Por tanto, no había elección. Cambió los tacones por unas chanclas negras, una elección aplaudida por la multitud y que humaniza a la actriz por los diferentes tropiezos que ha sufrido a lo largo de su carrera. Además de los Oscar, al año siguiente volvió a tropezar y acabó en el suelo mientras caminaba por la alfombra roja. Y dos años después, tropezó y perdió un zapato cuando salía de una cena en Londres.