Madres cogiendo a caballito a su hija©AdobeStock

Crianza

Cómo sentar las bases para una buena adolescencia desde que son niños

Poner los cimientos de una adolescencia bien encaminada comienza desde que tu hijo es un bebé, en la forma en que se atienden sus rabietas, en la manera en que se afronta cuando desobedece... ¿Qué debes hacer?

La educación de los hijos está condicionada, aunque no determinada, por la propia infancia de los padres. Es algo a revisar antes de iniciar la tarea de educar en la propia familia. Pero, además de este aspecto tan importante, Leticia Garcés Larrea, pedagoga especializada en parentalidad positiva y educación emocional, considera que la adolescencia comienza a forjarse desde que el niño es un bebé.

Así lo explica en su libro Infancia bien tratada, adolescencia bien encaminada (Ed. Desclée De Brouwer), donde aborda estos aspectos. Hemos hablado con la autora (@padresforma2, en Instagram) para que nos revele las pautas más importantes a seguir.

El estado emocional de los padres tiene un impacto directo sobre sus hijos. ¿Cómo convertirse en padres emocionalmente competentes?

Para que las competencias emocionales como la escucha activa, la asertividad, la resiliencia, las habilidades socioemocionales o la capacidad de automotivación, por citar algunas de ellas, se conviertan en competencias parentales y formen parte de nuestra esencia natural a la hora de educar, debemos analizar nuestra propia infancia como primer paso.

Es muy probable, que, aunque nos hayan querido en nuestra infancia, hayamos crecido con alguna que otra herida emocional que ahora forma parte de nuestra forma de vivir. La forma en la que somos tratados y cuidados de niños configura nuestra forma de entender las relaciones. Por ejemplo, un niño que no es escuchado, cuya opinión no se pregunta, cuyas emociones no se validan o a quien no se acompaña lo suficiente en sus frustraciones más cotidianas, es difícil que al convertirse en padre o madre sepa qué hacer ante las rabietas de su hijo o ante la desmotivación en la adolescencia.

La parentalidad positiva precisamente nos permite encontrar el equilibrio emocional en las relaciones porque cuando no tienes esta mirada hacia la infancia, lo más seguro es que o reprimas las emociones o que sobreprotejas en exceso a los hijos. De ahí la urgencia de formarnos para ejercer los buenos tratos porque si no hemos sido educados desde ahí, no será fácil que nos salga de forma natural y habrá que entrenarse emocionalmente para que podamos educar con firmeza, afecto y sin violencia.

Es experta en parentalidad positiva, ¿qué dice la ciencia sobre ella?

La parentalidad positiva se nutre de distintos aportes científicos, se acerca a la neurociencia para entender cómo se desarrolla un cerebro en la infancia o adolescencia y así comprender que muchos de los comportamientos que tienen no son problemáticos sino evolutivos y, por lo tanto, completamente normales y saludables en ciertas edades. Por ejemplo, podemos considerar normal que un niño muerda con dos años y que mienta con cuatro, pero no lo sería si lo hiciera con ocho años.

También se acerca a la inteligencia emocional para saber qué competencias son necesarias para crear y mantener relaciones positivas en la familia y tiene en cuenta la teoría del apego del psiquiatra John Bowlby para saber qué cuidados necesita recibir un bebé para sentirse seguro, cómo responder al llanto o cómo atender las rabietas para que los vínculos creados en la primera infancia favorezcan una mejor entrada en la adolescencia.

En el libro reivindica que llorar es bueno y que las frustraciones ayudan a los hijos a salir fortalecidos, ¿cómo acompañarlos en estos momentos?

Generalmente, un niño te dice cómo quiere ser atendido en esos momentos, conviene observar, conocer bien a nuestros hijos y respetar también sus límites. Hay niños que quieren ser abrazados y otros que te apartan porque en esos momentos es tan intenso lo que sienten que no se pueden calmar; en esos casos habrá que seguir presentes, pero respetando la distancia que nos están pidiendo.

Lo que más necesita un niño cuando lo está pasando mal precisamente es vivir esa emoción desagradable, pero siendo bien acompañado. Los niños no pueden crecer entre algodones, no tienen que ser felices todo el tiempo porque todas las emociones forman parte de la vida real y de la salud mental. Por esta razón, hay que prepararlos también para la infelicidad, porque experimentar emociones displacenteras les ayuda a normalizarlas y pueden aprender a gestionarlas bien para que sentirlas sea adaptativo y las emociones cumplan con su cometido, como la tristeza a transitar duelos, el miedo a ponerte a salvo y la rabia a defender tus derechos vulnerados, por ejemplo.

Libro Infancia bien tratada, adolescencia bien encaminada©Desclée De Brouwer

Destaca en su obra que hay dos caminos para educar: el consciente y el condicional, ¿cómo impacta cada uno sobre los hijos?

Hay distintos estilos educativos, el autoritario, el permisivo, el sobreprotector o el democrático, pero los padres no nos podemos definir únicamente con uno de ellos, más bien dependiendo del momento o las circunstancias que tenemos, tendemos a ser de una u otra manera. Por ejemplo, por la mañana unos padres puede que actúen de forma más autoritaria por el estrés de llegar puntual al colegio y por la noche los mismos padres, pueden ser permisivos por agotamiento. Las competencias emocionales son las que nos permiten acercarnos al estilo más democrático.

Por eso a mí me gusta simplificarlo en dos caminos que es una manera sencilla de identificar si estamos actuando de forma consciente o condicional. La forma consciente tiene que ver con nuestro propio proceso de mejora como padres. Por ejemplo, si hemos gritado a nuestro hijo porque no nos hacía caso, desde la reflexión personal de que esa no es la manera en la que nos queremos comunicar, podemos decidir reparar la relación para que quede constancia de nuestro compromiso de mejorar las formas, eso ya sería ejercer los buenos tratos. Por otro lado, la educación condicional sería justificar que ha sido necesario recurrir a estrategias correctivas como la amenaza, el premio o el castigo para obtener obediencia. Cuando educamos de forma consciente buscamos facilitar que el cerebro de nuestros hijos madure a través de las experiencias bientratantes y cuando recurrimos a los distintos condicionamientos buscamos que nos obedezcan a cualquier precio.

¿Qué errores en la infancia hacen que la adolescencia sea mucho más difícil para padres e hijos?

Voy a nombrar algunos muy comunes:

1. Esperar a llegar a la etapa adolescente para interesarte por lo que necesita un adolescente. Generalmente cuando tienes un hijo en la etapa infantil sientes que la adolescencia te pilla lejos y que no va contigo, precisamente porque tienes que educar a un niño, la adolescencia tiene todo que ver contigo, ya que el cerebro del adolescente se está configurando durante la infancia.

2. Relacionar algunos comportamientos evolutivos en la infancia con una adolescencia problemática. Por ejemplo, se suele pensar, “si este niño es así con cinco años, cómo será con quince” y hay que decir que precisamente gracias a que tiene comportamientos de niño mientras es niño, en la adolescencia contará con una mayor madurez.

3. Pensar que los problemas de conducta de los hijos tienen que ver con que los padres no van a una cuando no tiene nada que ver. Los padres tenemos que funcionar como un equipo, como socios de una empresa familiar, coordinarnos y ponernos de acuerdo en lo importante, pero no en todo ni siempre. Los hijos tienen una relación única con cada progenitor y no tiene que ser igual con los dos, se trata de que vean que sus padres se coordinan y se ponen de acuerdo, pero no que piensan y actúan siempre igual. Pretenderlo a veces genera muchas discusiones y mal ambiente en casa.

¿Y qué aciertos hacen de la infancia una base sólida para una adolescencia menos convulsa?

En primer lugar, que los padres entren en la maternidad con una sana autoestima, con capacidad de adentrarse en su propia infancia para analizarla y, en el caso de detectar alguna herida emocional, que puedan pedir ayuda, hacer terapia o sanarse con sus propios recursos en el caso de tener algún recuerdo traumático. Para favorecer la autoestima de un niño es necesario que sus figuras de referencia principal se quieran, se cuiden y se traten así mismos con respeto y también que lo hagan entre ellos. Me quiero, nos queremos y te queremos.

También es importante que tengamos en cuenta que dos personas que se unen para emprender un proyecto de familia juntos lo más seguro es que se encuentren con dificultades que no sepan gestionar porque todo es nuevo y la ilusión de comenzar un proyecto no dura para siempre. Por eso necesitaremos aprender de las experiencias de otros, formarnos, recibir algunos buenos consejos y, sobre todo, contar con una red de apoyo familiar y social.

Unos padres con una buena salud mental o con capacidad de generarse bienestar emocional a veces es lo único que necesitan unos hijos para desarrollarse favorablemente. La entrada en la adolescencia será mucho más fácil si el camino transitado hasta el momento les ha permitido madurar a nivel cerebral, aprender del buen ejemplo de otras personas y adquirir distintos recursos emocionales.

Destaca en el libro que hay que educar sin castigos, ¿cuál es la opción educativa tanto en la infancia como en la adolescencia?

Sin lugar a duda son los límites, pero puestos desde el propio autocontrol de los padres. A veces no se entiende bien la diferencia, pero en realidad es muy sencilla si reflexionamos sobre ello. Si un castigo es una medida desproporcionada, desmedida y que no guarda ninguna relación con la conducta a mejorar que se aplica desde una emoción no consciente o poco regulada por parte del adulto, un límite sería la respuesta reflexiva que ofrece un adulto regulado emocionalmente, después de valorar lo que el niño necesita aprender, facilitando que lleve a cabo las acciones que necesita para ello.

En un ejemplo sencillo se ve más fácil. Un castigo sería gritar enfadada a tu hijo que no va a ver la tele por haber pegado a su hermano y un límite sería valorar que en la discusión que están teniendo no se están ni escuchando, ni entendiendo ni se están expresando asertivamente, por lo tanto, aportamos mayor presencia por nuestra parte para mediar y ayudar que puedan llegar a algún tipo de acuerdo. En el castigo directamente actuamos como jueces aplicando sanciones por un comportamiento que juzgamos como inadecuado, en el segundo actuamos como mediadores y guías que ayuda a mejorar las competencias emocionales que no tienen y el amor nunca está en riesgo.


¿Cuál es el cambio de mirada hacia la infancia que los menores necesitan por parte de los adultos con más urgencia?

El cambio de mirada hacia la infancia lo propone la ciencia, si tenemos en cuenta la neurociencia, la teoría del apego o la inteligencia emocional dejaremos de creer que los niños lloran para manipular y cambiaremos muchas creencias limitantes por nuevas miradas mucho más reales y bientratantes. Un niño que tiene una rabieta ya no se le puede dejar llorando hasta que se le pase, ignorarle no le ayuda a aprender a regularse mejor. Lo mismo pasa con un adolescente, no le puedes castigar sin móvil dos semanas porque haya suspendido, eso no le ayuda a organizar mejor su estudio, ambos necesitan límites que acompañan la conducta que necesita mejorar, necesitan límites durante el estudio para cumplir con los objetivos académicos y necesita ser acompañado en la frustración para aceptar la situación.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.