Muchos relacionan las vacaciones con días de sol y playa, de relax, de tranquilidad y descanso. Sin embargo, en estas fechas, pueden surgir desagradables compañeros de viaje muy relacionados con nuestra salud. Un ejemplo: la combinación entre calor y humedad (sumada a una posible contaminación bacteriana de las aguas de baño) resulta ser la principal causante de la otitis externa, también conocida como otitis de piscina u otitis del nadador. Una dolencia que afecta especialmente a los niños y adolescentes y que también puede tener como origen una excesiva e inadecuada limpieza del conducto auditivo (agua jabonosa, bastoncillos, etc).
Cuando se presenta, lo hace de forma súbita y generalmente por la noche. El conducto auditivo externo se inflama, produce un intenso dolor y picor, supuración, incluso pérdida de audición, fiebre y sensación de vértigo.
La prevención, fundamental Así, con el fin de evitar tan incómoda afección es recomendable seguir una serie de consejos básicos:
No se bañe en piscinas sin depuradora, en lugares de agua estancada o en playas insalubres en las que no haya control sanitario.
Los tapones para el baño pueden ser útiles, pero rara vez son herméticos y, entonces, el remedio es peor, pues mantienen la humedad y favorecen el crecimiento bacteriano.
Tras el chapuzón es preciso secar bien los pabellones auriculares.
Para limpiar los oídos no se deben introducir objetos punzantes o cortantes en el conducto auditivo. Si emplea bastoncillos, no los introduzca muy adentro: es conveniente utilizarlos sólo en la parte más superficial.
Si aun así la infección aparece, no dude en acudir a su médico especialista. La prescripción más habitual para estos casos suele ser un tratamiento basado en la aplicación de gotas o cremas que contengan antibióticos y antiinflamatorios.