Patricia Conde desde el corazón de África
Rodeada de niños
Estamos en un colegio en un lugar perdido en el sur, a escasos kilómetros de la frontera con Guinea Bissau. Los niños juegan en el patio, la mayoría descalzos. Patricia se acerca a unas niñas que bailotean una danza africana y sin dilación se pone a danzar con ellas. A los pocos minutos es una más y contonea las caderas al son de los cánticos. La mayor del grupo dirige el baile con una sonrisa enorme.
No sabía que bailabas tan bien...
Ni yo tampoco. Sé que tengo ritmo, pero nunca me habría imaginado que podría bailar una danza africana sin haber practicado antes. Me encanta integrarme. Además, aquí la gente es sencilla y abierta y está dispuesta a darte todo a cambio de nada. Estoy disfrutando muchísimo con este viaje.
Pero habrá momentos no tan buenos...
Los ha habido y seguramente los seguirá habiendo, por eso hay que saber disfrutar de cada momento. Lo peor fue cuando llegamos y nos enfrentamos a un modo de vida tan diferente del nuestro. Ahí te das cuenta de que nos preocupamos por cosas estúpidas, sin sentido; que la realidad de la vida es otra y que tenemos que cambiar para ser felices. Cuando veo sonreír a estos niños que no tienen nada, que se acercan a ti sólo para darte la mano y que los acariceis, ahí veo que "no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita". Es un dicho de mi abuela, y aquí tiene más sentido que nunca.
Esta es una faceta, la de campesina, que tampoco conocíamos.
Este es un recinto que se ha habilitado como centro agrícola gracias a algunas donaciones. Se ha vallado para que los animales no entren y se coman lo que está sembrado. El año pasado no existía la valla y todo lo que se sembraba era comido por las alimañas. Hoy podemos ver que hay muchas cosas sembradas, tienen un tractor y poco a poco tendrán una huerta enorme. Venderán los productos y de este modo se ganarán la vida dignamente. Hay que mentalizar a la gente de que la solución no está en dar limosnas y sí en enseñar a los jóvenes y adultos un oficio que les dé de comer.
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Pero habrá momentos no tan buenos...
Los ha habido y seguramente los seguirá habiendo, por eso hay que saber disfrutar de cada momento. Lo peor fue cuando llegamos y nos enfrentamos a un modo de vida tan diferente del nuestro. Ahí te das cuenta de que nos preocupamos por cosas estúpidas, sin sentido; que la realidad de la vida es otra y que tenemos que cambiar para ser felices. Cuando veo sonreír a estos niños que no tienen nada, que se acercan a ti sólo para darte la mano y que los acariceis, ahí veo que "no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita". Es un dicho de mi abuela, y aquí tiene más sentido que nunca.
Esta es una faceta, la de campesina, que tampoco conocíamos.
Este es un recinto que se ha habilitado como centro agrícola gracias a algunas donaciones. Se ha vallado para que los animales no entren y se coman lo que está sembrado. El año pasado no existía la valla y todo lo que se sembraba era comido por las alimañas. Hoy podemos ver que hay muchas cosas sembradas, tienen un tractor y poco a poco tendrán una huerta enorme. Venderán los productos y de este modo se ganarán la vida dignamente. Hay que mentalizar a la gente de que la solución no está en dar limosnas y sí en enseñar a los jóvenes y adultos un oficio que les dé de comer.