Sin duda, una de las mejores maneras de que un niño coja gusto por la comida y aprenda a probar nuevos alimentos es ‘meterle entre fogones’. De esta manera, los pequeños irán perdiendo el miedo a tocar, oler, degustar… todo ello, lógicamente, siempre con la supervisión permanente de un adulto. 
 

 

En este sentido, son ideales las recetas sencillas que, además, resulten muy atractivas visualmente para ellos. Una manera de conseguirlo consiste en dar forma de divertidos objetos a nuestros platos. ¿Quién dijo que unos huevos cocidos no podían hacer las veces de los ojos en la cara de un payaso?, ¿o que un regaliz negro no podría convertirse en las patitas de una simpática tarántula de chocolate?...

Las posibilidades son casi infinitas. Todo es cuestión de echarle imaginación. Estos de aquí debajo son sólo tres ejemplos para ‘disfrutar como un enano’ en la cocina:

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