siguen y le coronan más jornadas de fiesta con sus respectivos tiros largos. Ni qué decir tiene que por supuesto ha sido el caso de estos recién casados, que se han tomado a pie juntillas eso de que todos los días sean días de boda.

Así Beatrice ha lucido en estas celebraciones otros tres vestidos (pre y post) nupciales. Anoche, en el cóctel con el que la pareja daba la bienvenida a sus invitados a las islas Borromeo, concretamente a la isla Madre -otro de los escenarios de ensueño de este segundo enlace-, la novia se convirtió en una verdadera princesa de cuento medieval con un bucólico vestido de seda, delicadamente bordado con adornos florales, de Alberta Ferretti. Completó su puesta de ayer con su abundante melena rubia tocada con flores en ligera cascada y, a sus pies, con unas sandalias completamente planas.

También en las festejos de Mónaco hubo otros vestidos. Durante el cavagnëtu, el picnic al estilo monegasco, que tuvo lugar en los jardines del Palacio del Principado, Beatrice lució como se recomendaba en el dress code de la invitación de boda un traje regional. No le faltaba detalle a su atuendo tradicional del folclore monegasco, naturalmente, en homenaje a la tierra de su flamante marido. Ni la falda rojiblanca (los colores del Principado), ni el corsé negro, ni el mandil blanco rematado con volantes y vainica, ni los guantes blancos calados con adorno de puntilla, ni la cinta negra en el cuello para el colgante, ni el sombrero de paja con remates en negro y ladeado. De pies a cabeza iba (y se sentía) como toda una monegasca.

Coronó las nupcias en Mónaco con un vestido colorido (turquesa, verde, amarillo, naranja...) y de estampado refrescante (sandías, piñas, melocotones...), con cuerpo entallado y falda de vuelo, que hacía juego con las sonrisas rutilantes y las ganas de fiesta, esta vez con el Caribe como temática. La propia Beatrice, que había llevado dos Valentino para los momentos nupciales más álgidos -en la solemne ceremonia civil y en la cena de gala-, se decantó por una de las especialísimas creaciones de su cuñada, Marta Ferri, que remató con una pamela de paja y conjunto de pendientes y pulsera de motivos frutales, para el último día en el Principado, claro. Porque una semana después se irían una y otra vez de boda.