Alejandra de Rojas: Soy demasiado joven y no ha llegado el momento de pensar en boda
-¿Un mundo con mujeres más orondas sería un mundo más imperfecto?
Al revés. Creo que sería más perfecto porque millones de mujeres no se sentirían culpables a la hora de comerse un helado.
-Pero usted no predica mucho con el ejemplo. ¿Se ha visto? Está en los huesos.
Puede que sea muy afortunada pero mi constitución es esta.
-Quiere decir que no se sacrifica jamás, que come todo lo que quiere y más.
Como muy sano, sin fijaciones, y de vez en cuando me atiborro de chocolate. Pero sólo de vez en cuando porque siempre hay que renunciar a algo y en mi caso, este "algo" se llama chocolate. No se imagina lo que me gusta, pero es una cuestión de disciplina. No compro y ya está. Además, no bebo prácticamente alcohol y eso también ayuda. La mayoría de la gente toma una copa más por hábito que por lo que le pueda gustar y yo me quedo con un Red Bull, que me da alas.
-Hábito también es fumar y frente a esto no parece tener usted mucha disciplina.
Es mi única debilidad.
-¿No será verdad?
Bueno, el tabaco y los complementos, que me apasionan. Especialmente los zapatos y los bolsos y, aunque no soy impulsiva a la hora de comprar, me puedo gastar un sueldo entero.
-Bueno, en ese caso, siga fumando. El tabaco, dentro de lo que cabe es barato y, además, como quita el hambre, ayuda a no engordar.
Eso no es excusa para no dejarlo. A mí me gustaría poder hacerlo aunque engordara unos kilos.
-Con su 60-90-60- seguro que podría permitírselo...
No conozco mis medidas. Puede que no me crea pero jamás me he medido.
-Pues la mayoría de las mujeres, con su físico, llevarían una cinta métrica en el bolso y no dejarían de medirse todo el día...
Le juro que no me importa lo más mínimo.
-Entonces, no es cierto que somos nosotras las que más nos fijamos en los michelines y que la mayoría de los hombres ni siquiera reparan en esos "detalles".
Creo que, en cualquier caso, los hombres se sienten más orgullosos de tener a su lado una mujer que sepa hablar, a que ande por la calle como si estuviera desfilando cada día de su vida por una pasarela de moda. No obstante, la belleza, como casi todo lo que nos rodea, entra por los ojos.
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Al revés. Creo que sería más perfecto porque millones de mujeres no se sentirían culpables a la hora de comerse un helado.
-Pero usted no predica mucho con el ejemplo. ¿Se ha visto? Está en los huesos.
Puede que sea muy afortunada pero mi constitución es esta.
-Quiere decir que no se sacrifica jamás, que come todo lo que quiere y más.
Como muy sano, sin fijaciones, y de vez en cuando me atiborro de chocolate. Pero sólo de vez en cuando porque siempre hay que renunciar a algo y en mi caso, este "algo" se llama chocolate. No se imagina lo que me gusta, pero es una cuestión de disciplina. No compro y ya está. Además, no bebo prácticamente alcohol y eso también ayuda. La mayoría de la gente toma una copa más por hábito que por lo que le pueda gustar y yo me quedo con un Red Bull, que me da alas.
-Hábito también es fumar y frente a esto no parece tener usted mucha disciplina.
Es mi única debilidad.
-¿No será verdad?
Bueno, el tabaco y los complementos, que me apasionan. Especialmente los zapatos y los bolsos y, aunque no soy impulsiva a la hora de comprar, me puedo gastar un sueldo entero.
-Bueno, en ese caso, siga fumando. El tabaco, dentro de lo que cabe es barato y, además, como quita el hambre, ayuda a no engordar.
Eso no es excusa para no dejarlo. A mí me gustaría poder hacerlo aunque engordara unos kilos.
-Con su 60-90-60- seguro que podría permitírselo...
No conozco mis medidas. Puede que no me crea pero jamás me he medido.
-Pues la mayoría de las mujeres, con su físico, llevarían una cinta métrica en el bolso y no dejarían de medirse todo el día...
Le juro que no me importa lo más mínimo.
-Entonces, no es cierto que somos nosotras las que más nos fijamos en los michelines y que la mayoría de los hombres ni siquiera reparan en esos "detalles".
Creo que, en cualquier caso, los hombres se sienten más orgullosos de tener a su lado una mujer que sepa hablar, a que ande por la calle como si estuviera desfilando cada día de su vida por una pasarela de moda. No obstante, la belleza, como casi todo lo que nos rodea, entra por los ojos.