Las imágenes de la boda de Rosario Flores y Pedro Lazaga en Caños de Meca
El traje de novia
Rosario no eligió el típico traje de novia. De hecho, ni siquiera fue de blanco. Para la ocasión lució un traje con estampados florales y escote de pico. En la cabeza llevaba flores blancas prendidas de su inconfundible cascada de rizos suelta. Guapísima. Y, sobre todo, feliz. Pedro, por su parte, se decantó por un traje claro en tono arena y una camisa con pequeñas jaretas en azul celeste. Junto a ellos estuvo Lola la hija que Rosario tuvo con el argentino Carlos Orellana ocupando un lugar destacado, como damita de honor. También estuvieron Mariola Orellana, esposa de Antonio Carmona, de Ketama; o Ana Villa, la que fuera esposa de su hermano, Antonio.
Muchas flores en la familia Flores
El día fue espectacular y permitió que la ceremonia se celebrara al aire libre. Una ceremonia llena de sonrisas, de gestos de felicidad y de flores. Todo eran flores en la familia Flores. Las que rodeaban todo el escenario, convirtiéndolo en un vergel; las del vestido de Rosario, las que llevaba adornando su cabeza, las de la corona de Lola Un día íntimo y emocionante en el que los rostros de la artista y su ya marido hablaban por sí solos: exultantes de felicidad.
"Nos reconocimos desde el principio. Tenemos la misma energía, la misma luz, y sólo nos llevamos un mes de diferencia. Creo que la edad es importante. Soy de las que piensan que con veinte años, una no se puede casar para toda la vida porque todavía hay mucho que experimentar y el amor es muy sacrificado, hay que dar a cambio de nada. Algunas relaciones duran siempre, pero son unos pocos privilegiados, los demás siempre suelen terminar". A ella la vida le cambió con cuarenta años, cuando pensaba que "estaba de vuelta de todo". Ahora, con cuarenta y tres, ha sellado el compromiso que sabe que será para toda la vida: "Estoy segura de que envejeceremos juntos".
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Muchas flores en la familia Flores
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"Nos reconocimos desde el principio. Tenemos la misma energía, la misma luz, y sólo nos llevamos un mes de diferencia. Creo que la edad es importante. Soy de las que piensan que con veinte años, una no se puede casar para toda la vida porque todavía hay mucho que experimentar y el amor es muy sacrificado, hay que dar a cambio de nada. Algunas relaciones duran siempre, pero son unos pocos privilegiados, los demás siempre suelen terminar". A ella la vida le cambió con cuarenta años, cuando pensaba que "estaba de vuelta de todo". Ahora, con cuarenta y tres, ha sellado el compromiso que sabe que será para toda la vida: "Estoy segura de que envejeceremos juntos".