Besos y abrazos de la princesa Carolina
Poderosa, serena y tranquila, la Princesa parece dispuesta a abrir un nuevo capítulo para los Grimaldi. Una dinastía que ha logrado perpetuarse sobre una pequeña roca del mediterráneo desde 1297. Siete siglos de historia que reciben, de nuevo, con ella un soplo de aire fresco. Ya lo dijo un académico francés: "Donde Carolina aparece es como si resplandeciera el sol. Y cuando surge la luz, ¿quién no se alegra?". Si a esto le añadimos, además, que se acompaña de sus hijos y permite que el mundo vea cuánto los quiere y necesita, el poder de los Grimaldi se multiplica por mil. La princesa de Mónaco, pletórica en su madurez, y rodeada de bellos hijos, sabe que, con su sola presencia, impulsa la economía y alegra la vida de sus conciudadanos. Y sabe también que, entre todos -incluidos sus hijos y especialmente, Carlota- pueden regenerar la corona.
En esta nueva etapa, Carolina digna y gran princesa, madre ejemplar y esposa fiel, con una imagen mucho más próxima a la que siempre ofreció su madre -Carolina entiende lo que la princesa Grace quería decir cuando hablaba de Princesas virtuosas- recoge su testigo y cumple siempre con sus obligaciones de Estado. Obligaciones que no la separan, sin embargo, de su condición de madre y esposa, junto al príncipe Ernesto de Hannover (no fue cierto que la [princesa Grace] soñara con la boda de ambos, cuando éstos eran jóvenes), al que conocía desde niña y que, hasta el momento, además de haberle dado la alegría de la pequeña Alejandra, parece hacerla muy feliz. De hecho, la princesa de Hannover está totalmente volcada en su familia y en la educación de sus cuatro hijos a los que colma con besos y abrazos como pudo observarse durante la novena edición del Jumping Internacional de Montecarlo 2003.
Carlota, a salvo
Carlota, inmensamente bella y exótica, heredera de la elegancia y el porte aristocrático de su abuela Grace, se ha convertido como hiciera ella en su juventud en el blanco de todas las miradas. Por ello y para evitar disgustos familiares, Carolina protege incondicionalmente a su hija.
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Carlota, a salvo
Carlota, inmensamente bella y exótica, heredera de la elegancia y el porte aristocrático de su abuela Grace, se ha convertido como hiciera ella en su juventud en el blanco de todas las miradas. Por ello y para evitar disgustos familiares, Carolina protege incondicionalmente a su hija.