María Pía de Saboya habla de los problemas de Victor Manuel con la justicia
Colaboración con la justicia
Acusado de «asociación de malhechores en relación con hechos de corrupción y de proxenetismo », Víctor Manuel tuvo que «colaborar con la justicia», como dijo su abogado, para salir de su celda. En otras palabras, confesar. Sospechoso de haber servido de intermediario para permitir a Rocco Migliardi, un empresario de Messina, gestor de máquinas tragaperras, sospechoso de lazos con la mafia, importar ilegalmente su material en Italia, habría admitido supuestamente un cierto número de hechos de que le acusaban. Entre otros, sobornos (él habla de 1.000 euros; Migliardi, de 20.000) y su implicación en el proyecto de Rocco Migliardi, que ambicionaba apoderarse del Casino de Campione de Italia, un enclave italiano en el Sur de Suiza, con el fin de ofrecer a sus clientes y amigos sicilianos «paquetes» turísticos que incluían juego y prostitutas de ahí las acusaciones de proxenetismo.
El problema de Víctor Manuel tiene un nombre: Henry John Woodcock, fiscal en Potenza; de este magistrado, de treinta y nueve años, que se deja fotografiar en «jeans» montando en su moto, un periodista local atestigua: «Es un duro, del temple de Antonio di Pietro», el juez anticorrupción que está en el origen de la operación «Manos limpias», que investigó el «stablishment» político transalpino en los años noventa. «Cada año lanza investigaciones sobre celebridades. Al menos, una al año». Según el mandamiento judicial entregado por su colaborador, el juez Iannuzzi, «la investigación sale ampliamente reforzada de los interrogatorios» realizados durante la detención de Víctor Manuel y de sus doce presuntos cómplices. Todos comenzando por Rocco Migliardi confesaron para recuperar la libertad. Por tanto, el juez Woodcock está decidido a ir hasta el final.
Dos mujeres le apoyan
Frente a él, el príncipe puede contar con dos mujeres. En primer lugar, su abogada, la combativa Giulia Bongiorno, mujer de carácter, famosa por haber salvado al antiguo presidente del Consejo Giulio Andreotti, absuelto de los cargos de lazos con la mafia que pesaban sobre él. «Las declaraciones del príncipe al juez responden al terreno de la estricta colaboración con la justicia manifestó. En modo alguno veo en ellas una confesión de hechos penalmente condenables». La otra aliada de Víctor Manuel, la más apreciada, es la mujer que comparte su vida desde hace casi cuarenta años: Marina. Al llegar a Roma, Víctor Manuel le prometió con los ojos húmedos: «¡Verás, el tiempo me dará la razón!». En la pareja, según se dice, es ella quien «lleva los pantalones». Viven juntos, de un modo independiente e inseparable a la vez. Esta antigua campeona de esquí náutico no es una mujer que se deje abatir. Según las indiscreciones que se han filtrado, ella sigue enfadada con su cuñada María Gabriella, quien acusó a Víctor Manuel de manchar el apellido de la familia. ¿Estaba Marina al corriente de los supuestos malos hábitos de su marido? «¡Sí!, pero no hasta el punto de darse cuenta de la magnitud de los riesgos que él asumía», reconoce una persona allegada.
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Acusado de «asociación de malhechores en relación con hechos de corrupción y de proxenetismo », Víctor Manuel tuvo que «colaborar con la justicia», como dijo su abogado, para salir de su celda. En otras palabras, confesar. Sospechoso de haber servido de intermediario para permitir a Rocco Migliardi, un empresario de Messina, gestor de máquinas tragaperras, sospechoso de lazos con la mafia, importar ilegalmente su material en Italia, habría admitido supuestamente un cierto número de hechos de que le acusaban. Entre otros, sobornos (él habla de 1.000 euros; Migliardi, de 20.000) y su implicación en el proyecto de Rocco Migliardi, que ambicionaba apoderarse del Casino de Campione de Italia, un enclave italiano en el Sur de Suiza, con el fin de ofrecer a sus clientes y amigos sicilianos «paquetes» turísticos que incluían juego y prostitutas de ahí las acusaciones de proxenetismo.
El problema de Víctor Manuel tiene un nombre: Henry John Woodcock, fiscal en Potenza; de este magistrado, de treinta y nueve años, que se deja fotografiar en «jeans» montando en su moto, un periodista local atestigua: «Es un duro, del temple de Antonio di Pietro», el juez anticorrupción que está en el origen de la operación «Manos limpias», que investigó el «stablishment» político transalpino en los años noventa. «Cada año lanza investigaciones sobre celebridades. Al menos, una al año». Según el mandamiento judicial entregado por su colaborador, el juez Iannuzzi, «la investigación sale ampliamente reforzada de los interrogatorios» realizados durante la detención de Víctor Manuel y de sus doce presuntos cómplices. Todos comenzando por Rocco Migliardi confesaron para recuperar la libertad. Por tanto, el juez Woodcock está decidido a ir hasta el final.
Dos mujeres le apoyan
Frente a él, el príncipe puede contar con dos mujeres. En primer lugar, su abogada, la combativa Giulia Bongiorno, mujer de carácter, famosa por haber salvado al antiguo presidente del Consejo Giulio Andreotti, absuelto de los cargos de lazos con la mafia que pesaban sobre él. «Las declaraciones del príncipe al juez responden al terreno de la estricta colaboración con la justicia manifestó. En modo alguno veo en ellas una confesión de hechos penalmente condenables». La otra aliada de Víctor Manuel, la más apreciada, es la mujer que comparte su vida desde hace casi cuarenta años: Marina. Al llegar a Roma, Víctor Manuel le prometió con los ojos húmedos: «¡Verás, el tiempo me dará la razón!». En la pareja, según se dice, es ella quien «lleva los pantalones». Viven juntos, de un modo independiente e inseparable a la vez. Esta antigua campeona de esquí náutico no es una mujer que se deje abatir. Según las indiscreciones que se han filtrado, ella sigue enfadada con su cuñada María Gabriella, quien acusó a Víctor Manuel de manchar el apellido de la familia. ¿Estaba Marina al corriente de los supuestos malos hábitos de su marido? «¡Sí!, pero no hasta el punto de darse cuenta de la magnitud de los riesgos que él asumía», reconoce una persona allegada.