En Navidad se acumulan compromisos sociales, familiares y laborales que se viven como obligatorios. A la vez, aparece la idea de que “todo es importante” porque está ligado a personas queridas o a tradiciones. Por lo tanto, interpretamos esa acumulación de planes y eventos como una urgencia constante. Además, cuesta elegir porque se teme dejar a alguien de lado y, por consiguiente, se acaba intentando llegar a todo, aunque no sea realista. ¿Es que nos cuesta priorizar? ¿Sabemos que hay cosas que no podemos llevar a cabo todo aquello que quisiéramos por falta de tiempo? A veces, no. Y aunque tengamos una idea de que tratar de cumplir y hacer check a todo ese listado de tareas es casi misión imposible, ponemos todo el empeño aunque nos cueste la salud.
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También es importante destacar el efecto de FOMO (siglas del inglés “Fear Of Missing Out”), referido a ese miedo a perdernos momentos relevantes o de conexión con los demás. En ocasiones este miedo a perder nos lleva a desconectarnos de nuestras necesidades de autocuidado o de la necesidad de poner límites al contexto, sintiéndonos cansados y agotados a nivel emocional. Como explica Jorge Buenavida, psicólogo de Blua de Sanitas, “ese miedo a perdernos algo nos empuja muchas veces a ignorar señales claras de cansancio emocional”.
Si quieres llegar a todo, la frustración está garantizada
Llegar a todo no significa hacerlo todo bien. Se asocia el valor personal con el esfuerzo y la cantidad de cosas que se hacen. En este punto, la mente entra en una dinámica de autoexigencia donde parar o seleccionar genera malestar. “Cuando el valor personal se mide solo por la productividad o la disponibilidad, cualquier renuncia se vive como un fracaso”, señala el experto.
Al intentar hacerlo todo, la atención se dispersa y baja la calidad de lo que se hace. Aparece la sensación de no estar nunca a la altura, lo que genera cansancio y frustración.
En el entorno familiar pesa el miedo a generar conflicto o decepcionar. Por ello, se aceptan planes, aunque no apetezcan o no se tenga energía.
Poner límites, una estrategia para priorizar
Durante estas fechas se refuerza la idea de disponibilidad total. En el entorno familiar, además, pesa el miedo a generar conflicto o decepcionar. Por ello, se aceptan planes, aunque no apetezcan o no se tenga energía. Los límites, debido a esa complacencia y miedo, se posponen hasta que el cuerpo o la mente pasan factura. En palabras de Jorge Buenavida, “los límites no suelen fallar de golpe; se van aplazando hasta que el desgaste emocional se hace evidente”.
Ahora bien, ¿cómo saber cuándo no estamos sabiendo priorizar y comenzamos a llegar al agotamiento mental? Una señal clara es la sensación de ir siempre con prisa y sin tiempo para nada. En este contexto, aparecen síntomas como irritabilidad, dificultad para concentrarse y cansancio constante. Incluso tareas sencillas se viven como una carga. “Cuando todo cuesta más de lo habitual, incluso lo sencillo, es una señal clara de saturación”, apunta el psicólogo.
Finalmente, si el descanso no resulta suficiente y cuesta desconectar, todo parece indicar que la energía se está repartiendo sin un orden claro.
Priorizar sin sentir culpa: esta es la clave
Entender que no se puede llegar a todo y que eso no dice nada negativo de uno mismo. Es decir, priorizar no significa dejar de importar a los demás, significa reconocer los propios límites. “Aceptar que el tiempo y la energía son finitos ayuda a reducir la culpa asociada a decir no”, explica Jorge Buenavida.
Cuando se asume que el tiempo y la energía no son infinitos, elegir deja de vivirse como un fallo. Un consejo interesante para reducir la culpa sería priorizar los planes con criterio y coherencia, eligiendo lo que la persona prefiere y no lo que los demás pretenden que escoja.
Priorizar no significa renunciar, sino elegir
Priorizar no es perder cosas importantes, sino decidir qué merece más atención en ese momento. No todo tiene el mismo peso ni impacto. En definitiva, al elegir mejor y basándonos en nuestro deseo y apetencias, se está más presente y se disfruta más de lo que se hace.
Nos preguntamos también por qué priorizar es una forma de autocuidado emocional. Nos responde el experto que hacerlo evita el desgaste continuo y protege la salud mental. “Al disminuir la sobrecarga, se reduce el estrés y la irritabilidad, y se preserva la energía para lo que realmente importa”, afirma Buenavida.
Lo urgente suele venir marcado por prisas, fechas o demandas externas. Lo importante tiene que ver con bienestar, relaciones y objetivos personales.
Aprende a diferenciar lo urgente de lo importante
En conclusión, ¿qué ejercicio nos puede permitir diferenciar entre lo urgente y lo importante? Sobre esta cuestión, el psicólogo nos explica que lo urgente suele venir marcado por prisas, fechas o demandas externas. Lo importante tiene que ver con bienestar, relaciones y objetivos personales. No siempre lo urgente es lo más relevante, por lo que es recomendable pararse unos minutos a pensar qué consecuencias tiene cada tarea; esa reflexión ayuda a diferenciarlo. “Esa pequeña pausa cambia por completo la forma de organizar el día”, destaca el psicólogo.
Por eso, nos recomienda un ejercicio que podemos hacer para empezar a priorizar desde hoy mismo. "Al final del día, conviene pensar en qué tres cosas han sido realmente importantes, no solo en lo que ha ocupado tiempo. Después, identificar una tarea que podría haberse evitado o delegado. Este ejercicio entrena la capacidad de elección y mejora la toma de decisiones, ayudando así a establecer prioridades".
