En consulta y fuera de ella, la psicóloga Diana Sánchez observa un patrón que se repite: muchos adultos siguen organizando su autoestima igual que cuando eran niños. Crecieron creyendo que el cariño y la aceptación dependían de portarse bien, sacar buenas notas o no molestar, y ahora, sin darse cuenta, evalúan su valor personal según lo eficaces o "perfectos" que sean.
Para ti que te gusta
Lee 5 contenidos gratis al mes con
solo registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra
oferta de Black Friday: 1 año
+ smartwatch valorado en 129€ por 29€
Este contenido es solo para suscriptores
Navega de forma ilimitada con nuestra
oferta de Black Friday: 1 año
+ smartwatch valorado en 129€ por 29€
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Navega de forma ilimitada con nuestra
oferta de Black Friday: 1 año
+ smartwatch valorado en 129€ por 29€
TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Sin embargo, esta forma de vivir nos deja atrapados en un sistema emocional frágil, vulnerable al error, al fracaso y a la comparación. Sánchez propone un enfoque diferente: reprogramar el cerebro mediante prácticas de autocompasión, regulación emocional y humor saludable, para construir una autoestima más estable y realista.
Las heridas de la infancia moldean la autoestima adulta
Preguntarle a un adulto qué hacía de niño para que lo quisieran puede resultar revelador. Hay quienes respondían con obediencia extrema, otros con esfuerzo académico, otros con silencio. "Revisar estas estrategias nos ayuda a comprender por qué, de mayores, sentimos que solo valemos si hacemos las cosas bien", explica Sánchez.
Ese modelo de afecto condicional (si soy bueno, me quieren; si fallo, me rechazan) suele instalarse profundamente y marcar la autoexigencia adulta. Reprogramarlo implica reconocer que hoy nadie tiene que ganarse el derecho a ser valorado, y que el cariño nunca debería depender del rendimiento.
Éxito o fracaso: ¿qué tiene que ver con cuánto valgo?
Una creencia extendida es que la autoestima está ligada al éxito. Si las cosas salen bien, nos sentimos valiosos; si fallamos, nos desplomamos internamente. Pero la psicóloga es clara: "Que te quieran o no no está relacionado con que hagas las cosas bien o no".
Confundir la valía con el logro convierte cada error en una amenaza emocional. Por eso, reprogramar el cerebro pasa por diferenciar lo que hago de lo que soy.
Autocompasión: la empatía aplicada hacia uno mismo
Cuando le preguntamos cómo ser más empáticos con nosotros mismos, Sánchez introduce un concepto esencial: la autocompasión. "No es solo entender el dolor propio, sino tratarnos con amabilidad cuando fallamos", explica. Para lograrlo, propone cuatro líneas de trabajo:
- Hablarte como hablarías a un ser querido.
- Ver los errores como parte del aprendizaje, no como una mancha imborrable.
- Practicar mindfulness de la compasión para regular la reacción al malestar.
- Reentrenar el diálogo interno, reemplazando la voz crítica por otra más comprensiva.
Reprogramar la autoestima no es repetir frases positivas, sino modificar la manera en que nos tratamos en los momentos difíciles.
Humor sí, pero del saludable: reír contigo, no de ti
El humor puede ser un aliado para desdramatizar. Pero no vale cualquier humor. "Hay personas que usan bromas contra sí mismas como forma de crítica o como distracción del dolor", advierte Sánchez.
La clave está en el humor compasivo, que permite ver lo absurdo o irónico de la situación sin atacar la propia identidad. Reír con uno mismo, no de uno mismo. "Aceptar que los errores son universales y que todos los cometemos facilita una relación mucho más amable con tus fallos", afirma.
¿Empatía o compasión?
No compiten, se complementan. Una duda frecuente es si debe buscarse un equilibrio entre la empatía hacia uno mismo y la voz compasiva. La psicóloga lo aclara: "La autocompasión incluye la empatía. No compiten, se integran".
La investigación científica define la compasión como un proceso que implica: reconocer el sufrimiento, entender que es universal y conectar emocionalmente con él (empatía).También tolerar las emociones incómodas y actuar para aliviar el malestar. Así, la secuencia interna sana sería:
- Primero, reconocer cómo te sientes.
- Después, actuar con amabilidad hacia ti mismo. Ambas voces (la empática y la compasiva) se retroalimentan y fortalecen la autoestima desde un lugar realista y humano.
- Reprogramar el cerebro para una autoestima más estable
El mensaje final de Sánchez es esperanzador: la autoestima no está fijada, puede transformarse. Reprogramar el cerebro significa enseñar a nuestra mente a interpretarse desde un marco más amable, menos condicionado por los logros y más conectado con la humanidad compartida.
La práctica diaria (reconocer el dolor, tratarse con amabilidad, desactivar el crítico interno y permitirse el humor saludable) construye una relación interna más segura y flexible. En definitiva, mejorar la autoestima no consiste en ser perfecto, sino en aprender a acompañarse bien.
