En tu entorno, son muchos los grupos de personas que te rodean: compañeros de trabajo, tu grupo de amigos de infancia, el grupo de madres del cole de tus hijos... Con unos encajas más que con otros, y no tienes por qué sentirte mal por ello. Desde pequeños aprendemos que agradar a los demás nos garantiza afecto, protección y seguridad. Pero cuando esa necesidad se convierte en exigencia, dejamos de ser quienes somos para convertirnos en lo que otros esperan.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 5 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Vivimos intentando encajar en cada grupo, en cada espacio, como si nuestra valía dependiera de la aprobación ajena. Sin embargo, pertenecer no debería implicar renunciar a nuestra autenticidad. Porque cuando el deseo de agradar nos aleja de nosotras mismas, la cosa se complica. De todo ello hemos hablado con la psicóloga Claudia Lázaro Cerezo, Directora y Cofundafora de Crea Sentido Psicología @creasentido (www.creasentidopsicologia.com).
¿Por qué sentimos tantas veces la necesidad de encajar o agradar a los demás?
Las personas, desde que nacemos, necesitamos sentirnos aceptadas. Es una necesidad humana básica: la pertenencia, el sentirnos “pertenecientes a un grupo o sistema familiar”. En cuanto nacemos, ya estamos en relación con más personas y vamos aprendiendo desde el minuto uno que el cariño y la aprobación de los demás, son sinónimos de seguridad, es decir, si alguien me quiere y “me aprueba” me voy a sentir segura en ese vínculo. Por esto en la vida adulta, muchas veces sin darnos cuenta, seguimos buscando encajar, seguimos buscando esos lugares seguros o personas que nos dan esa seguridad, para poder sentirnos plenos en esos vínculos.
El problema aparece cuando nuestra parte controladora, necesita desde la exigencia encajar en todos los grupos, en todos los lugares a los que va, ya que aquí no estamos hablando de naturaleza, estamos hablando de dejarnos a un lado y dejarnos a nosotras mismas, ya que nos convertimos en otra persona para conseguir que el resto nos apruebe y así nos sintamos “pertenecientes”.
En la vida adulta, muchas veces sin darnos cuenta, seguimos buscando encajar, seguimos buscando esos lugares seguros o personas que nos dan esa seguridad, para poder sentirnos plenos en esos vínculos
¿Qué papel juegan la infancia, la educación o el entorno en esa necesidad de pertenencia?
Desde mi punto de vista, que trabajo desde un enfoque sistémico, tiene un papel crucial. Durante la infancia, nuestro entorno moldea la manera en que entendemos el amor y la aceptación. Si crecimos en ambientes donde ser diferentes era motivo de crítica o rechazo, es probable que aprendamos a adaptarnos sin más para evitar el conflicto o el abandono. En cambio, cuando se nos valida por ser auténticos, aprendemos que podemos pertenecer sin dejar de ser nosotros mismos. La educación, la familia y la cultura son espejos que nos enseñan (para bien o para mal) cuánto de valiosa y aceptable es nuestra individualidad.
¿Cuáles son las señales de que estamos intentando encajar a costa de nuestra autenticidad?
Algunas señales que aparecen mucho en consulta son por ejemplo, decir “sí” cuando realmente queremos decir “no”, cambiar la forma de vestir o de hablar según como hable el entorno al que queremos pertenecer, y básicamente es la sensación de que en vez de vivir, estás actuando. Hay otra señal, tal vez mucho más invisible, que también puede indicarnos esto y es cuando nos sentimos muy cansados emocionalmente después de estar socializando o cuando la autoexigencia se dispara por miedo a que el resto me juzgue. En resumen, si sentimos que no somos del todo nosotros mismos, probablemente estamos intentando encajar más de lo que necesitamos.
¿Qué efectos emocionales puede tener vivir constantemente tratando de agradar o adaptarse?
Estar todos los días de tu vida viviendo desde la necesidad de agradar al resto supone un gran desgaste emocional. Los efectos emocionales principales serían la sensación de “no saber quién soy”, ansiedad, frustración, la autoestima se va dañando, y todo esto es porque el valor personal se vuelve puramente dependiente de cómo te mire el resto. Además, pueden aparecer creencias internas relacionadas con “no me siento suficiente”, “no soy capaz”, “no me siento válido”, lo que afecta directamente a la identidad de cualquier persona.
Hay otra señal, tal vez mucho más invisible, que también puede indicarnos esto y es cuando nos sentimos muy cansados emocionalmente después de estar socializando
¿Puede esta necesidad generar ansiedad, baja autoestima o incluso síntomas depresivos?
Sí, sin duda. Cuando la identidad está puesta al servicio de la aprobación, el yo se fragmenta. Nuestro self se termina fragmentando. Además, se genera una especie de desconexión con uno mismo que puede generar mucha ansiedad por el miedo constante de no estar a la altura, autoestima dañada como comentaba antes, ya que sentimos que no somos suficientes, y por añadir, puede generar la consecuencia de “mi yo real no merece ser visto”, generan una herida emocional en nuestra parte más profunda, en ese “yo interno”. La raíz de muchos malestares emocionales está precisamente en esa falta de conexión con la propia esencia.
¿Cómo podemos empezar a liberarnos de esa presión por encajar?
Para mí el primer paso de esto es crear una conciencia de que esto está pasando, de que podamos nombrarlo y darle el espacio que merece, ya que probablemente haya mucho sufrimiento interno que en la calle es complicado compartir, ya que a menudo existen juicios “no es para tanto”, “no te preocupes por eso, son tonterías” etc.
Cuando uno es consciente de que esto ocurre, llegaría el momento de clarificar en qué situaciones nos ocurre, con qué personas, qué patrón de personas me activan esto (personas más autoritarias, más narcisistas, más exigentes…)
Y después, haríamos ese trabajo interno de “volver a conocernos”, el darnos el permiso y la oportunidad de mirar a mi yo interior, desde el cariño y desde el respeto, con mucha calma, ir sacando cada parte de nosotros que nos forma y vamos dándole la bienvenida hasta que podamos sentirlas nuestras, y nosotros podamos sentirnos seguras con cada una de ellas.
Así, terminaríamos aprendiendo que podemos tolerar la “no aceptación del resto” de que no hay nada bueno o malo, sino que hay diferencias. Está bien si alguien no me acepta, es parte del crecimiento humano.
¿Qué papel juega el autoconocimiento en este proceso?
El autoconocimiento aquí es muy importante, como comentaba antes, el conocer todas las partes que forman mi identidad me va a permitir poder darles un lugar en la vida y aprender a que cada parte es totalmente válida y necesita ser mirada con cariño y no juicio.
Cuando hablo de partes, me refiero a que puede que tengamos una parte más exigente, otra más controladora, otra herida, todas ellas se han ido creando en nuestra vida en base a experiencias.
El hecho de conocerlas nos permite conocernos a nosotros y esto aquí ya sería “jugar con ventaja”, porque si yo ya me conozco, puedo mostrarle al mundo quién soy en realidad y sentir que “tal y como soy, está bien”, “soy valida así”.
Además, conocernos nos permite distinguir entre lo que hacemos por elección y lo que hacemos por miedo. Nos ayuda a poner límites, a cuidarnos y a relacionarnos desde un lugar más sano.
Cuando decimos que no a algo que no nos apetece estamos siendo coherentes con nosotros mismos y también enseñamos al mundo que decir no es un acto de cuidado
¿Cómo podemos aprender a decir “no” sin sentir culpa?
Lo primero que trabajaría aquí sería: ¿qué significa para ti decir no? Ya que muchas veces me encuentro que esto es sinónimo de “soy egoísta y si digo que no, me voy a sentir muy culpable por no mirar o considerar a la otra persona”
Pero si nos miramos a nosotros, a nuestro yo interior, a nuestras partes que forman nuestra identidad, el hecho de “decir no” la única consecuencia que tendría sería cuidarme a mi misma, honrarme y darme el amor y respeto que necesito.
Además, cuando decimos que no a algo que no nos apetece estamos siendo coherentes con nosotros mismos y también enseñamos al mundo que decir no es un acto de cuidado, un acto de amor, no es un acto de egoísmo.
¿Qué mensaje darías a quienes sienten que no encajan en su entorno?
Les diría firmemente que no encajar forma parte de la vida, forma parte del crecimiento e incluso les diría que “está bien”, ya que no encajar no te exige ser alguien que realmente no eres y no te permite sacar tu “yo más real”. Y además si tienes la sensación de que no perteneces, tal vez puede ser un indicador de que hay que darle un espacio y trabajar en todo lo que comentaba anteriormente, el darnos permiso para conocernos, saber quiénes somos, cómo está formada nuestra identidad y hacer un trabajo interno para integrar desde el amor todo esto.
Y que tal vez cuando todo esto pase, pueda encontrar los lugares y las personas donde ser uno mismo no requiere tantísimo esfuerzo.
¿Es posible transformar esa diferencia en una fortaleza?
Absolutamente. Lo que hoy parece “diferente” puede ser precisamente lo que te hace especial. Cuando dejamos de pedir permiso para ser y empezamos a vivir desde nuestra singularidad, la diferencia se convierte en autenticidad, y la autenticidad atrae conexiones más sanas y verdaderas. Ser diferente no nos separa: nos conecta desde la verdad.
