Como escultor llama la atención su capacidad de dibujar con el metal y lo hace con un trazo que se desarrolla en el espacio, y también en el tiempo, como si el espectador pudiese contemplar para siempre la huella de su mano. La búsqueda de cómo plasmar el movimiento y el paso del tiempo es algo que le obsesiona desde joven, un movimiento ya que le atrajo de los barcos de pescadores, y que ha tratado de reflejar en todas las artes plásticas que ha tocado, también audiovisuales. En su estudio se ven muchas de sus obras expuestas, algunas de ellas a la venta, también las de mayor tamaño forjadas por él mismo.
Más mundano, pero igualmente interesante, es su taller, donde se mezclan soldadoras, con sopletes, la grúa, hierro, acero corten, resina... y donde Íñigo da clases tres meses al año.
Sus exposiciones han podido verse en ciudades como San Sebastián, Madrid, Barcelona… y fuera de España en otras como Ciudad de México, Oporto, Abu Dabi… sin embargo no hay mejor lugar para contemplar su obra que aquí, el centro de su creación, y de su mano. Una experiencia única y diferente para vivir en Zarautz.
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