La boda más humilde de la historia de la Casa Imperial japonesa
La princesa Sayako, y su prometido, Yoshiki Kuroda, ya son marido y mujer. Desde hoy, la única hija de los Emperadores de Japón ha dejado de ser Princesa Imperial para convertirse en esposa de un técnico de urbanismo de Tokio y, de acuerdo a la ley japonesa, en una ciudadana común y corriente. La Princesa contrajo matrimonio en una ceremonia privada en el Hotel Imperial de Tokio, arropada por la Familia Imperial al completo -por sus padres, los emperadores Akihito y Michiko, y sus dos hermanos, los príncipes Naruhito y Akishino, con sus respectivas familias-, así como por una treintena de parientes y amigos más allegados de la pareja.
Los rituales del enlace habían dado comienzo a las 9:50 horas de la mañana con la llegada a Palacio de un primo del prometido, en calidad de mensajero. En respuesta a la llamada del novio, la Princesa se dirigió en automóvil al hotel, ubicado a medio kilómetro de la residencia de los Emperadores. Unos 120 agentes de policía cubrieron el corto trayecto nupcial, de un cuarto de hora de duración, a lo largo del cual se apostaron decenas de ciudadanos japoneses para presenciar la llegada de los invitados y, como no, de los contrayentes.
Sayako, que lucía un vestido de novia de seda blanca al estilo occidental y collar de perlas, entró caminando varios pasos por detrás de su prometido -vestido igualmente a lo occidental, con un traje de chaqué- en la sala, apenas decorada, donde se celebró el tradicional rito sintoísta. Durante la ceremonia, que fue oficiada por un sacerdote del santuario de Ise, Michihisa Kitashirakawa, los novios recitaron varias oraciones y, en lugar de intercambiar los anillos de boda, simbolizaron sus consentimientos con el sansankudo o la ofrenda mutua de copas de sake (licor de arroz).
Una celebración humilde
Una vez conluyó la breve celebración, de 30 minutos, los recién casados festejaron su enlace en el mismo hotel con un modesto convite al que asistieron 150 invitados, entre familiares, amigos y compañeros de trabajo de los novios. Para el banquete nupcial, la Princesa se cambió y lució uno de los ricos kimonos delicadamente bordados a mano de su madre. También la mayoría de las damas asistentes vistieron kimonos para la recepción, no así la cuñada de Sayako, la princesa heredera Masako, que llevó un traje de terciopelo de color burdeos.
Los recién casados rompieron con la tradición nupcial de su país y, en lugar de aislarse mediante una gigante mampara dorada, compartieron mesa y mantel, al igual que sus invitados, y no cortaron la tarta nupcial. El chef del restaurante del Hotel Imperial, Kenichiro Tanaka, especializado en cocina francesa, se hizo cargo del menú, que consistió en aperitivos, plato principal y postre de esta gastronomía. Una vez haya finalizado el banquete, los novios abandonarán el hotel junto al resto de los invitados para pasar su noche de bodas en el apartamento que han alquilado en el centro de Tokio, mientras esperan que les entreguen el que han comprado, aún en construcción, en el barrio de clase media-alta de Mejiro, una zona al norte de Tokio cerca de la Universidad de Gakushuim.
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Sayako, que lucía un vestido de novia de seda blanca al estilo occidental y collar de perlas, entró caminando varios pasos por detrás de su prometido -vestido igualmente a lo occidental, con un traje de chaqué- en la sala, apenas decorada, donde se celebró el tradicional rito sintoísta. Durante la ceremonia, que fue oficiada por un sacerdote del santuario de Ise, Michihisa Kitashirakawa, los novios recitaron varias oraciones y, en lugar de intercambiar los anillos de boda, simbolizaron sus consentimientos con el sansankudo o la ofrenda mutua de copas de sake (licor de arroz).
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Una vez conluyó la breve celebración, de 30 minutos, los recién casados festejaron su enlace en el mismo hotel con un modesto convite al que asistieron 150 invitados, entre familiares, amigos y compañeros de trabajo de los novios. Para el banquete nupcial, la Princesa se cambió y lució uno de los ricos kimonos delicadamente bordados a mano de su madre. También la mayoría de las damas asistentes vistieron kimonos para la recepción, no así la cuñada de Sayako, la princesa heredera Masako, que llevó un traje de terciopelo de color burdeos.
Los recién casados rompieron con la tradición nupcial de su país y, en lugar de aislarse mediante una gigante mampara dorada, compartieron mesa y mantel, al igual que sus invitados, y no cortaron la tarta nupcial. El chef del restaurante del Hotel Imperial, Kenichiro Tanaka, especializado en cocina francesa, se hizo cargo del menú, que consistió en aperitivos, plato principal y postre de esta gastronomía. Una vez haya finalizado el banquete, los novios abandonarán el hotel junto al resto de los invitados para pasar su noche de bodas en el apartamento que han alquilado en el centro de Tokio, mientras esperan que les entreguen el que han comprado, aún en construcción, en el barrio de clase media-alta de Mejiro, una zona al norte de Tokio cerca de la Universidad de Gakushuim.